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Cumbre de Pittsburgh

EE UU urge al G-20 a tomar medidas para equilibrar el crecimiento mundial

Obama se queja de que China, Alemania o Japón dependan mucho del consumo en su país - "Lo más importante es la regulación financiera, no otros asuntos", replica Merkel

Alejandro Bolaños

La mayor crisis económica en medio siglo, que empieza a aflojar tras golpear muy duro, fue, antes que nada, financiera. Cuando quedó claro que muchos bancos habían colocado millones en activos arriesgados y opacos, sin valor tras el desplome inmobiliario, el crédito se batió en retirada y causó estragos. En Londres, el G-20 acordó sanear la raíz del problema con la puesta en marcha de una regulación mucho más estricta. Pero ante la nueva cita del club de los países ricos y emergentes, que comenzó ayer en Pittsburgh, EE UU presiona para poner otro protagonista en escena: la excesiva dependencia de otras grandes economías, como China, Alemania o Japón, del voraz consumismo estadounidense.

Algunos países deben introducir estímulos a la demanda interna
El ajuste pasa, necesariamente, por que se aprecie la moneda china
Hay consenso en que es necesario mantener los estímulos fiscales
Sarkozy insiste en que se limiten los 'bonus' a banqueros e intermediarios
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El agujero financiero pasó desapercibido para los supervisores de los mercados hasta que fue demasiado tarde. Pero muchos expertos señalan que fue la abundancia de dinero barato lo que hizo que el agujero creciera de forma descomunal. Ahí se culpa a unos tipos de interés demasiado bajos. Y, sobre todo, al desequilibrio en las pautas de crecimiento: el exceso de reservas de grandes países exportadores o productores de petróleo ha garantizado combustible al endeudamiento estadounidense. Es un análisis muy extendido, pero la insistencia de EE UU en que el G-20 debe adoptar ya medidas contra esa nociva relación levanta suspicacias. "No hay que buscar temas alternativos, lo importante es la regulación de los mercados financieros", advirtió ayer la canciller alemana, Angela Merkel.

La cumbre de Pittsburgh, que se puso en marcha a última hora de ayer con una cena oficial, está llamada a poner negro sobre blanco el acuerdo adoptado por el G-20 en abril para desarrollar normas que limiten el riesgo excesivo en las inversiones de la banca y dar más poder a los supervisores. Merkel, que habló con la prensa en Berlín antes de partir a EE UU, dejó claro que no quiere cortinas de humo. "Pittsburgh será decisivo en determinar si la regulación financiera sigue siendo un tema esencial, para nosotros es el más importante", insistió la dirigente alemana.

El resultado de la cumbre se conocerá hoy, apenas dos días antes de que Merkel afronte elecciones en su país, donde parte como favorita al frente de la CDU. La cercanía de los comicios se dejó notar en el tono de sus declaraciones -"los políticos debemos tener coraje para tomar medidas que no reciban el aplauso inmediato de los banqueros"- y sobre todo en las de su ministro de Economía, Peter Steinbrueck, del PSD, el partido que rivaliza por la victoria electoral: "Hay una oposición creciente a las reformas desde la City de Londres, pero también desde Wall Street".

La alusión a Reino Unido no era baladí. Pese a su compromiso, dentro de la UE, a hacer de la reforma financiera el asunto prioritario de la cumbre, el primer ministro británico, Gordon Brown, ha sido uno de los principales valedores de la propuesta estadounidense. "Querríamos ver a países como China importando más de otros países, muchas veces las reservas no se usan de forma constructiva", dijo en Nueva York.

Los socios europeos de Brown ven en ese cambio de prioridades la larga mano de la City londinense. No en vano, el sector financiero británico es equivalente al 15% del PIB nacional, un peso sin parangón en otros países avanzados. Pero las cifras también dan argumentos para llamar la atención sobre los desequilibrios de la economía mundial: El consumo privado supone más del 70% en EE UU y Reino Unido, cuando en China apenas alcanza el 35%. Los estadounidenses ahorran un 3% de su renta disponible, los chinos casi el 40%. Si eso no cambia, el incentivo a una nueva era de endeudamiento masivo en las dos principales plazas financieras del mundo es indudable.

"Tenemos que poner al mundo en el camino de un crecimiento más sostenible, más equilibrado", sostuvo el miércoles el secretario del Tesoro de EE UU, Timothy Geithner, como corolario a la propuesta que la delegación estadounidense divulgó a través de Reuters el lunes pasado. En ella, se insta a que los países coordinen sus políticas económicas y a que los ajustes para elevar el ahorro y reducir la deuda en varios países (EE UU o Reino Unido) se acompasen con estímulos a la demanda interna en otros (China o Alemania). En el documento, EE UU plantea que los ministros de Economía se reúnan en noviembre para impulsar un "marco de cooperación", sin más detalles, y esquiva asuntos peliagudos, como que ese deseado ajuste pasa, casi necesariamente, por que China aprecie su moneda.

Que EE UU llame la atención sobre los desequilibrios del crecimiento económico no quiere decir, sin embargo, que haya dejado de lado su propia reforma financiera. "El tiempo es ahora el principal enemigo", indicó Geithner esta semana ante un comité del Congreso para exigir que se agilice la ambiciosa reforma propuesta por la Administración Obama, que da amplios poderes de supervisión a la Reserva Federal.

"Nosotros insistiremos en que haya límites a los bonus de traders y banqueros", recalcó el presidente francés, Nicolas Sarkozy, en una entrevista con la televisión de su país como recordatorio de una de las principales desavenencias con EE UU en el frente financiero. En lo que sí parece haber consenso, según los borradores manejados hasta ahora, es en la necesidad de mantener los estímulos fiscales para sostener la economía. Una teoría que casa mal con la práctica de algunos países, como España, que plantean ya medidas en sentido contrario ante el peso creciente del déficit público.

La canciller alemana, Angela Merkel, desciende del avión tras aterrizar en el aeropuerto de Pittsburgh.
La canciller alemana, Angela Merkel, desciende del avión tras aterrizar en el aeropuerto de Pittsburgh.EFE

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