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Reportaje:EUROCOPA 2008 | Holanda-Rusia

El príncipe desconocido

Mostovoi describe como "rápido y participativo" a Arshavin, la nueva estrella de Rusia, que saldrá al ataque ante Holanda

Escondido en los sótanos de la Liga rusa, Andrei Arshavin (San Petersburgo, 27 años) ha irrumpido como una de las sensaciones de la temporada. Primero, en la Copa de la UEFA, que el Zénit de San Petersburgo ganó al Glasgow Rangers (2-0). Y, ahora, en el deslumbrante tercer partido de Rusia ante Suecia (2-0), su presentación en la Eurocopa. "Arshavin era desconocido fuera de Rusia, pero llevaba cuatro años a alto nivel", explica Alexander Mostovoi, ex media punta de la selección rusa y del Celta; "es rápido, bajito, participativo. No se parece a mí, que era más lento y tenía otras virtudes. Se parece mucho a Zavarov, aquel jugador de la antigua Unión Soviética y el Dinamo de Kiev que ganó al Atlético la Recopa en 1986".

Arshavin recupera algunas esencias del '10': inteligente, creativo, letal
"Lo que más feliz me hace es crear ocasiones de gol", dice el mediapunta
Abandonado por su padre, se crió en un piso compartido con otras familias

Arshavin recupera algunas de las esencias del 10: inteligente, creativo, letal. El florete de la Rusia que sacudió a Suecia con un fútbol total. Tampoco le falta llegada, pues ha jugado de segundo delantero una parte de su carrera: marcó a los suecos el segundo gol. Y cuenta con una libertad absoluta por parte del seleccionador, el holandés Guus Hiddink, que le sitúa por detrás del único delantero, Pavlyuchenko, al igual que en el Zénit actúa a la espalda de Progrebnyak, ausente hoy en Basilea por lesión. "Lo que más feliz me hace es crear ocasiones de gol", confiesa el mediapunta, que fabricó los dos tantos del triunfo en la final de la Copa de la UEFA.

Los rusos llegan a Basilea. "¡Y cómo corren!", se asombra Mostovoi. "Holanda nos tiene miedo. Esta Rusia me recuerda a la Corea de Hiddink que eliminó a España en el Mundial de 2002", añade mientras el cosmopolita Hiddink rechaza toda tentación demagógica. "Espero ser un gran traidor. No tengo ningún escrúpulo ni sentimiento patriótico", dijo antes de anunciar que va a salir al ataque ante la poderosa Holanda. Y lo hará con una selección muy singular: la más joven, la más ligera y, en ocasiones, la más naif, según el adjetivo elegido por su entrenador. Pero la única que cuenta con un jugador tan imprevisible como Arshavin.

Todo carácter. Tiene opinión sobre casi todo. Y a veces choca con su entrenador en el Zénit, Dick Advocaat, también holandés y de perfil volcánico. Mantiene, sin embargo, una relación fluida con el más tolerante Hiddink, al que está muy agradecido por haberle traído a la Eurocopa pese a sus dos partidos de sanción. Castigo al que Hiddink le añadió la retirada de la capitanía a favor de Semak después de que Arshavin perdiera los papeles ante Andorra: propinó una patada a un rival en la última cita previa a la Eurocopa, cuando ya la clasificación de Rusia estaba cantada (0-1). En ese descontrol inesperado de las emociones, Arshavin tiene algo de Zidane, con quien también coincide en una maduración a fuego lento de sus prodigiosas cualidades. Ninguno de los dos despegó a los 18 años.

En San Petersburgo, Arshavin es una eminencia. Antes de la Eurocopa, regresó a su vieja escuela. Se encontró con la primera maestra, Tamara Alexandrovna. Se sentó en la clase número 33, firmó autógrafos y, lo más importante, jugó un partidillo con los niños. En abril llevó la antorcha olímpica cuando pasó por la ciudad. Su infancia, en la antigua Leningrado, no fue precisamente fácil. Abandonado por su padre, Andrei se crió con su madre en un piso compartido por varias familias en el que sólo les correspondía una habitación. Especialmente sensible a los problemas infantiles, es el primer embajador ruso en un proyecto de la FIFA para la ayuda a niños huérfanos. Ahora está casado con Julia y tiene dos hijos.

Arshavin comenzó a jugar a los siete años en la escuela de fútbol de Smena. Subió al primer equipo del Zénit a los 18 y los entrenadores lo probaron como interior derecho, media punta o segundo delantero. Formó una pareja atacante muy reconocida con el ex sevillista Kerzhakov. Treinta partidos, 10 goles y 11 asistencias fueron sus números en 2007, el año en el que el Zénit volvió a ganar la Liga después de 23.

Tras la Eurocopa, le gustaría aventurarse en una Liga más competitiva. El Barcelona, por ejemplo. Claro que el Zénit, en manos de Gazprom -la empresa que controla la producción del gas en Rusia-, no necesita el dinero. Y le paga unos 2,6 millones de euros por temporada.

"Ya no hay rusos fuera del país", constata Mostovoi; "no les hace falta desde que llegaron los millonarios a los clubes hace unos cinco años. Pero sería un gran reto para Arshavin, que está en plena madurez, salir fuera. Y ver hasta dónde es capaz de llegar".

Arshavin, en una jugada ante Suecia.
Arshavin, en una jugada ante Suecia.AFP

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