Los radicales queman el 'derby'

Ardió Troya en Montjuïc, tomado por los Boixos Nois, que sabotearon un derby muy intenso por el litigio Espanyol-Barcelona. Un penalti transformado por Messi en el descuento penalizó a los blanquiazules, que aspiraban a un mejor resultado después de un esfuerzo homérico. Los azulgrana merecieron mejor suerte al inicio y encontraron la recompensa al final cuando peor jugaban, cuando el fútbol había perdido protagonismo, abortado por los radicales barcelonistas.

Ningún equipo es más generoso que el Barça. Juega muy bien al fútbol, circunstancia que le concede un dominio poético del campo, y no solamente no cobra un céntimo, sino que regala las áreas para que el contrario pueda ganar el partido. Ayer fue escénicamente muy superior al Espanyol, y, sin embargo, firmó la victoria de rebote y de penalti, dos suertes que recompensaron un primer tiempo tan primoroso por su juego técnicamente perfecto como estéril de cara al marcador. Atacó el Barça con una formación más ligera que de costumbre, muy a la medida de Henry, elegido por una vez como delantero centro en lugar de Eto'o, suplente en Montjuïc. Henry tenía que ser el jugador del partido por su titularidad como 9 y porque Busquets y Gudjohnsen garantizan más juego y llegada desde la segunda línea que Touré y Keita, más físicos y poderosos. Y Henry fue ciertamente un futbolista angelical, elegante y también inofensivo la mayoría de veces, porque al final cobró un gol después de un rechace desafortunado entre Kameni y Jarque.

Apretó los dientes el Espanyol en su cancha y contó gol en la única ocasión en que pasó de la divisoria antes del descanso. El Barcelona defendió tan mal la jugada que la falta de Luis García al portero no mereció sanción: Abidal cerró mal, Piqué no acertó a rechazar y Valdés se comió el centro porque no salió como debe un guardameta en el área pequeña y, además, puso la pelota en juego en lugar de mandarla a córner. Luis García puso el codo en el salto del arquero y Corominas mandó el rechace a la red.

El partido viró hacia lo heroico para el Espanyol y hacia lo ridículo para el Barcelona. Cualquier resultado que no fuera la victoria dejaba en mal lugar a los azulgrana, que jugaban en superioridad numérica, con un plantel extraordinario ante un contrario disminuido por las bajas y las circunstancias que deparó la contienda.

La intensidad en la cancha se paró entonces de forma sorprendente porque empezó a arder la grada. Los Boixos Nois tiraron hasta cinco bengalas consecutivas sobre los espectadores, y algunos aficionados alcanzaron el campo para protegerse del fuego. Al árbitro no le quedó más remedio que parar el partido 10 minutos. Los azulgrana encontraron entonces en dos jugadas aisladas la recompensa a su esfuerzo inicial. Henry empató de rebote y Messi transformó un penalti a Eto'o. El derby, sin embargo, quedó presa del vandalismo de los boixos, los radicales que Laporta ha expulsado del Camp Nou y que ayer se refugiaron en Montjuïc.