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Reportaje:

El triunfo de la racanería

El Barça pasa dos rondas de la Copa con dos goles y suma siete puntos en la Liga con tres

Jordi Quixano

Dos goles han valido para superar dos eliminatorias de la Copa y otros tres para sumar siete puntos en la Liga. Al Barça le ha alcanzado con un tanto por encuentro para recortar distancias con el Madrid en el campeonato liguero y eliminar al Villarreal y el Sevilla en el torneo copero. A falta de delanteros, la línea de cuatro zagueros, reforzada por un medio centro defensivo, funciona a las mil maravillas. Paradójicamente, un equipo diseñado para atacar, formado por los cuatro fantásticos -Eto'o, Ronaldinho, Henry y Messi- y los dos escuderos -Bojan y Giovani-, se relame a la hora de cerrar su portería.

La nueva tendencia resultadista la enraizó Eto'o antes de irse a la Copa de África. "Me da igual cómo, pero lo importante es ganar", acentuó el camerunés al tiempo que la plantilla asentía desde la rebotica. No les va mal. En los últimos seis encuentros, el Barça ha sumado cuatro goles. Ante el Sevilla y el Villarreal, en la Copa, se quedó sin marcar. Frente al Racing, ganó con un gol de Henry. Empató en Bilbao (1-1) y venció por la mínima al Villarreal, en el torneo copero, y a Osasuna, el pasado domingo. La última ocasión en la que firmó más de un gol fue ante el Murcia (4-0), al cierre de la primera vuelta de la Liga. Precisamente, en la despedida de Eto'o.

Con Eto'o, el equipo promediaba 2,2 goles por partido. Sin él se queda en 0,6

Los números del Barça van tremendamente condicionados a Eto'o. En su ausencia -en las 14 primeras jornadas ligueras-, el equipo sumó un promedio de 1,8 goles por partido. A su vuelta, cuando ocupó la punta de ataque, lo ascendió a 2,2. Pero desde su nueva marcha, el promedio ha caído a 0,6 goles por partido. También se echa en falta su presencia en la suerte de los remates. Ante Osasuna, por ejemplo, el Barça hizo 17 intentos antes de que Xavi marcara en el último resuello. Una estadística, en cualquier caso, que coincide con las del curso: el equipo requiere más de ocho remates (8,33) para batir al portero rival.

"Ocasiones tenemos", argumenta Frank Rijkaard. "Pero las diferencias las marcan los puntas", responde Deco. Olvida, sin embargo, que al contrario de otros ejercicios el Barça ha marcado pocos goles desde la segunda línea (9 de 41). Al Barça, entonces, le alcanza con una defensa bien saneada.

Es el equipo menos goleado del torneo (14) y la cuarta plantilla en la historia azulgrana que mejor se defiende. Pero se atranca en los últimos metros; es el segundo peor registro goleador desde que llegara Rijkaard hace cinco cursos. A estas alturas, el Barça del año pasado sumaba 45 goles. Hace dos, 53; hace tres, 43, y en la primera del técnico, con el equipo descompuesto, 33.

Exigido físicamente por la teoría de marcar un solo tanto por partido, el Barça saca la lengua en los últimos minutos. Lo sufren los delanteros, más pendientes de ejercer la presión que de desmontar a la zaga rival. Ante Osasuna sólo Bojan jugó el partido entero, el futbolista distinto, el que tiene el gol en la cabeza. Messi, Ronaldinho, Giovani y Henry, más abiertos y con fútbol de filigranas, se entretienen en regates hasta embocar a gol. Así lo entendió Rijkaard ante Osasuna, cuando colocó a Gio por la izquierda para que, en vez de tirar al centro y rematar como suele, pisara la línea de fondo y centrara. El pase acabó en Iniesta y el rechace, gracias a Xavi, en gol. Un tanto como seguro de vida. Queda por ver si la nueva fórmula resiste. Por lo menos, hasta que vuelva Eto'o.

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