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Reportaje:

Un solo para la eternidad

Ayer se cumplieron 15 años de la inolvidable jugada de 'El Fenómeno' brasileño en Santiago, en la que dio 14 toques para recorrer 48 metros en 11 segundos

Ramon Besa

Paulino Alcántara era un delantero de gatillo tan fácil que en el Barça le llamaban romperredes. Pepe Samitier pasó a la posteridad como el home llagosta (el hombre saltamontes) porque con la punta de la bota tocaba el larguero. Los goles de Kubala eran serenos y exactos, a la medida de las porterías de Les Corts y después del Camp Nou, y la cabeza de César brillaba como el sol. El calentamiento y las jugadas de Maradona resultaban un carrusel de emociones que muy bien podían acabar con la pelota en la red, como pasó en el Bernabéu, cuando Juan José se partió en dos junto al poste derecho. Rivaldo igual remataba con su pata de palo que se marcaba una chilena. Nadie igualará la cola de vaca de Romario ni la samba de Ronaldinho. Y Messi empezó por ser comparado a Maradona, sobre todo por su gol al Getafe, y ha acabado por evocar a Kubala.

La jugada reúne las virtudes del ariete: aceleración, potencia, velocidad y tiro

Nadie mejor que La Pulga para expresar la evolución del juego, que ha pasado del culto al goleador, como protagonista único, al elogio del fútbol asociativo. Messi es único en las dos versiones, como falso nueve o como origen y final de la jugada, una suerte que nadie dominó más que Ronaldo Nazário de Lima. Ayer se cumplieron precisamente 15 años del gol de El Fenómeno en el Multiusos San Lázaro del Compostela. Un tanto que será recordado de por vida como si se tratara de un título, de una reliquia, de una jugada universal, eterna.

Ronaldo tomó el balón en campo propio después de que Popescu lo peleara con Mauro y Passi, recorrió 48 metros en 11 segundos, espacio y tiempo necesarios para dar 14 toques, 11 con la derecha y tres con la zurda, y eliminar a cinco zagueros: Chiba y José Ramón, a uno trastabillando y a otro en una carrera; regatear a William, amagar ante Bellido y rematar mordido, medio cayendo en el punto de penalti, lejos del alcance del meta Fernando. Hasta Bobby Robson, el mismo que como seleccionador inglés se asombró por el gol de Maradona en México-86 y por las lágrimas de Gascoigne en Italia-90, se llevó de nuevo las manos en la cabeza en el banquillo azulgrana porque Ronaldo le había recordado a Pelé. Nadie se ha olvidado del eslalon de Ronaldo: funcionó como el anuncio perfecto para un jugador alrededor del cual se montó una industria mercantil y se hicieron mil estudios de biomécanica.

La jugada es un catálogo de las virtudes de Ronaldo: aceleración, velocidad, potencia y tiro. Los ataques del brasileño provocaban el mismo estruendo que el de una manada de búfalos. A la explosividad unía una muy buena técnica, indispensable para el dribling, la finta y el remate, imposible de detener para el rival. No había manera de tirar a Ronaldo, una fuerza de la naturaleza que se movía por instinto y sorpresa, siempre de cara a la portería. No tenía visión periférica ni necesitaba que su equipo le acompañara en la jugada, sino que solo precisaba de un buen motor y mejor carrocería. La mayoría de sus goles requerían grandes esfuerzos y, por tanto, exigían unas excelentes piernas. Las lesiones le obligaron a reinventarse hasta que finalmente cedieron sus maltrechas rodillas, dobladas por tanto giro y mucha carga. Tomaba el balón, relucían sus dientes de conejo y se anunciaba el gol.

En plena forma, Ronaldo era imparable como una bola de fuego. Así quedó escrito en Compostela por secula seculorum.

Ronaldo encara a Bellido durante un duelo frente al Compostela en el Camp Nou.
Ronaldo encara a Bellido durante un duelo frente al Compostela en el Camp Nou.DIARIO AS

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.
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