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¿Quien avala al avalista?

Juan Ignacio Crespo

Desde el miércoles 31 la amenaza de una nueva tormenta en los mercados de crédito ha comenzado a girar en torno a un tipo de empresas especializadas poco o nada conocidas en España: las llamadas compañías de seguros monoline. Estas compañías de seguros concentran su actividad en conceder avales a las emisiones de bonos y obligaciones realizadas por otras empresas o instituciones. Gracias a ese aval las empresas avaladas pagan un tipo de interés más bajo por sus emisiones de bonos ya que los avalistas suelen gozar de la calidad crediticia máxima. A pesar de lo poco conocidas que son, entre ellas hay algunos gigantes como MBIA o Ambac. Otras son Radian o MGIC.

Este tipo de actividad se inició a mediados de los setenta avalando emisiones de los municipios norteamericanos. Si están ahora de actualidad es porque las empresas de este sector han venido avalando en los dos últimos años emisiones de CDO (credit default swaps), los instrumentos que están en el centro del problema crediticio por tener dentro de su complicada estructura de inversión emisiones de bonos procedentes de titulizaciones hipotecarias.

La cotización en Bolsa de los 'monolines' , los avales de los avalistas, ha experimentado desde principios del verano pérdidas entre el 50% y el 90%

La cotización en Bolsa de los monolines ha experimentado desde principios del verano pérdidas de entre el 50% y el 90%. Esas caídas en Bolsa se aceleraron la semana pasada al presentar alguna de ellas pérdidas trimestrales por primera vez en su historia y arreciar los comentarios sobre la capacidad que tienen de mantener su calidad crediticia, verdadera piedra de toque del negocio.

¿Por qué es crucial que esa calidad crediticia o rating se mantenga? Porque si las agencias de rating decidieran reducírsela se produciría también un descenso automático del rating de las emisiones de bonos avaladas por ellas, con la consiguiente caída de precio de esas emisiones y la acumulación de pérdidas en las carteras de inversión que las tuvieran entre sus activos. Es más, muchos inversores institucionales, que tienen criterios aprobados por sus consejos de administración de no realizar inversiones por debajo de un determinado rating, se verían obligados a vender las emisiones que ya no cumplieran esos criterios como consecuencia de la pérdida de calidad de las emisiones avaladas por los monolines, lo que las llevaría a nuevas caídas de precio. Se provocaría así una espiral en la que, a su vez, se deterioraría de nuevo la calidad crediticia de los monolines (téngase en cuenta que si decae la calidad crediticia de las emisiones avaladas aumenta la probabilidad de que las empresas monoline tengan que hacer frente a la ejecución de los avales que prestaron a esas emisiones). O lo que es lo mismo, se incrementarían las dudas sobre la capacidad de los monolines para hacer frente a sus compromisos como avalistas, lo que sería bastante peor.

Hasta ahora los monolines han mantenido el respaldo de las agencias de calificación. Ambas, agencias y empresas monolines, aseguran que el riesgo hipotecario avalado a través de CDO no supera el 4% de su riesgo total avalado y no dan excesiva importancia al hecho de que éste supere en 150 veces sus recursos propios. Sin embargo, el coste de avalar, a su vez, a estas empresas avalistas se ha incrementado considerablemente desde la semana pasada: en el mercado de CDS, el coste de avalar 10 millones de dólares de deuda a cinco años de alguno de los monolines había pasado de 185.000 dólares anuales de hace un mes a 620.000 dólares. Algo que es más propio de una emisión de bonos basura que de una empresa a la que las agencias de rating siguen asignando la máxima calidad crediticia de AAA. Si pensamos que el volumen de emisiones avaladas por las monolines supera los tres billones de dólares, más vale que las agencias de calificación no yerren el juicio esta vez.

Juan Ignacio Crespo es director europeo en Reuters Gestión de Activos.

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