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Reportaje:Economía global

China empieza a contagiarse

El gigante asiático ya nota el impacto de la ralentización económica mundial

Cuando el pasado septiembre estalló la tormenta financiera mundial, pareció que China atravesaría casi inmune el temporal, gracias a sus cuantiosas reservas de divisas (casi dos billones de dólares) y un sistema financiero cerrado. Pero, a medida que la crisis se profundiza, los efectos se están dejando notar sobre la cuarta economía del planeta, cada vez más interconectada con el resto del mundo.

Tras cinco años de crecimiento anual de dos dígitos, Pekín prevé que el PIB (producto interior bruto) aumente en 2008 a menor ritmo -un 9,8%-, mientras que los bancos de negocios extranjeros sitúan el porcentaje para el año que viene por debajo del 8%. Una cifra envidiable para otros países, pero peligrosa para China, ya que se acerca al mínimo del 7% que el Gobierno considera que debe crecer el país para crear suficiente empleo y asegurar la estabilidad social.

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El primer ministro, Wen Jiabao, lo ha advertido sin tapujos. "Este año será el peor de los últimos tiempos para nuestro desarrollo económico", ha afirmado Wen en un artículo publicado el pasado fin de semana en Qiushi (buscando la verdad), una revista del Comité Central del Partido Comunista Chino. "La crisis financiera global y el descenso económico están empeorando. La presión inflacionista sigue siendo fuerte, mientras que los precios del petróleo, a pesar de algunas correcciones, continúan altos. Todos estos factores negativos han afectado y continuarán afectando a China".

La prueba ha venido con los datos del tercer trimestre, publicados el mes pasado, que mostraron una desaceleración continuada de la economía: creció un 9%, frente a un 10,1% en el segundo trimestre y un 10,6% el primero. El superávit comercial, aunque alcanzó 180.900 millones de dólares hasta septiembre, fue un 2,6% inferior al del año pasado por las mismas fechas, debido a la ralentización de las exportaciones.

Las declaraciones del primer ministro han sido interpretadas como una llamada de atención a algunos dirigentes del partido, que discrepan sobre hasta qué punto la crisis mundial puede afectar. China salió bastante bien parada de la debacle asiática de 1997, pero su dependencia del exterior ha subido desde entonces, hasta el punto de que en 2007 las exportaciones representaron el 40% del PIB.

"Sin un cierto ritmo de crecimiento económico, habrá problemas de paro, ingresos fiscales y desarrollo social, y los factores que dañan la estabilidad social aumentarán", ha señalado Wen.

En las regiones más industrializadas ya ha comenzado a sentirse el impacto. Miles de obreros del sector juguetero se han quedado en la calle en la provincia sureña de Guangdong. La caída de pedidos extranjeros, especialmente estadounidenses, sumada a los crecientes costes laborales, la apreciación del renminbi (o yuan) y las mayores exigencias de calidad, que ya venían de atrás, ha provocado el cierre de muchas fábricas. En algunas ciudades, las empresas han recortado el salario a sus empleados, o, simplemente, no contratan.

Otras cifras corroboran la situación. La producción industrial tuvo en septiembre el nivel más bajo de crecimiento de los últimos seis años, mientras que las ventas inmobiliarias se han desplomado en ciudades como Pekín y Shanghai.

Los líderes chinos han asegurado que la mejor estrategia para cruzar la tormenta es mantener el crecimiento y ajustar la estructura de la economía sin perder de vista el control de la inflación, que fue del 4,6% en septiembre, y del 7% en los nueve primeros meses. Se trata, según dicen, de la mejor aportación que puede hacer China -cuyo PIB representa el 6% del mundial- a la economía global para vadear las aguas turbulentas. "Si un país de 1.300 millones de habitantes puede mantener un crecimiento económico estable y relativamente rápido, eso es una gran contribución al mundo", ha afirmado Wen.

Pekín se ha fijado como prioridad impulsar el consumo interno "para disminuir la excesiva dependencia de la demanda exterior", con la mira puesta en las zonas rurales, donde vive alrededor del 60% de la población. Mientras tanto, ha desplegado una amplia batería de medidas, como la reducción de las cargas fiscales a la compraventa de vivienda, el apoyo al consumo familiar, y una mayor inversión en infraestructuras, en particular, el ferrocarril. En paralelo, ha recortado tres veces los tipos de interés en los dos últimos meses.

A pesar de los nubarrones, Ma Jiantang, director de la Oficina Nacional de Estadísticas, aseguró el domingo pasado que la economía china tiene una base sólida y mantendrá un crecimiento estable, aunque reciba las sacudidas de la crisis internacional, y dijo que el país cuenta con medios suficientes para estimular la inversión y el consumo doméstico, que, según recordó, sigue siendo bajo comparado con otros países. "El potencial es enorme", señaló.

El Gobierno está empeñado en que los ciudadanos compren más, pero muchos son reacios, debido a la falta de cobertura sanitaria y de jubilación, especialmente en el campo. Las ventas minoristas -un buen indicador del consumo- crecieron un 23,2% en septiembre, y un 22% en los nueve primeros meses. Pero el banco de negocios BNP Paribas cree que caerán de forma importante en el primer trimestre de 2009, porque la crisis está afectando a los ingresos de muchas familias. Standard Chartered estima que la economía china crecerá el año que viene un 7,9% -en 2007 lo hizo un 11,9%-, mientras que UBS rebaja la cifra hasta el 7,5%, y Credit Suisse, al 7,2%, cerca del umbral que evoca el fantasma del paro en este país de 1.300 millones de almas.

Trabajadores procesan carne de pollo en la planta que la multinacional estadounidense Tyson Foods tiene en la provincia de Shandong.
Trabajadores procesan carne de pollo en la planta que la multinacional estadounidense Tyson Foods tiene en la provincia de Shandong.BLOOMBERG

El fantasma del paro

Cuando los líderes chinos se asoman a las ventanas de su país, ven claramente su fuerza y su debilidad: una inmensa masa laboral. Fuerza, porque ha permitido, gracias a su bajo coste, convertir China en la fábrica del mundo y que la economía haya aumentado a una media anual del 9,8% entre 1979 y 2007. Debilidad, por la dificultad de asegurar un crecimiento sostenido que proporcione suficientes empleos a los 15 millones de jóvenes que se incorporan cada año al mundo del trabajo y a las decenas de millones de personas despedidas por la reestructuración de las empresas estatales.

Los efectos de la crisis mundial suponen una seria amenaza para esta fuerza laboral "casi infinita", como la han definido algunos economistas, y preocupan seriamente al Partido Comunista, que ha buscado legitimarse en el Gobierno, en buena parte, gracias al extraordinario crecimiento experimentado desde que Deng Xiaoping puso en marcha las reformas en 1978.

El fantasma del paro está ahí. Y así lo ha recordado esta semana el ministro de Recursos Humanos y Seguridad Social, Yin Weimin, en el Diario del Pueblo, órgano oficial del partido. "Esperamos que el impacto sobre el mercado de trabajo aflore gradualmente en la primera mitad del año que viene si no respondemos a tiempo y de forma efectiva".

A finales de septiembre, el paro urbano registrado fue del 4% (8,3 millones de personas), el mismo valor que un año antes. La magnitud del problema, sin embargo, probablemente sea mucho mayor, ya que esta cifra sólo incluye a los residentes de las ciudades que no tienen trabajo y se han inscrito para disfrutar de los beneficios de desempleo. Es decir, no tiene en cuenta los inmigrantes rurales que trabajan en las ciudades si se quedan en la calle, los parados en el campo ni los trabajadores despedidos de las empresas estatales. -

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