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Reportaje:TOUR 2009 | Octava etapa

La sangre fría de Luis León

Primera victoria española tras un día "durísimo" para Contador por los ataques de Andy Schleck

Carlos Arribas

Lleva tatuado en el brazo, bajo la cicatriz, colle dell'Agnello, el lugar en el que cayó, el lugar del que volvió a partir de cero tras una caída terrible, el deseo de volver, pero algún malvado, visto lo de ayer, seguramente le habría encantado terminar de ornar el brazo de Óscar Pereiro con un sictransitgloriamundi de no te menees, el epitafio de un ciclista, del dorsal 111, el triple número uno, de este Tour, que llegó descolgado al avituallamiento de la octava etapa, muerto desde Envalira, y sin decir palabra se bajó de la bicicleta. Se retiró el ganador del Tour de 2006, una victoria inesperada que le cambió la vida, le hizo más rico, le mató la ilusión ciclista. ¿Qué motivación, qué sed de gloria, le puede quedar a uno que toca el bien máximo por una serie tan extraordinaria de circunstancias que sabe que ni en sueños podrán repetirse? ¿Qué puede volver a saciarle después? "Me he dejado estas melenas, estas patillas a la italiana, este moreno, para que al menos tengan algo que hablar de mí", dijo Pereiro en Mónaco, falsa alegría, amarga ironía. También, para que alguien escribiera algo de un ganador que no volverá a ganar el Tour, en una salida se dedicó a subir escaleras en bicicleta con frenético gozo, como un niño. Volvió a ser, un poco más pesado, cascarilla, el apodo que se ganó de juvenil por su ligereza, su hiperactividad, su agilidad. "No tenía moral para seguir, se le ha caído al suelo al ver que se quedaba en la subida de Envalira", dijo su director, Eusebio Unzue. "Había andado bien en la Dauphiné y se hundió al ver que en el Tour no iba a ningún sitio. Creía que iba a estar mejor".

En los tres últimos kilómetros, el corredor del Caisse d'Epargne fue el más racional
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La retirada de uno de los cuatro ganadores de Tour en activo -quedan Armstrong, Contador y Sastre aún-, fue un cuervo en el azul del cielo para su equipo, que llegó al Tour con menos moral aún que el gallego, cuestiones valverdianas, y que ayer, por medio de otro murciano, Luis León Sánchez, el mulo de Mula, ganó la segunda etapa de los decapados Pirineos. Fue una llegada a cuatro en la que, con la seguridad de quien sabe cómo se gana, con la sangre fría de un francotirador, jugó con las emociones de sus compañeros, el ansia del rácano Efimkin, las inseguridades del generoso Astarloza, la duda del astuto Casar. Durante la fuga, con la ascensión al duro Agnès, un horno en un mediodía sin brisa, Luis León fue el más animoso a la hora de tirar del grupo; llegado el momento, los tres últimos kilómetros, fue el más racional. En los últimos metros, cuando Casar, el último rival, pensó que ganaría por la mano, fue el más rápido. Tras la gran faena, levantó los brazos, señaló el cielo, pensó en su hermano, exhibió la pulserita amarilla de Livestrong: hizo feliz a Armstrong, que le dedicó un elogio por ello.

Contador, que es amigo de Luis León, no hace feliz a Armstrong, más bien le amarga las tardes, le envenena los sueños. Nocentini, líder real, caerá cuando soplen, pero aún no toca: ayer en el Agnès, cuando Andy Schleck hizo bailar de nuevo a todos al ritmo de su saxofón, los Astana pusieron letra a su canción convirtiéndola en la copla de la falsa monea, el maillot amarillo que les entregaba el Saxo con la aceleración que descolgó momentáneamente a Nocentini como un regalo envenenado, y que los amigos de Contador devolvieron sin desenvolver siquiera. "Ya me habría gustado que se lo hubiera quedado mi amigo Luis León", dijo el de Pinto. Contador, líder virtual, bailó en el Envalira la primera canción de los saxos del pequeño y descarado Schleck con unas zapatillas nuevas, tres velcros, cierre secuencial, blancas, de primera comunión, casi. No le gustó mucho la experiencia. "Ha sido un día durísimo", dijo en el día de los superlativos. "Esto pasará factura, aunque tengamos un equipo buenísimo". Fue duro lo de salir al mediodía de Andorra ya con los pulsos acelerados, y más duro se lo hizo un corte de una treintena en la que se infiltraron ya el pequeño Schleck, y Evans, y el oculto Tony Martin... Y más aún la persistencia del doliente Evans, que les obligó, después de atragantarlos con la subida, a vaciarse en el descenso a 70 por hora. "Y no podías dejar ni un metro al de adelante, que no cerrabas el hueco".

Las zapatillas, tan blancas, volverá a sudarlas Contador hoy en el Tourmalet, el Royal Albert Hall de los Pirineos, donde, a pesar de que esté a 60 kilómetros de una meta en el valle, espera una nueva balada de la banda de viento dirigida por el maestro Riis. Quizás un pasodoble, lo que complacería al niño de Barcarrota. "Habrá que estar en el sitio adecuado", dijo Contador, que no piensa faltar a la cita. No así Pereiro. "Me retiré", dijo, "porque no quiero arrastrarme en el Tourmalet".

Luis León Sánchez celebra su victoria de etapa en Saint-Girons.
Luis León Sánchez celebra su victoria de etapa en Saint-Girons.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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