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El espejismo de Río Narcea Gold Mines

Miguel Ángel García Vega

Río Narcea Gold Mines llegó a Asturias en 1994 con grandes expectativas. Por primera vez desde tiempos de los romanos, y descontando algunas tentativas fallidas a mediados del siglo pasado, se iba a extraer industrialmente oro del Principado. La multinacional canadiense, una firma reconocida en el sector, desembarcó con fuerza, acaparando espacio periodístico en prensa, radio y televisión. Ahora, la aventura toca a su fin... y las alabanzas se han tornado en críticas.

A primeros de año cesará la explotación subterránea de sus dos yacimientos auríferos: Belmonte y Salas, y se ha aprobado el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) para 160 trabajadores. Al tiempo, a la empresa han llegado ofertas -la más firme corresponde a una compañía turca- por sus dos instalaciones. Y mientras esto sucede, las asociaciones ecologistas critican la negativa repercusión medioambiental que, a su juicio, ha tenido su actividad en la zona.

La explotación ha llegado al final de su capacidad de extracción -conforme a algunas fuentes- debido a la mala calidad de las rocas a las que está asociado el oro. Aunque, según comentó en su día el comité de empresa de la mina, las condiciones del mineral son "las mismas que existían cuando la compañía realizó los estudios de viabilidad pertinentes". Paradójicamente, hace sólo dos años se preveía un aumento de la producción del 25% y ahora extraer el mineral ya no es rentable.

Para complicar más la situación, Río Narcea reclama al Principado (o sea, a las arcas públicas) unos cien millones de euros por no permitirles abrir una nueva mina a cielo abierto en la zona de Salave (Tapia de Casariego), a la que "se han opuesto todos los tapiegos", dice Julio Barea, portavoz de Greenpeace. En esta área, la firma canadiense tenía aprobada la concesión de la explotación -incluso se había expropiado algún terreno para tal fin- y se estimaba en 50 toneladas de oro su capacidad aurífera.

Otro asunto pendiente es la balsa donde se han ido acumulando los vertidos procedentes de la actividad minera. "Actualmente, en ella se almacenan 4.000.000 de toneladas de material muy contaminante, como cianuro", denuncia Javier Barea. Esta versión es rebatida por la empresa, que afirma que los vertidos son inocuos. La compañía, eso sí, anuncia que tiene la intención de continuar con sus prospecciones de este precioso metal en Extremadura.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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