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La crisis del euro | El impacto mundial
Columna
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La City reparte basura

Xavier Vidal-Folch

¿Por qué Reino Unido ha vuelto a boicotear esta semana la tasa Tobin que gravaría las transacciones financieras, al menos en la UE? La idea, ya articulada en una sólida propuesta de directiva -COM(2011) 594 final- de Bruselas, pretende recaudar 57.000 millones de euros anuales gravando las compraventas de acciones con un impuesto de un 0,1% y las de derivados con un 0,01%. El propósito es triple: nutrir al presupuesto comunitario, desalentar a los especuladores, y poner a disposición de los Estados de la UE un remanente, algo siempre gozoso en tiempos de tribulación.

La última cumbre del G-20 en Cannes declaró con simpatía su "conocimiento de la iniciativa tomada por varios de nuestros países" para este impuesto Robin Hood, como algunos le conocen. A diferencia de la cumbre de Toronto, que en junio del año pasado solo constató, gélidamente: "Algunos países están buscando establecer una tasa financiera; otros países están buscando otras alternativas". El cambio de tono, facilitado por un Washington benevolente, llegó tras intensas presiones de Francia y Alemania, y la complicidad de Argentina y Brasil. Si Reino Unido siguiese bloqueando, advirtió el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schauble, la eurozona debería ignorarlo, y actuar sin él (hay base para ello: el artículo 136 del Tratado).

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La tasa se liquidaría en la ciudad-sede de las entidades financieras, esto es, mayoritariamente en Londres. La City recaudaría así 10 veces más que París y cinco veces más que Fráncfort. Pero el Gobierno de su majestad sigue oponiéndose, cada vez con frases más estentóreas. Alega que esa tasa desviaría su capitalidad financiera hacia Hong Kong u otros rincones, hipótesis más que discutible. En realidad, lo que ocurriría de inmediato es que una tasa Tobin desincentivaría las finanzas-basura: esas en las que la City es líder mundial.

Todos los días se compran y se venden derivados (los más funestos, los CDO u obligaciones de deuda colateralizada, o garantizada, por sus siglas en inglés) por una cantidad superior al billón de dólares, en operaciones cerradas en gran parte desde la City, donde tienen su cuartel general. Los derivados, activos financieros que no traducen transacciones de productos reales, sino virtuales, fueron la causa de la quiebra de la aseguradora AIG, tras Lehman Brothers, y de la intoxicación de otras: el equipo de AIG que suscribió los seguros (CDS) que la arruinaron tenía su base en Londres.

Las entidades financieras, de Wall Street y de la City, ocultaban y ocultan algunos de estos activos envolviéndoles en vehículos de objetivo especial sitos en -hoy semi- paraísos fiscales que son auténticos terminales de la City, como los territorios británicos de las islas Caimán, las Bermudas o las islas Vírgenes.

Fue también en la City donde Goldman Sachs puso su pica en Europa, a raíz del Big Bang financiero de Margaret Thatcher que en 1986 abrió la plaza a las entidades extranjeras. Fue desde su oficina de la City que la banquera Antigona Loudiadis enmascaró la contabilidad de Grecia para que pudiera incorporarse a la moneda única en la segunda vuelta, en 2002: "El expediente estaba hábilmente planteado, íbamos a piñón fijo, hay tanto dinero por ganar que uno apenas profundiza", confesó al periodista Marc Roche uno de su equipo. Loudiadis fue premiada con la presidencia de una compañía de seguros del grupo.

Fue también desde ahí desde donde Goldman buscó ayudas para el quebrado Northern Rock, en 2007; y en 2009, con Lloyds; y en 2009, cuando intentó aliviar la agonía del Royal Bank of Scotland, ahíto de activos tóxicos del fondo ultraespeculativo Abacus... que la propia Goldman le había endilgado, bueno, al banco holandés que compraron los escoceses, el ASBN Amro; y al alemán IKB. Y donde protagonizó un intento de chantaje al Gobierno de Gordon Brown cuando este puso un impuesto del 50% a los bonus de los banqueros, amenazándole con largarse. Fue también desde Londres donde se bautizó a los principales países emergentes como BRIC, y el banco inició la operación de seducirlos.

Más recientemente, el pasado septiembre, desde Londres, al bróker de la suiza UBS (ese refugio dorado para delincuentes fiscales), Kweku Adoboli, se le destapó un desfalco de 1.500 millones de euros en "operaciones no autorizadas", consistentes en especulativos, y ocultos, contratos de futuros. El banco se tambaleó, como resultado de la caída en picado de sus acciones, lo que irritó a fondos soberanos copropietarios como la Corporación de Inversiones de Singapur: tuvo que echar al consejero delegado. La UBS reincidía en la fetidez: ya estuvo a punto de quebrar por haber estafado demasiado con las hipotecas basura de Lehman en 2008, de lo que se salvó gracias al rescate del Gobierno suizo. "La City siempre desea hacer dinero demasiado rápidamente y asumiendo muy poca responsabilidad... y solo aspira, como en un casino, a conseguir un rendimiento espectacular en el plazo más breve posible", concluye la magnífica investigación de John Lanchester (¡Huy!, Anagrama, Barcelona, 2010). ¿Queda claro?

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