El vídeo de Gemma

Gemma Mengual no ha tenido este año ni un minuto libre. Bueno, tuvo "cuatro días para Semana Santa, y otros cuatro tras la última concentración en Málaga". Lo dice Laura, una de sus entrenadoras, al borde de la piscina del centro de alto rendimiento de Sant Cugat. En esta piscina al aire libre -50 metros de largo, al fondo los nadadores-, pasa un montón de horas la campeona de Europa. Hasta siete diarias. Este martes de julio la baña un sol endemoniado, así que hasta da un poco de envidia el chapuzón. Pero es igual en invierno. Mañana y tarde. Salvo el domingo.

Mengual no nada sola. Está también Andrea Fuentes, su nueva compañera en el dúo, más potente, menos plástica, seis años más joven, con la que ganó el Europeo. Y la canaria Paola Tirados, con la que tantas medallas se colgó. Y Raquel, Irina, Thais, Alba, Cristina, Gisela, Laura... 11 nadadoras (ocho competirán en los Juegos de Pekín). Tres entrenadoras. Y un vídeo. El Vídeo. Porque ese aparato, incrustado en un armario metálico del que también sale la música, es casi un entrenador más.

"Es un talento, una nadadora disciplinada y capaz de emocionar", dice su entrenadora

Nadan hasta siete horas diarias y hacen otra de preparación física o pilates

Cada vez que las chicas hacen un ejercicio, o una parte, se deslizan hasta el bordillo, se quitan la pinza de la nariz, y el cinturón de cuatro kilos que esta mañana llevan a la cintura, beben un poco de agua, si hace falta, se vuelven a untar bien de crema solar, si se lo pide el cuerpo, y revisan sus movimientos en un gran televisor. Fijan sus ojos en la pantalla para no perder detalle. A simple vista parece perfecto, pero ellas siempre ven defectos.

Gemma y Andrea trabajan el dúo con Laura, que es la encargada de grabar. "Andrea te has retrasado un poco". "Cada vez haces un principio diferente". "Me molesta más la grúa que el caballero" (dos movimientos). Repiten una y otra y otra vez cada parte del ejercicio. 1m 30s de coreografía; 1m de descanso. Vídeo y correcciones. Cuando se quitan las pesas "vuelan". Al otro lado Beth y Mayuko -japonesa, ex olímpica, llegada en 2005- diseccionan una de las coreografías del equipo. El idioma oficial es el catalán, pero se mezcla con el perfecto inglés de Mayu y algo de castellano. Falta Anna Tarrés, la creadora de todo esto, también nadadora, también olímpica (Los Ángeles 1984), la cabeza que ha puesto en el mapa a la sincro española -casi una treintena de medallas en Europeos y Mundiales desde 2000, ninguna olímpica-, la que ha hecho de Gemma una estrella. Falta físicamente porque en esta piscina no se mueve nada sin ella.

Son las 10.20 de la mañana y la sesión se alargará hasta pasadas las 14.00: "Siempre apuramos, hacemos lo más largo que se puede", dice Gemma sin que suene a queja. Antes de acabar ya hay un equipo de televisión esperando. "Es un bombardeo. Cada día, cada día...", dice la catalana y esta vez sí suena a queja. Pero luego sale de la piscina y se comporta como una profesional. Se cambia de bañador. Posa para la foto... Se nota que ha aprendido a vivir con ello.

Para entonces ya está Tarrés aquí. ¿Cambios en un año olímpico? "Tenemos más medios y podemos proyectar más este deporte". Con sus gafas rosas, sus mallas, camiseta de diseño y alpargatas de moda, tan morena como las chicas, parece más una actriz que una entrenadora. De Gemma, 31 años, una década en la élite, dice que "es un talento, una nadadora tocada por la exclusividad de sentir, de emocionar. Además es disciplinada, participativa, muy consciente del equipo".

Para las nadadoras el día ha empezado mucho antes. Sobre las nueve Mengual y compañía van llegando al gimnasio. Aunque en el agua parecen iguales, en este sótano sin luz natural lo único que las une es un intenso moreno y unos brazos y piernas torneados. Gemma no es de las más altas ni de las más bajas.

Allí les espera Víctor. Aunque la mayor parte de la puesta a punto se hace en el agua, ensayando una y otra vez, las chicas trabajan en seco una hora al día. Martes, jueves y sábado, preparación física personalizada. Apuntan los abdominales, las veces que saltan a la cuerda, las que han levantado una pesa. Todo. "Son muy profesionales y tienen los objetivos muy claros", resume el preparador físico, que lleva dos años con ellas. Cuando dejen el gimnasio volcará toda la información de la sesión en un ordenador -los ejercicios, las dolencias- y planificará la semana siguiente.

Los lunes y miércoles ahora hacen pilates. Pero en otras épocas hicieron hip-hop, ballet, cama elástica... "Han hecho de todo", reconoce Laura. Es una forma de mantener la motivación y de experimentar. Al principio de la temporada nadan y nadan y nadan para ganar fondo.

Gemma va a casa a comer porque vive en Sant Cugat. El resto, come aquí. A las 15.30 están todas de vuelta en la piscina, esta vez cubierta. Van a ensayar una de esas torres espectaculares que siempre acaban con una nadadora saltando desde lo alto. Un biomecánico está con ellas. Y el vídeo. Esta vez la imagen se divide en dos. Arriba, lo que vería cualquier espectador. Abajo, lo que sólo ven las cámaras submarinas. El biomecánico corrige sus posturas para lograr la mejor sincronización, el mayor impulso, el salto perfecto.

Luego volverán a su piscina, a la grande. Al sol de la tarde de julio. A la música. A hacer partes, ejercicios, la entrada al agua. Otro par de horas. Siempre con el vídeo y con una sola meta. Convertir en medallas lo que hace cuatro años, en Atenas, fueron dos cuartos puestos.