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La última zambullida del zar

El ruso Popov, uno de los mejores nadadores de la historia, anuncia su retirada a los 33 años

Carlos Arribas

El diario francés L'Équipe anunció en su edición de ayer que Alexandre Popov ha decidido retirarse. Se va así, discretamente, después de una permanencia ininterrumpida de 14 años en la élite mundial, uno de los mejores nadadores de todos los tiempos: cuatro veces campeón olímpico y seis veces campeón mundial.

Popov es ruso y tiene 33 años. Es uno de los últimos productos de la escuela soviética del deporte, pero también uno de los primeros que dejó de competir por una bandera, una patria, el orgullo socialista; uno de los primeros que empezó a hacerlo por dinero. "Soy un hijo de la perestroika", dijo en Barcelona, en 1992, después de ganar sus dos primeros títulos olímpicos, los 50 y los 100 metros libres.

Alto, dos metros; esbelto, 90 kilos; elegante, hermoso, sonriente, Popov rompió con la imagen siniestra y hermética de los campeones del Este. No empezó a nadar hasta los ocho años, hasta que superó el miedo al agua. Al principio, fue especialista en espalda. Más tarde, la mecánica soviética le preparó para ser el anti-Matt Biondi del Este. Él cumplió con su papel a la perfección y acabó con el reinado en la velocidad del norteamericano. Pero incluso fue más allá. Se mantuvo invicto en los 100 metros desde 1991 hasta 1999 y en 1994 situó el récord mundial en 48,21s, reteniéndolo hasta 2000.

Poco después de los Juegos de Barcelona, ya convertido en estrella, un joven de 20 años lanzado hacia la gloria, Popov abandonó su habitación, no teléfono, no televisor, del Instituto de Deportes de Volgogrado, la antigua Stalingrado; dejó las sesiones de prácticas en la piscina de Samara y se fue, junto a su entrenador, Guenadi Turetski, a vivir su vida de campeón a la meca de la natación, a Canberra. Allí, en la piscina del Instituto Australiano de Deportes, dejó que Occidente empezara a descubrir sus secretos. Su gran volumen de trabajo -entre 80 y 90 kilómetros semanales, mucho más de lo habitual para los sprinters- no fue el menor de ellos. En 1996, en los Juegos de Atlanta, alcanzó el apogeo de su arte. Repitió el doblete en los 50 y los 100 metros. Fue el primer nadador desde Johnny Tarzán Weismuller, en 1928, que revalidó el título de los 100 metros.

El 24 de agosto de 1996, pocos días después de los Juegos, un vendedor de sandías de Moscú le apuñaló en una riña. Le dañó el estómago, los riñones, los pulmones. Salvó la vida tras una operación de tres horas. Milagrosamente, se recuperó para la natación y volvió a triunfar en los Europeos de 1997 y en los Mundiales de 1998. En 1999, el holandés Pieter van Hoogenband le infligió su primera derrota en los 100 metros. Luego, en Sidney 2000, el mismo Van Hoogenband le derrotó de nuevo y le quitó el récord. Popov tenía ya 29 años. Parecía que su fin estaba próximo. Sin embargo, aún guardó clase para triunfar estruendosamente en los Mundiales de Barcelona 2003 -tres oros: 50, 100 y relevos- y para resistir hasta los Europeos de Madrid 2004, en los que ganó los 50 libres. En Atenas, el admirador de Serguei Bubka, a quien imitó en su facilidad para hacer dinero y su ascensión en los órganos deportivos -es miembro del COI-, quedó eliminado en los 50 y los 100.

Popov, tras ganar los 100 metros en Barcelona en 2003.
Popov, tras ganar los 100 metros en Barcelona en 2003.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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