El vía crucis de Carlos Sastre
Víctima de caídas y corto de forma, el favorito español pierde 8m 10s en la primera semana

El mercado ha decidido: sólo regresando a sus orígenes, a la raíz de su leyenda -la fatiga, el sufrimiento, el dolor- podrá el ciclismo recuperar su sitio en el corazón de los aficionados. El Giro, siempre atento a las señales que envía la sociedad, organizó el sábado su particular retorno al pasado -a los tiempos de antes del motor, de cuando se corría por rabia o por amor, que canta Francesco de Gregori- con una etapa por caminos enfangados. Fue una etapa de redención, de ciclismo a la antigua, agonía en cada pedalada, de la que salió vestido de rosa Alexander Vinokúrov, el kazajo, el ciclista que mejor encarna las virtudes que se buscan para el campeón del futuro -desprecio del miedo, dureza marmórea de piernas y cabeza, agresividad-, el corredor que mejor personifica los vicios que han conducido al ciclismo a la miseria.
La sensación paradójica se refuerza examinando la clasificación general de una carrera que ayer celebró su primer final en alto -en la niebla del Terminillo, la montaña de Rieti tan querida por los fascistas, se impuso el danés Sorensen, superviviente de la fuga, y brilló Tondo, que recibió el permiso de su jefe, Sastre, quien volvió a sufrir; tercero: los favoritos se miraron-. La principal víctima es Carlos Sastre, el abulense para el que el ciclismo y el dolor son la misma religión, protagonista de un vía crucis de caídas sin beneficio, ocupa la 21ª posición, a 8m 10s de Vinokúrov. Entre medias, más cerca del kazajo, los favoritos, gentes del pasado como Basso, Garzelli y Scarponi, ciclistas de futuro, como Nibali. Y un ciclista viejo pero nuevo, el campeón del mundo Evans, quien disfrutó sobre el barro de su condición de especialista de mountain bike en su juventud.
"He sufrido todo lo que he podido para estar cerca de los de adelante, pero para mí está siendo un comienzo de Giro especialmente duro por las caídas", dice Sastre, quien se cayó en dos etapas holandesas y en el barro de Siena. "Ahora tenemos maratones llanas [hasta el fin de semana, en que esperan el Monte Grappa, el sábado, y el Zoncolan, el domingo, la travesía de la bota prosigue con cinco etapas que suman 1.108 kilómetros] en las que espero poderme recuperarme de las dolencias y afrontar la última semana con más ilusión y más alegría".

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