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Reportaje:

El renacer de 'Riverita'

El bético relanzó su carrera en Segunda tras penar en el Madrid

Juan Morenilla

Alberto Rivera (Puertollano, Ciudad Real, de 27 años) llamó la semana pasada a Manolo Preciado, su ex entrenador en el Levante, ahora en el Racing, para invitarle a su boda, el próximo 23 de junio. "Igual la tienes que retrasar. Se juega el Mundial", bromeó Preciado. "Pues habrá que retrasar el Mundial", respondió el centrocampista del Betis. El técnico cántabro recordaba ayer la conversación, feliz por la citación de Aragonés a Rivera: "Es uno de mis mejores días como entrenador, es como si fuera mi hijo a la selección. Por una vez el fútbol ha hecho justicia".

Preciado tiene motivos para la euforia. Fue él quien relanzó la carrera de Riverita, apodado así por su físico liviano (1,70 y 68 kilos), cuando coincidieron en el Levante, en Segunda, en 2003. El jugador llegaba de una travesía por el desierto después de saborear el éxito. Jorge Valdano le hizo debutar con el Madrid, en cuyas categorías inferiores se había formado, en junio de 1995 con sólo 17 años y cuatro meses. Rivera marcó un gol al Celta en su estreno -es el jugador más joven en hacerlo con el Madrid- y todo fueron elogios. Sin embargo, pronto regresó a los orígenes, al Madrid B y C, y comenzó a hacer la maleta cada verano en un continuo viaje de ida y vuelta. En 1999 fue cedido al Numancia; regresó al Madrid al año siguiente para participar en sólo seis encuentros; aceptó una cesión al Olympique de Marsella; volvió al Bernabéu; otra cesión al Levante, en Segunda... Hasta que Preciado aterrizó en Valencia, le dio la batuta del Levante y Rivera renació. El Levante subió esa campaña a Primera después de 39 años. "Había llegado un poco bajo de moral, pero reaccionó", recuerda Manolo Salvador, secretario técnico del conjunto valenciano. "Debutó muy joven con el Madrid y luego tuvo que bajar para volver a subir", explica Preciado; "el año del ascenso a Primera tuvo un protagonismo enorme. Marcó 12 goles, hizo un gran trabajo defensivo y aportó todo lo que se puede pedir en un vestuario". "Apenas pierde el balón pese a no ser alto ni grande. Maneja bien las dos facetas, ataque y defensa. Tiene claridad para el último pase y desparpajo, pero a la vez un sacrificio alucinante y gran derroche físico", añade Salvador. "Destaca sobre todo su implicación. Jamás piensa en él, sino en el grupo. Conmigo jugó en cuatro posiciones diferentes, de pivote por la derecha, por la izquierda, interior y media punta, y también pasó por el banquillo. Nunca puso una mala cara. Tiene un futuro espléndido", concluye Preciado. Hasta Zidane le ha lanzado flores: "Es el tipo de jugador que sabe moverse en el campo, muy creativo. Tiene una técnica exquisita".

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Bernd Schuster le convirtió de nuevo en el faro del Levante el año pasado, en Primera. "Es un gran jugador. Contra el Chelsea hizo el partido de su vida", explica el alemán. Frente al equipo de Mourinho, Rivera se zafó de Makelele y Essien para tejer el juego del Betis en la Liga de Campeones. El descenso del Levante había convertido a Rivera en un fichaje de lujo, y el Betis le ganó la puja al Deportivo. Contra el Chelsea, lo bordó. "La selección es un premio al trabajo y a la constancia. Sólo me queda devolver la confianza. Voy ilusionado porque llegue el gran día", dijo ayer Rivera.

Después de un largo camino, el centrocampista vive sus mejores días. Pero no olvida su pasado de penurias. "Ha habido momentos complicados y difíciles en mi carrera, y eso no lo he olvidado. Me ha hecho madurar y ser el jugador que soy ahora", recordó el futbolista. Mañana, curiosamente, se enfrenta al Racing que entrena su amigo Preciado. Fiel, como siempre, a su filosofía de juego: "Mientras esté en contacto con el balón, estoy contento".

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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