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España encara un lustro en blanco

La recuperación de la economía será tan lenta que el PIB anterior a la crisis no volverá hasta 2014

Claudi Pérez

EE UU en los años treinta y Japón en los noventa sufrieron los estragos de una década perdida: cayeron en una peligrosa trampa económica de la que tardaron años, muchos años en salir. El Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica que la crisis dejará en España una cicatriz profunda que recuerda en especial al caso japonés. Augura un lustro perdido, en el que hasta 2014 no se recuperarán los niveles de riqueza alcanzados en 2008 -punto final de un exitoso ciclo de bonanza que empezó hace ahora 15 años-, según las cifras elaboradas por este diario a partir de las previsiones de un FMI, que en Estambul muestra un pesimismo sin fisuras con respecto a la economía española.

España se enfrenta a un largo invierno del descontento, a una travesía del desierto que se traducirá en una recuperación más lenta que la de los grandes países del G-20 o que los de la eurozona porque a la crisis internacional agrega una crisis doméstica: el reventón inmobiliario y unas cifras de desempleo sin parangón. El Fondo, la Comisión Europea y la gran mayoría de los analistas coinciden en ese punto de vista. El Gobierno español disiente.

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Con los datos del FMI, España será el único país de la zona euro que seguirá en recesión en 2010, con la excepción de Irlanda. Y tardará más que la mayoría en salir: EE UU, Canadá y Francia recuperarán los niveles de PIB previos al batacazo actual en 2011. Japón y Reino Unido lo harán en 2012. Sólo Alemania e Italia comparten con España ese perfil sombrío, ese lustro perdido: su convalecencia no finalizará hasta 2014.

Tanto en la sobria sede de Washington como en la exuberante Estambul, lo más interesante del Fondo ocurre en los pasillos, en los aledaños de la cumbre, lejos de los despachos. En uno de esos pasillos y al ser preguntado por las razones del Fondo para vislumbrar un horizonte tan oscuro, uno de los funcionarios del FMI se encoge de hombros: "No somos expertos; somos cínicos", dispara. Y añade: "La crisis ha ido arrancando capas a la economía española, como si se tratara de una cebolla, y ahora que lo peor ha pasado y que algunos empiezan a salir del pozo aparece el rey desnudo. En España persisten en carne viva los excesos iniciales: enorme burbuja inmobiliaria, enorme endeudamiento, enorme déficit exterior, enormes problemas en el mercado laboral". El propio número dos del FMI, John Lipsky, asegura en una conversación con EL PAÍS que el organismo "podría haber sido aún mucho más pesimista" con la economía española.

El Fondo puede equivocarse -y lo hace a menudo, por cierto-, y es posible que a las cifras les sobre un punto de sal, de desánimo. Pero las tendencias que están tras esos números son menos atacables. Así lo cree el británico Niall Ferguson, historiador económico de Harvard. "La resaca va a ser más dura y prolongada en España, que tiene lo peor de las crisis de varios países anglosajones, una burbuja inmobiliaria y un altísimo endeudamiento, pero no la opción de devaluar la moneda para suavizar las presiones. Así que prepárense: esto va a ser doloroso", remata.

Los expertos consultados en la cumbre de Estambul tienen el mismo pálpito, como apunta Daniel Gros, director del Centro de Estudio de Política Europea. "La construcción triplicó su peso en unos años, y ahora tiene que corregirse con dureza. Japón tardó 10 años en recuperarse de la burbuja; no veo por qué en España tiene que ser diferente". Jim O'Neill, de Goldman Sachs, coincide. "Cuando la crisis va decayendo, sobresalen los excesos iniciales. Irlanda, España y EE UU se enfrentan a un largo castigo".

Jesús Fernández-Villaverde, economista de la Universidad de Pensilvania, incide en el póquer de excesos y apunta otra idea. "Las cajas no han limpiado sus balances, y sin eso todo es mucho más difícil, como pasó en Japón. La política del Gobierno, especialmente la fiscal, es incoherente".

Esa referencia al Gobierno remite de nuevo a la trampa japonesa: a mediados de los noventa, cuando parecía que la economía empezaba a dar señales de vida, el Ejecutivo nipón aprobó una fuerte subida de impuestos ante el temor a que el déficit público se le fuera de las manos. Lo pagó con una crisis redoblada. Y algo así pasó en EE UU en los años treinta. En el caso español, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero apoyó en Pittsburgh, en el G-20, el mantenimiento de los estímulos fiscales hasta que la recuperación sea robusta. Pero a renglón seguido el Gobierno aprobó una notable subida de impuestos cuando aún queda al menos un año de recesión.

"Es un momento fatal para subir impuestos", asegura Luis Garicano, de la London School of Economics. "Si Alemania y Francia se empiezan a recuperar, el Banco Central Europeo va a subir tipos cuando probablemente la economía española aún esté en recesión. Si a eso se suma una política fiscal restrictiva y la falta de reformas estructurales de calado, lo de menos sería un lustro perdido: es perfectamente posible que la salida sea aún más lenta si no hay voluntad política de hacer cambios en profundidad".

Las recetas del Fondo para España van en la línea de esas reformas estructurales. Nada nuevo bajo el sol: eran exactamente las mismas cuando el FMI tenía un marcado sesgo liberal, y nada ha cambiado con el rol neokeynesiano que ha adoptado con esta crisis telúrica. Sus propuestas van en tres frentes: "La competitividad debe mejorar, España no puede mantener un déficit exterior indefinido", explica Ajai Chopra, subdirector del Fondo para Europa. Dos: "El déficit fiscal debe corregirse para prevenir futura crisis fiscal". Y tres: "El mercado laboral no funciona, se ajusta vía cantidades (despidos) pero no vía precios (recorte de salarios)".

Hay pronósticos más optimistas. Juan Ignacio Crespo, de Thomson Reuters, explica que España se va a beneficiar de la mejoría en la eurozona y en EE UU. "El FMI no acierta, la competitividad española se ha disparado por el fuerte ajuste del empleo: el sector exterior no ha perdido mercados. La banca sigue fuerte a pesar de los agoreros. El paro llegó al 25% en la última etapa de Felipe González y la economía española salió de la recesión como un tiro, y lo mismo va a suceder ahora: saldrá como los demás, trimestre arriba trimestre abajo, aunque vienen unos años de altibajos para todo el mundo". José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, comparte esa visión: "Buena parte del ajuste inmobiliario ya se ha hecho y el sector exterior mejora. Ha pasado el huracán y ahora hay que reparar los destrozos, pero no veo por qué España lo tiene que pasar peor".

Una de las ventajas de una crisis feroz es que matiza muchos prejuicios. En el mundo ha caído el mito de la superioridad del mercado sobre el Estado; en España y EE UU, el mito de que la vivienda no podía bajar. Pero uno de los problemas de este tipo de crisis es que nacen otras ideas que de nuevo parecen indiscutibles: se impone un Estado del Bienestar más permeado por el mercado. Habrá reformas: la crisis obliga. Falta saber en qué dirección.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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