_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Mi viaje a las raíces del atletismo africano

El campéon de Europa en 1.500m relata sus entrenamientos en Kenia

Mi estancia en Kenia ha sido una experiencia muy grata que nunca olvidaré y que creo que repetiré. Llegué a Nairobi el 25 de enero por la mañana. Con algo más de dos horas hasta la salida del vuelo con destino a Eldoret, me dispuse a comprar un billete que me diera asiento en el mismo. Me sorprendió rápidamente la amabilidad con la que me atendieron en el despacho de información del aeropuerto. Por un momento pensé que hasta era un poco sospechosa, pero con el tiempo me he dado cuenta de que ha sido una constante en la actitud de los kenianos durante todo mi periplo por estas tierras.

Después de una hora de dura pelea con el viejo ordenador del aeropuerto, la joven keniana que me atendió me comunica que no puede hacer nada y que el sistema informático se encuentra bloqueado por lo que no voy a poder coger el vuelo a Eldoret que me permitirá llegar a Iten, mi destino, con premura.

Más información
Casado, contra las teorías genéticas

Gracias a la afable atención del personal de información me organizaron un nuevo viaje a mi destino que va a constar de un viaje en taxi hasta el centro de Nairobi cubriendo los últimos dos kilómetros en media hora por los famosos atascos de la capital y desde allí, un recorrido en matatu (furgonetas con capacidad de 8 a 12 personas que son el principal medio de transporte dentro de Kenia) que durará unas cinco horas hasta Eldoret. El precio de un viaje recorriendo gran parte del centro de Kenia fue de seis euros.

Los paisajes que pude observar son dignos de mención y la forma de vida que lleva esta gente me impactó desde el primer momento. Al lado de la carretera había caminos paralelos por los que muchas personas andan de un sitio a otro haciendo su día a día.

Después de parar a comer en un puesto de carretera en el que pude probar el ugali y el chapati (platos típicos con mucha carga de carbohidratos) pasamos por Nakuru y después llegamos a Eldoret. Otro matatu me llevó a Iten en 40 minutos. En todo este viaje pasas algún momento crítico debido a los adelantamientos que se hacen en las carreteras (de un carril por sentido), aunque ellos lo vean como algo normal.

Llegué al Centro de Alto Rendimiento de Lornah Kiplagat donde me recibieron con los brazos abiertos. Las instalaciones son de mayor calidad que todo lo que te puedas encontrar alrededor. Mi amigo Francisco España, que llevaba ya una semana allí, se alegró mucho de verme: "por fin puedo hablar en español", me dijo. Más tarde, me llevó con sus nuevos amigos y compañeros de entrenamiento. Me presentó a Mathew, a Mark y a Felix. Tres corredores kenianos completamente desconocidos para mí porque nunca han salido de Kenia, con piernas de alambre y una gran sonrisa.

Aunque desconocidos, entrenarme con ellos día a día me hizo ver su enorme calidad como atletas. Mucho mejores que yo en largas distancias, son auténticos maratonianos capaces de ganar cualquier carrera en Europa, solo que probablemente nunca llegarán a tener la oportunidad de salir de allí, como muchos otros.

Los jueves nos juntábamos unas 80 personas en el mismo sitio para realizar un fartlek. Un minuto fuerte y un minuto suave es una opción. La otra es dos minutos fuertes y un minuto suave. Wilson Kipsang (2h 4m en maratón), comienza a hablar. Como si fuera el gran jefe de la tribu, todos los presentes nos callamos para escuchar el tipo de entreno que había decidido que todos hiciéramos. Nos dijo que corriéramos dos minutos a un ritmo fuerte y uno suave 20 veces. Una hora de intenso esfuerzo. En voz alta, Wilson empezó la cuenta atrás: ten, nine, eight... one, go!!!

El primer minuto es siempre suave para que no haya problemas de contacto entre todos los corredores. Pero inevitablemente, cuando empieza realmente el entrenamiento en el segundo minuto, los empujones se suceden en una nube de polvo rojo, el de los caminos de Iten. La intensidad es altísima y la falta de aire te ahoga. El primer jueves fue durísimo para mí. Cuando llevaba menos de 20 minutos con ellos exploté y tuve que gritar a mi amigo Mathew: "Finish your training!" (¡acaba tu entreno), ya que quería esperarme por miedo a que me perdiera. El segundo jueves conseguí realizar 40 minutos con ellos y eso me dio una gran alegría por el buen síntoma de progreso y adaptación que estaba teniendo.

Pero de esta experiencia, sobre todo, destaco la calidad humana que esta gente desprende. Siempre han estado pendientes de nosotros. Si un día lo pasabas mal en el entrenamiento, ellos se frenaban y te esperaban. Siempre tenían una sonrisa para animarte y su apoyo nos ha venido genial para poder mejorar.

Después de una semana en Kenia llegó el resto de la expedición española, Fabiana Lafuente y Elena García. Llenas de motivación de cara al entrenamiento a realizar, poco a poco se fueron dando cuenta de que a 2.400 metros si empiezas muy fuerte lo acabas pagando con una buena pájara. De todos modos, según iban pasando los días se iban dando cuenta de que cada vez les costaba un poquito menos adaptarse.

Por otro lado, estaban también encantadas con el trato humano y se deshacían cuando los niños pequeños se ponían a correr a su lado preguntándoles cómo estaban. En cuanto se corrió la voz de que las musungus (blancos en suahili) repartían lapiceros y pinturas, todos los niños les buscaban.

Allí, en Iten, donde residen unos 800 corredores de fondo y mediofondo de un total de 2.000 habitantes, todos llevan camisetas técnicas de entrenamiento y de buenas marcas. Es cierto que muchas de ellas tienen agujeros de tanto usarlas y que sus zapatillas pueden tener parte de la suela despegada. Preguntándoles a ellos de dónde las conseguían (la mayoría no tienen recursos económicos) me responden diciéndome que todos los atletas son amigos, y si a uno muy bueno le manda ropa una marca comercial, todo lo que no necesita lo reparte entre los demás. La fuerza de los kenianos se basa, a parte del gran trabajo de entrenamiento realizado y de su enorme calidad como atletas, en su sentido de equipo. Toda su energía la mantienen unida y esto les hace imparables. La importancia y la alegría para los atletas de que un keniano gane es enormemente grande. Para nosotros, quizás, es algo difícilmente comprensible en un deporte indivual como el atletismo.

Arturo Casado, Kenia.

De toda su experiencia en Kenia, Casado se queda con el compañerismo de los atletas junto a los que se entrenaba. "Si un día lo pasabas mal, ellos se frenaban y te esperaban. Siempre tenían una sonrisa para animarte y su apoyo nos ha venido genial para poder mejorar".
De toda su experiencia en Kenia, Casado se queda con el compañerismo de los atletas junto a los que se entrenaba. "Si un día lo pasabas mal, ellos se frenaban y te esperaban. Siempre tenían una sonrisa para animarte y su apoyo nos ha venido genial para poder mejorar".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_