Otro vendaval madridista

Nadie como Sergio Ramos revela el estado de gracia que ha alcanzado el Real Madrid, al que hoy le sobra un tiempo por partido para golear a quien se le ponga por delante. Su puesta en escena ante el Villarreal fue tan explosiva como su despegue del pasado sábado en La Rosaleda. Tan excitante como es habitual ver a Ramos cuando le conceden el puesto central, donde es el amparo de todos y todos lo sienten para bien.

Son tiempos de Sergio Ramos, síntoma del mejor Madrid de la era Mourinho. Él es la gran noticia de las muchas portadas que en las últimas semanas ha merecido el equipo en general. Pero el trueque del andaluz, de gran lateral a insuperable central, ha tenido un impacto descomunal para el conjunto. Con Ramos en el eje de la defensa, el Madrid no solo cierra mejor, sino que puede jugar mucho más adelantado porque el chico tiene físico para cubrir un océano a su espalda y aún le queda depósito para hacer de escolta en el costado de Marcelo, lo que convierte a este en un extremo más. Las aventuras atacantes del brasileño ya no son intrépidas travesías. Con Marcelo en vuelo, Cristiano también recibe auxilio en la orilla izquierda, al igual que Arbeloa escala al medio campo para asociarse con Di María.

Hay más efectos Ramos: da salida a la pelota, hila de maravilla con Xabi Alonso -al que el Bernabéu, sabio, despidió con confetis tras su enésima matrícula de honor-, lo que provoca a su vez que Khedira ya no se enquiste en paralelo con el tolosarra, sino que dé un paso adelante, que se descuelgue. Así, todo el Madrid ha subido un escalón, el equipo acumula mucha más gente que antaño en campo adversario. Con un pelotón ofensivo los esfuerzos son menos extenuantes y, de forma gremial, el grupo recupera antes la pelota. Y lo hace a un paso de la zona de peligro, con lo que el contrario se siente ahogado. Le ocurrió al Villarreal, que llegó deprimido a Chamartín y pidió socorro desde el primer minuto. El vendaval madridista le llevó por delante en media hora, tiempo suficiente para que este hechizante Madrid cantara dos veces bingo y le creara unas cuantas ocasiones.

Tocado por los duendes, el repertorio goleador del Madrid es de lo más variado. Puede golear con dos toques, tictac. Sucedió a los cinco minutos, cuando al Villarreal ya le parecía una hora. Mientras Cani demandaba una supuesta falta, Di María, en el costado derecho, con los pies sobre la línea de medio campo, citó a Benzema, que se desmarcó ante los pasmados centrales amarillos, espectadores del primer tanto local. Hay otras vías para sacar el mazo. El Madrid ya no solo contragolpea, en esta variante es demoledor, pero ahora es un recurso. Con el aire invasor que ahora le delata, al tomar sin concesiones el campo del adversario, también sabe buscarse los atajos, sin prisa. Bien tejida la jugada, de lado a lado, el balón llegó a Kaká, que en estos días se parece a Kaká. El brasileño sacó de rueda a Borja Valero y su latigazo con la zurda superó a Diego López.

Este Madrid de alto voltaje ya no solo es una ametralladora. Juega y pega. No hay rival que pueda fiarse ni en una situación de ventaja. Lo padeció el Villarreal, que tuvo un córner a favor en medio de la tormenta. El rechace lo cazó Kaká, que dio una puntada con Marcelo, que iba por delante como un tiro; de Marcelo a Benzema, que llegaba con el turbo por la vía central, y del francés a Di María, que gracias al exquisito servicio aterrizó ante Diego López con todo a favor. Tres versos para un contraataque magistral. Y el Madrid, en la cumbre, con 3-0 a la media hora, sin tan siquiera precisar de Cristiano Ronaldo, crispado toda la noche, con el evidente enojo de los ganadores extremistas, esos tipos que no se permiten jamás un borrón.

En ventaja, el Madrid, que se guarda gasolina, no perdió pujanza hasta el segundo acto, para sosiego del Villarreal, siempre a la intemperie. El equipo de Garrido ha perdido encanto. Hoy es un flan. Nunca fue un conjunto de colmillo. Le distinguía su fútbol de etiqueta. En estos tiempos no tiene nada. Los resultados le han gripado y le abruman las dudas. Tiene un selecto grupo de futbolistas, sobre todo mediocampistas de corte y confección, pero ha perdido identidad. Por Chamartín, que no es el mejor diván para un colectivo aturdido, pasó de puntillas, abrumado y con una tiritona de consideración. Garrido, o el que llegue si a la entidad le puede el vértigo, tiene mucho tajo por delante.

Sumados los puntos, llegaron los minutos para Özil -el único que ha perdido brillo en estos días de éxtasis- e Higuaín, lo que subraya el infinito tesoro de esta plantilla. También para Coentrão, con el que ya no experimenta Mou. Con los nuevos, el Madrid bajó el pistón con el paso del tiempo y fue algo más contemporizador hasta poner el broche con un rondito final para consuelo del Villarreal. Hoy por hoy, le basta con desatarse un tiempo. Lo justo para anudar a los rivales en campo ajeno, correr cuando se debe y tocar si se tercia oportuno. Hay muchos caminos. Bien lo sabe Ramos.

Real Madrid 3 - Villarreal 0