_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Alemán malo, alemán bueno

Xavier Vidal-Folch

No importa que el sucesor de Jean-Claude Trichet al frente del Banco Central Europeo (BCE) sea alemán. Sería idiota vetar una nacionalidad. Y a muchos les pone esa opción, como mensaje de rigor. La cuestión es: ¿qué tipo de alemán?

El presunto gran tapado presidente de la Bundesbank, Axel Weber, es un alemán malo. Porque ha roto la disciplina interna, al desafiar la decisión colectiva de comprar deuda de países en apuros; porque propugna una política monetaria inflexible; porque como incompetente supervisor de la banca de su país es culpable de su sideral agujero.

¿Quién es Weber? Así lo retrata un alto eurócrata para la libreta del columnista: "Viene de la academia y de la escuela del Buba, el macizo de la raza de la ortodoxia, y aunque coqueteó con cierta preocupación por el crecimiento, ya solo le obsesiona la inflación, de forma tan obsesiva que resulta impulsivo y por eso lanza tantos torpedos intempestivos".

Hay incompetentes como Weber, y talibanes como Stark, pero también tipos ponderados como Regling

"No es un payaso como Jurgen Stark", añade un alto banquero que trata también a su paisano Stark, economista-jefe del BCE, "pero arrastra un problema de comunicación". "Es ciclotímico, pasa sin motivo del desespero al entusiasmo y al revés, lo que destruye su credibilidad; es muy ortodoxo", detalla, "aunque no tan talibán como Stark", concluye.

Si sucediese a Trichet, "simbolizaría el rapto de Europa a cargo de Alemania", ha escrito David Marsh, un buen periodista algo demasiado anglosajón, autor del sugestivo, aunque denso, The euro: the politics of the new global currency (Yale, 2009) ."Supondría un riesgo para el euro, se preocupa por una inflación que no hay, sin dar importancia al peligro deflacionario de una larga recesión", le reprocha ásperamente Paul Krugman.

Ese es precisamente el talón de Aquiles de Stark, quien en junio de 2008, en vez de otear la crisis, la caída de Lehman y el peligro de deflación, enloquecido por la inflación (!que declinaba!), presionó por, y logró, un alza de los tipos de interés: la peor decisión en la historia del BCE (Aves carroñeras, en estas páginas, 21 de enero de 2010).

Pero hay otros buenos alemanes en ejercicio (e italianos y finlandeses y...), o al menos más ponderados. Como Klaus Regling, el director del Fondo de Rescate de la UE, alguien que ha visto más mundo: el ministerio alemán, claro, pero también la Comisión, la City, el FMI, Bruselas, Londres, Washington, Yakarta.

Tiene pues la ventaja de concitar confianzas variadas. Es valiente al reconocer que la anterior década económica alemana fue "muy mala por culpa de la unificación". No es tremendista: "Ningún país industrializado ha suspendido pagos desde la última Guerra Mundial". Es positivo: "Como demuestra Letonia, los planes de estabilización con ayuda, aunque penosos, pueden tener éxito, a diferencia de lo que pide cierta prensa británica obcecada porque alguien suspenda pagos". Es riguroso, pero no enfermizo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_