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Tribuna:LOS PROBLEMAS DEL CRECIMIENTO
Tribuna
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El subdesarrollo en la economía actual

Después de leer al profesor Donges en este periódico, parecería, opina el autor, que los países subdesarrollados que no crecen es porque aplican políticas económicas incorrectas, pues en su opinión los que aciertan con ellas sí crecen. El firmmante opina, sin embargo, que para romper con el problema del paro y el desarrollo desigual es necesario que todos los pueblos tomen en sus manos el desarrollo económico, en el marco de un nuevo orden internacional.

En mi opinión, habría que discutir -sin olvidar los factores socioculturales-, la premisa del crecimiento, por cuanto siendo éste relativo y periodizado de manera determinada, mueve a pensar que no se tiene en cuenta su distribución -importante, como luego veremos-, y el hecho de que los promedios ocultan diferencias formidables en el mismo grupo de países, habiendo algunos qué, al partir de rentas absolutas bajísimas, cualquier crecimiento porcentual del PIB no es relevante para superar el subdesarrollo.En cuanto a los países del milagro asiático, tan caros a Donges, las condiciones del crecimiento económico y su distribución distan mucho de conducir a la ruptura del subdesarrollo (entendido éste como estructura económica extravertida, desarticulada y raquítica en términos de mercado). El carácter autocrático de los regímenes políticos en que se basa y la inexistencia de sindicatos, además de descalificar el proceso, permiten explotar al límite una fuerza de trabajo que, por su cantidad, es fácilmente reemplazable.

Pero si abandonamos el siempre resbaladizo terreno del PIB y observamos el grado de satisfacción de las necesidades individuales y colectivas (alimentación, vivienda, sanidad, educación, condiciones de trabajo), detectamos, aun en el caso de países con un alto grado de desarrollo, que muchas de tales necesidades no están cubiertas para capas importantes de la población. Y ello no sólo en África o Asia, sino en los países desarrollados. En definitiva, la periferia se ensancha hacia el Sur, pero también alcanza al Norte. Por eso, el enfoque debe ser otro, para poder descubrir la verdadera dimensión del problema: los Gobiernos de los países del Norte, junto con las organizaciones económicas internacionales, no son más que las instituciones que han permitido el desarrollo dé la inversión internacional -tanto en el Norte como en el Sur- y con ello han ido moldeando un mercado mundial acorde con su tamaño y necesidades.

Dos ejemplos muy claros: la crisis del sector textil comunitario, con unos 350.000 empleos perdidos, no ha supuesto la quiebra de los capitales comunitarios del ramo que ahora producen en Túnez, Yugoslavia y otros países con bajos salarios lo que antes producían en la CEE. El otro ejemplo es la construcción de la presa sobre el río Senegal, con la finalidad de hacer el río navegable para extraer la bauxita (material estratégico), pero quitando a los senegaleses una de sus bases alimentarias esenciales (el pescado que en su desembocadura se obtenía en grandes cantidades y las feraces tierras de sus riberas), viéndose abocados a gastar en el mercado mundial de alimentos bastante más de lo que rinden las exportaciones de bauxita.

Nuevo enfoque

Por todo lo dicho, creo que el verdadero problema del desarrollo y subdesarrollo no debe analizarse a partir de las relaciones entre países exclusivamente. Por el contrario, éstas han de ser vistas como un aspecto más de un fenómeno que es mucho más amplio y que puede sintetizarse en la capacidad que tienen los capitales internacionales para aprovechar las nuevas condiciones de la división internacional del trabajo y que pueden, esquemáticamente, recogerse en los siguientes puntos: a) fragmentación del proceso productivo, facilitado por las tecnologías de punta, que permite fabricar componentes de un producto a escala planetaria y montarlos donde se desee; b) revolución de los transportes y comunicaciones que permite desplazar la producción en un tiempo récord con una información instantánea, y c) disposición, en los países subdesarrollados, de una fuerza de trabajo masiva y dispuesta a aceptar desventajosas condiciones de trabajo. Si las posibilidades que se derivan de estas condiciones son además apoyadas por políticas impuestas por Gobiernos fuertes que dominan el FMI, el Banco Mundial, el GATT, etcétera -o se subordinan a éstas en el caso de los Gobiernos tercermundistas-, entonces tendremos el problema correctamente planteado.

El enfrentamiento Norte-Sur se convierte así en una bomba artificialmente cebada que oculta el verdadero problema de fondo: la nueva división internacional del trabajo, que hace posible el desarrollo a escala mundial de los grandes capitales, condena a muerte a los capitales pequeños anclados en ramas sin porvenir, somete al paro a una población creciente en el Norte y no evita, antes acelera, el crecimiento de la deuda externa, la muerte por hambre en África y el subdesarrollo generalizado en Asia y América Latina. Si, entre tanto, en el Norte se supervive infinitamente mejor, lo único que ello quiere decir es que estos países han alcanzado un estadio de desarrollo, superior con un nivel de renta más elevado y mejor distribuido, en lo que ha jugado un papel decisivo la lucha sindical y la estabilidad democrática.

Dicho esto, hay que considerar otro hecho indiscutible: el programa industrial, cada vez más mundializado, depende en forma creciente de los suministros de materias primas procedentes del Sur. Al valorizar sus capitales en Europa o en Japón, las corporaciones multinacionales tienen que asegurar sus bases de aprovisionamiento en el Tercer Mundo. Ese tráfico lo controlan en toda su dimensión las citadas corporaciones, como los cinco grandes del ramo controlan el tráfico mundial de granos y oleoginosas, base del modelo alimentario que se impone a escala mundial y cruz de los países que padecen escaseces en este ámbito. Asimismo, los rodamientos a bolas, la metalmecánica de precisión, los misiles, aviones y toda la industria más sofisticada dependen, hoy por hoy, de estos suministros.

Países ricos y pobres

La pregunta de si explotan los países ricos a los pobres queda entonces desdibujada en este contexto. Lo que realmente sucede es que los países llamados pobres (pobres son la mayoría de sus habitantes) tienen unas estructuras económicas desarticuladas por haberse ido consolidando bajo el control colonial primero y del capital internacional después, lo que les incapacita para explotar en su propio beneficio las riquezas que poseen, pero la explicación es, como se ve, histórica y no racista. Ello les hace jugar un papel subordinado a los intereses del capital multinacional que explota, extensa e intensamente, sus recursos humanos y materiales, aliado a las elites locales y en base a estructuras sociales heredadas de la depredación colonial.

El fenómeno es muy complejo, sobre todo si se tiene en cuenta que la propia crisis económica, por, sus características, genera una gran inestabilidad financiera e industrial. La nueva división internacional del trabajo ligada a ella noldea la economía mundial en base a relocalizaciones y mutaciones importantes en el papel de las regiones, países y continentes, que, desde la deuda externa hasta las nuevas técnicas de producción, sacuden el orden económico establecido.

El enfoque Norte-Sur, en este contexto, aparece como insuficiente en 1987. Pudo ser válido antes de la mundialización creciente de la economía, pero en estos momentos que un puñado de corporaciones industrial-financieras tienen presupuestos superiores a los de la mayoría de los Estados y, sobre todo, tienen capacidad de maniobra para actuar a la vez en Extremo Oriente, en Europa, en América Latina, en EE UU... trasladando inversiones, produciendo componentes que se ensamblan al otro lado del mundo, etcétera; en estos momentos, el crítico social no puede simplificar volviendo las espaldas a la realidad, sino que tiene que analizarla en toda su complejidad y con todas las contradicciones que conlleva.

Para romper con la miseria y el hambre, estén donde estén, para acabar con el paro y el desarrollo desigual, es imprescindible que todos los pueblos tomen en sus manos el desarrollo económico en el marco de un nuevo orden económico internacional al servicio de esta premisa.

José Manuel Agüera Sirgo es profesor de la universidad de Oviedo.

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