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El futuro de América Latina ¿será peor o mejor?

El desarrollo económico de Latinoamérica se ve comprometido, analiza el autor, no sólo por el pago de una gigantesca deuda externa, sino también por una continuada sangría de dólares producto de la repatriación de las ganancias de las multinacionales instaladas en el área. En esas condiciones es necesario redefinir toda la estrategia económica, especialmente en lo que se refiere a la creación de un gran mercado continental latinoamericano que pueda rivalizar a nivel internacional.

El nivel de vida de la población latinoamericana ha descendido un 10% entre 1977 y 1987; un tercio de ella está empobrecida, y además de esto los países latinoamericanos transfirieron al exterior, entre 1982 y 1987, 140.000 millones de dólares por pagos de una pesada deuda externa.La situación económica de América Latina no mejora de un tiempo a esta parte: el endeudamiento externo, si bien es renegociado de corto y mediano plazo a más años, no por eso disminuye, sino que aumenta con la acumulación de amortizaciones de capital no pagadas; el crecimiento económico global por habitante ha sido negativo en -5,5% durante el período de 1980-1987, siendo para México -10,5%; para Venezuela, -20%, y para Argentina, -15%; además, increíblemente, el nivel de vida de los latinoamericanos, en su conjunto, ha caído un 10% entre 1977 y 1987. Quiere decir que los países latinoamericanos, que eran relativamente prósperos entre dos guerras mundiales, han entrado en la más profunda crisis económica de su historia, mayor que la gran depresión de 1929-1933, ya que de aquélla salieron, mal que bien, pero de ésta no se ve su final, debido a las fuerzas de inercia de una pesada deuda pública externa de 410.000 millones de dólares, equivalente a la mitad del producto interno bruto de Latinoamérica o a tres veces, más o menos, el valor de sus exportaciones anuales.

La situación económica latinoamericana evidencia, por ejemplo, el hecho de que Argentina, en 1939, tenía un nivel de vida por habitante del 70% de un norteamericano, mientras que ahora sería bastante inferior al 20%, debido a que el desarrollo económico y tecnológico de Estados Unidos ha sido más completo y acelerado en su agricultura e industria que en Argentina, país que en preguerra exportaba tantos cereales como Estados Unidos y más que Canadá, pero actualmente las exportaciones de granos argentinas son una pequeña parte de las efectuadas por Norteamérica. Ello atestigua que América Latina, aun considerando sus países más ricos, se ha estancado económicamente, por no haber asimilado la revolución verde en la agricultura y la revolución científico-tecnológica en la industria.

Desarrollo contradictorio

Pero lo contradictorio del desarrollo económico latinoamericano es que la producción por habitante crece muy lentamente, mientras que el aumento demográfico anual alcanza el 2,7%, una de las cifras más elevadas del mundo, tres veces mayor que el aumento demográfico de Estados Unidos. Así las cosas, los norteamericanos necesitan más de un siglo para duplicarse, contra poco más de 30 años los latinoamericanos. En este sentido, la América del Norte, hacia el año 2000, y después, será más rica, mientras que la América del Sur será más pobre. Ello supondría, política y socialmente, una gran tensión entre países pobres y ricos, contradicción que tendrá en un futuro no lejano una perspectiva de más trabajadores desocupados, más violencia y más inseguridad social, sobre todo en las megalópolis latinoamericanas, donde se apiñarán muchos millones de seres humanos.

Sin realizar la mecanización, la electrificación, la revolución verde en la agricultura, sin asimilar la revolución científico-tecnológica en la industria, pero con un alto nivel de burocratización en los servicios -Argentina y Uruguay, por ejemplo, tienen tanta población activa en el sector terciario como los países industrializados-, la economía se ha inerciado, principalmente por la existencia de un Estado caro, burocratizado, que se lleva buena parte del producto interno bruto de los países latinoamericanos sin hacer importantes inversiones públicas retributivas. Se diría, pues, que la economía pública, funcionando a pérdida, se ha ido comiendo la economía nacional. Por otro lado, la existencia de latifundios improductivos y de minifundios de subsistencia ha frenado el desarrollo tecnológico agrícola, impidiendo obtener gran rendimiento de producción por hombre y hectárea, como en Europa occidental y Estados Unidos. Esta inercia de la agricultura subdesarrollada a finales del siglo XX y comienzos del XXI, cuando la población latinoamericana rebase los 600 millones de habitantes, implicaría que vaya extendiéndose la geografía del hambre por los países latinoamericanos. De modo que el dilema será: cambio socioeconómico a tiempo de la infraestructura y la superestructura del agro o situaciones muy tensas política y socialmente, como las que ya existen en Centroamérica.

La industria latinoamericana, todavía congelada en equipos de producción industrial atrasados, constituyendo en cada país latinoamericano un mosaico de empresas de tipo pequeño y mediano, casi semiartesanales muchas de ellas, no asimila la revolución científico-tecnológica con elevada productividad por trabajador ocupado. En pequeñas y medianas empresas, con mercados nacionales estrechos limitados a las republiquetas latinoamericanas, no entran las máquinas cibernéticas de control numérico conducidas por ordenadores, sin las cuales es muy difícil competir en el mercado internacional, ni en productos agrícolas ni industriales de gran consumo y de reñida competitividad en el nacional frente a las multinacionales.

Penetración multinacional

Las empresas multinacionales europeas, japonesas y norteamericanas, con su gran concentración de capital y su enorme economía de escala en los sectores de mayor rentabilidad, han entrado en los países latinoamericanos, que, separados uno a uno, no pueden resistir la penetración de estos gigantes industriales. Para contrarrestar esa invasión del capital extranjero, que ha dejado vacías las arcas de los bancos centrales latinoamericanos por pagos de ganancias, intereses y anualidades al capital foráneo, habría que constituir una poderosa América Latina sin fronteras micronacionales, con un solo sistema monetario, un mercado continental unido donde sí caben las grandes empresas latinoamericanas, produciendo para el mercado nacional e intemacional, en competencia agresiva, y para satisfacer, antes y después del año 2000, las necesidades de consumo de más de 600 millones de latinoamericanos integrados en una gran confederación de pueblos libres y prósperos.

Sólo creando un gran mercado continental latinoamericano, la industria, la agricultura, la investigación y el desarrollo (I+D), la ciencia y la cultura de 20 países latinoamericanos integrados en un solo país, podrían rivalizar, económica y tecnológicamente, con Estados Unidos, Europa occidental y Japón, constituyéndose en una primera gran potencia del siglo XXI.

Sólo así, con un desarrollo económico hacia adentro y hacia afuera: uno, para borrar la geografía del hambre, dando un decente puesto en el banquete de la vida a los millones de latinoamericanos que están por llegar, y otro, para ganar divisas en el mercado internacional, con las cuales financiar las importaciones esenciales sin grandes desequilibrios en la balanza de comercio exterior, como sucede ahora, a pesar de apretarse el cinturón los consumidores.

Así, sólo así, América Latina podría cortar la hemorragia de dólares que se van al extranjero en concepto de pagos de ganancias, intereses y amortizaciones del capital foráneo, que ascendió a la enorme suma de 140.000 millones de dólares desde 1982 a 1987. Y uno se pregunta: pagando todos esos miles de millones de dólares, ¿qué queda en Latinoamérica para mantener un elevado crecimiento económico que acabe con la inflación, las devaluaciones monetarias, el desempleo y la baja del nivel de vida, superando así las tendencias de que todo tiempo futuro pueda ser peor, y no mejor?

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