La trágica vida de un 'ángel del infierno'

Stig Tofting sólo tenía 13 años cuando una tragedia familiar le dejó marcado de por vida. Stig perdió a sus padres en un "accidente" y pasó el resto de su juventud con su abuela. Ésa era la versión autorizada por el jugador en todas sus biografías. Hasta que diecinueve años después, el pasado mes de diciembre, la revista danesa Ver y Oír dio pelos y señales del dramático suceso que acabó con la familia de este futbolista danés: el padre de Tofting disparó contra su madre y luego se suicidó. El joven Tofting encontró los cadáveres. Stig y su esposa, Bettina, jamás quisieron divulgar los detalles de la tragedia para no herir a sus tres hijos, de 7, 8 y 12 años. La revelación de Ver y Oír provocó una airada respuesta de la opinión pública danesa y se lanzaron campañas de boicoteo contra la publicación.

El Bolton le despidió tras ser condenado a cuatro meses de cárcel por apalear a un camarero

Para Tofting, el navajazo periodístico fue mucho más duro que conocer la sentencia de un tribunal de Copenhague que el pasado 16 de octubre le condenó a cuatro meses de prisión por haber propinado una paliza al dueño y a un camarero de un restaurante danés donde el futbolista y sus compañeros de selección celebraron una fiesta a su regreso del Mundial de Corea y Japón, en junio de 2002. Tras conocer la condena, el Bolton, equipo en el que Tofting estaba alistado, le despidió y éste regresó a su país para preparar la apelación. Sin embargo, finalmente el jugador decidió asumir su ingreso en la cárcel y olvidarse del recurso. "No soy un sujeto que se coma a niños pequeños", dijo el futbolista tras su regreso a Dinamarca, con cuya selección ha sido 41 veces internacional. Un traslado desde Inglaterra no sólo motivado por la apelación y el despido del Bolton. Stig y Bettina querían que su cuarto hijo naciera en tierras danesas: "Soy un hombre muy familiar y es muy duro no ver a menudo a los chicos; además, estoy muy ilusionado con el que viene". El bebé, llamado Jon, nació el pasado mes de marzo, lo que alivió la tensión en el hogar de los Tofting. Pero la vida no para de cebarse con saña con este futbolista. Ayer se supo que la criatura, con sólo 22 días, murió el pasado día 3 por una meningitis, según publicó la prensa danesa.

Con aspecto de mastín sobre el campo, Tofting, de 33 años, algo retaco, con la calvorota segada y un barril de cerveza envolviéndole el ombligo, siempre ha sido un tipo peculiar. Nacido en la cuna de una familia de clase baja de Aarhus (Dinamarca) hace 33 años, el jugador vivió con su abuela tras la tragedia familiar. Ocupó su ocio juvenil como un ángel del infierno, un grupo de moteros radicales que se distinguen por sus vestimentas de luto y su pictórica piel, salpicada de tatuajes. Tofting lleva uno especialmente significativo en la boca del estómago: "No hay remordimientos".

A falta de una hucha solvente, el jugador alternó sus primeras patadas en el AGF, el equipo de su localidad, con su trabajo de camionero a bordo de un trailer de carga y descarga. Con su fútbol duro y algo pendenciero, el chico se convirtió en un ídolo local, lo que le permitió dejar el remolque. Pronto se peleó con su técnico y comenzó un periplo interminable por un sinfín de equipos: Odense, Hamburgo, de nuevo AGF, Duisburgo, de nuevo Hamburgo... De todos los equipos salió chamuscado con compañeros, presidentes o entrenadores. Al llegar a Bolton, Sam Allardyce, su técnico, le saludó así: "Creo que hemos fichado una maleta".

En Inglaterra se ganó el aprecio de la hinchada, que le bautizó como el cortador de césped por su empeño en afilar espinillas contrarias. Por muchas tibias que haya pellizcado, a Tofting la vida le ha dejado las peores cicatrices imaginables.