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Reportaje:VUELTA 2002 | Cisma en el Kelme

La 'traición' de Aitor

El Kelme organiza un paripé para que Sevilla reciba disculpas públicas de su compañero

Carlos Arribas

'Aitor ¿dónde vas? ¡¿Dónde vas Aitor?! ¡Aitor, que queda Quesada, que queda Manzano! ¡¡¡Aitorrrrr.... !!!' Vicente Belda se quedó afónico chillando por el micrófono desde su Mercedes, pero Aitor González, su pupilo, no le oyó, no le oía, no le hizo caso. Aitor González, corredor del Kelme, segundo de la general, se sentía imbatible, se sentía poseído. 'Creía que podía ganar la Vuelta', dijo ayer. 'Creía que podía dejar tirado hasta a Roberto Heras'. Aitor González arrancó, atacó al pelotón, dejó cortado a su compañero, y líder de la Vuelta, Óscar Sevilla, y no ganó la Vuelta, no ganó a Roberto Heras, no ganó a nadie. Se convirtió en un personaje odiado, en lo peor que, dicen muchos, pueden ser los ciclistas, se convirtió en Aitor el traidor. O en Aitor el tonto, que dice Belda. 'Corrí como un juvenil', resumió el propio Aitor, que, probablemente, terminará ganando la Vuelta, pese a todo.

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Sólo ha pasado una noche desde una cena en la que Aitor, radiante de alegría, compartiera mesa con Óscar Sevilla, mustio y triste, puro monosílabo; o desde que Vicente Belda, que vio que la Vuelta, que tan amarrada tenía se convertía, de repente, en 'una trucha recién pescada, pero resbaladiza entre las manos'; han pasado casi 24 horas desde que se encerró con sud dos líderes los en una habitación y les hizo los cargos. Y la situación, aunque las palabras lo desmientan, se mantiene. Aitor se disculpa públicamente, dice que se ha equivocado, le pide perdón a Sevilla, dice que no se repetirá; Sevilla, el niño bueno de la película, el líder traicionado, dice que acepta las disculpas, pide que no se repita, habla de equipo, de ganar la Vuelta juntos, todos unidos, cualquiera de los dos. Las caras, sin embargo, dicen otra cosa. Aitor sigue radiante, la imagen de quien sabe que ha ganado; Sevilla sigue mustio. Es la mejor escenificación de una convivencia forzada, es un paripé.

Con todo, la situación se resume en un puro error táctico. Y no fatal, de todas formas. 'Aitor es un rebelde. Esta botella es Lanjarón, y lo pone en la etiqueta, pero puede llegar él y decir que es Bezoya, y no hay quien le convenza de que no los es', dice Belda, para quien la moral es, en todo caso, un concepto secundario cuando se trata de ganar la Vuelta, o por lo menos la moral formal del compañerismo y que busca un resumen del problema en meros términos táctico-estratégicos. 'Aitor se equivocó porque no supo leer la carrera. Le llevamos toda la Vuelta conduciendo de la mano. Lo tapamos al principio para que no tuviera presión, pero el se destapó en La Pandera. Después le hemos estado haciendo la carrera, preparándolo para el Angliru. Él sabía que no tenía que moverse, que después de Tauler vendrían Manzano y Quesada para hacer más trabajo, y que tenía que esperar a que se moviera Heras. Era lo único que tenía que hacer. Y si se mueve Heras y se va con él y se queda Sevilla, no pasa nada. Mejor para él siempre. Pierde menos tiempo, alcanza el liderato y no aparece como un traidor. Sevilla no era su enemigo porque, virtualmente, contando con la contrarreloj de Madrid, ya estaba por encima de él. Sus enemigos eran Heras, Beloki y Mayo, los que tenía a dos minutos, que empiezan a acercársele'.

Dicen en el entorno de Sevilla que no se quedará parado. Dice Belda que está preparado para todo, y sonríe: 'El problema es que el Kelme es un equipo atacante y no nos va bien correr a la defensiva, pero ahora que el líder es Heras, volveremos a ser los de siempre, que se preparen los demás'.

Aitor González y Óscar Sevilla durante  la conferencia de prensa que dieron ayer.
Aitor González y Óscar Sevilla durante la conferencia de prensa que dieron ayer.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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