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La primera crisis del euro

Hungría da marcha atrás para calmar a los mercados y a la UE

El Ejecutivo de Orbán se desdice y descarta ahora la suspensión de pagos

Al nuevo Gobierno húngaro, presidido desde hace una semana por Viktor Orbán, le han bastado tres días para decir una cosa y la contraria. El jueves, dirigentes del partido gobernante (Fidesz), de centro-derecha, acusaron al anterior Ejecutivo socialista de falsear las cuentas y de colocar al Estado al borde de la quiebra. El viernes, el portavoz del Gobierno, Péter Szíjjárto, amplificó el mensaje: "Esas declaraciones no son exageradas". El sábado resultó que sí lo eran. "Comentarios así son exagerados y es desafortunado que lo hicieran colegas", mantuvo el secretario de Estado, Mihaly Varga. Entremedias, otro incendio en los mercados financieros y otro boquete en la credibilidad de los organismos internacionales.

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A primera hora, auxiliado por el cambio horario, el comisario de Economía de la UE, Olli Rehn, marcó desde Corea del Sur -donde asistía a una reunión del G-20- el tono de lo que debía ser una rectificación en toda regla. Cualquier insinuación de que Hungría podía suspender el pago de su deuda pública no era exagerada, sino "extremadamente exagerada", según proclamó ante la prensa. En otro registro, la vicepresidenta económica española, Elena Salgado, también en Corea, unió su voz como representante de la presidencia de turno de la UE: "Hungría ha tomado medidas muy valientes para reducir el déficit y seguro que seguirá haciéndolo". El director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, optó por morderse la lengua."Estoy sorprendido", se limitó a decir.

"El Gobierno hungaro no tiene ningún problema para financiar el gasto público, eso está fuera de cuestión", recalcó Varga, en un indisimulado intento de apaciguar a los inversores. Desde el fiasco de las cuentas griegas, el mercado de deuda pública concentra las tensiones del sistema financiero, lo que ha obligado a varios países, España incluida, a acelerar sus planes de ajuste del gasto público. Al acusar al anterior Ejecutivo húngaro de seguir el (mal) ejemplo griego y mentar las palabras malditas -suspensión de pagos-, el Gobierno de Orbán puso a prueba a los mercados, con un resultado predecible: no solo perdieron la deuda pública húgara, el florín y la Bolsa de Budapest; el euro, el resto de bolsas europeas y los bonos de otros países, con España a la cabeza, también encajaron un buel golpe.

A la hipersensibilidad de los inversores ante malas noticias sobre las cuentas públicas de cualquier país europeo, se suma que, como en otros casos, buena parte de la deuda pública húngara está en manos de bancos austriacos y alemanes. Y la gravedad se multiplicaba porque ponía en cuestión dictámenes muy recientes del FMI y la Comisión Europea: los organismos internacionales avalaron los progresos del Gobierno del socialista Gordon Bajnai en el recorte del déficit público, estabilizado en el 4% del PIB según las cuentas oficiales de 2009.

De confirmarse, el engaño en las cuentas públicas tendría potencialmente un efecto devastador. No solo es que el precedente de Grecia debía haber animado a un control más exigente; es que el FMI y la UE ejercían de hecho una supervisión más estricta de la economía magiar desde que aprobaron, en noviembre de 2008, la concesión de una línea de crédito de 20.000 millones de euros al Estado húngaro.

Las misiones de expertos del FMI a Budapest en los últimos meses para garantizar que las medidas de ajuste se ponían en marcha han sido recurrentes. Una de esas misiones, programada de antemano, repasará junto al nuevo Ejecutivo húngaro las cuentas públicas de los últimos años, según informó el Fondo.

Porque, pese a la marcha atrás, el Ejecutivo de Orbán mantiene la acusación. "El Gobierno de Bajnai mintió y no presentó la realidad", reiteró Varga, tras enumerar supuestos desvíos en los ingresos de impuestos, en gastos generados por compañías públicas de transporte o en la Seguridad Social. El nuevo Ejecutivo húngaro insiste en que los "trucos contables" de los socialistas le obligará a modificar los presupuestos, y de paso, podría forzarle a poner en cuarentena algunas de las promesas electorales, como bajadas de impuestos o incentivos públicos a la recuperación. En otro triple salto mortal, Varga aseguró que, con esas modificaciones, aún es posible cumplir con el objetivo de dejar el déficit en el 3,8% este año, cuando él mismo mantuvo el viernes que escalaría hasta el 7,5%.

Mañana, los mercados dictaminarán si creen al Gobierno húngaro del viernes, o al Gobierno húngaro del sábado.

Mihaly Varga, secretario de Estado del Gobierno húngaro, ayer en conferencia de prensa en Budapest.
Mihaly Varga, secretario de Estado del Gobierno húngaro, ayer en conferencia de prensa en Budapest.REUTERS

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