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RODA DE BARÀ (CATALUÑA) | El estado de las cuentas públicas

Malabares económicos y políticos

Cristina Delgado

En Roda de Barà (Tarragona), la deuda de sus 6.000 habitantes quita el sueño a la alcaldesa, Mayte Huerta. Deben 2.379 euros cada uno. Están desbordados. La recaudación por licencia de obras se ha esfumado, pero las facturas por los servicios básicos de una urbanización construida durante las vacas gordas -y que permanece a medio habitar- siguen llegando. Y las de los proveedores, que cada vez tardan más en cobrar. Los fondos de inversión local les dieron un respiro. Pero sólo un tiempo. Se plantearon hacer incluso un Expediente de Regulación de Empleo para 40 trabajadores, que no prosperó. A la falta de liquidez añaden los problemas para aplicar un plan de saneamiento. "No tenemos el apoyo de la oposición para presentarlo a la Generalitat", lamenta Huerta, que se pone nerviosa con sólo pensar que su municipio, el tercero más ahogado de Cataluña, es señalado de nuevo como ejemplo del desastre en las arcas municipales. Lo peor de todo es que Roda de Barà no es un caso excepcional en Cataluña. En Santa Susanna (Barcelona) deben 9,5 millones de euros. En Castells-Plaja D'Aro (Girona), 18,5 millones. Y así hasta más de tres centenares de municipios, que en 2008 estaban en mayor o menor medida con el agua al cuello en cuestión de deudas. Toca hacer malabares presupuestarios y políticos, para acordar planes de saneamiento. En 2007, sólo cinco municipios pidieron aplicarlos. Un año después, ya lo demandaron 33, según la Generalitat.

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Ayuntamientos al borde del colapso

Cada Ayuntamiento ha recorrido un camino distinto hacia las deudas. En algunos casos pasa por macrourbanizaciones, en otros por guarderías o por un crecimiento desmesurado de la plantilla municipal.

En Tiurana (Lleida), los préstamos llegaron con la construcción de las piscinas. Al alcalde, Ángel Villarte, no le importa que le pregunten cómo puede ser que su localidad, con sólo 78 habitantes, sea la séptima con más deudas por persona de España. "Ya sabe, mejor que hablen de uno, aunque sea para mal", bromea. Le encanta que la gente sepa que existen, aunque sea porque acumula 335.000 euros en préstamos. Y es que Tiurana estuvo a punto de desaparecer. El pantano de Rialb anegó el pueblo en 1995. En 2001 empezó a resucitar, reconstruido fuera de las aguas. "No me preocupan los préstamos, porque no es una deuda real. En el pueblo construimos unas piscinas, y para pagar a los proveedores, y que no tuvieran que esperar al dinero de la Generalitat, pedimos un préstamo y adelantamos el dinero", recuerda Villarte. De eso hace tiempo, y la Administración ya ha devuelto parte del capital. "Pero decidimos no cancelar el préstamo. Es al 1% de interés. ¿Quién encuentra ahora algo así?", plantea. Tienen deuda, sí, pero los impuestos del pantano les aportan unos 180.000 euros al año. "Aquí aún hay mucho por hacer. Cuando el pueblo tenga todo lo que hace falta, ya veremos si cancelamos el préstamo", zanja.

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Sobre la firma

Cristina Delgado
Es subdirectora y se encarga de la edición digital de EL PAÍS. Antes fue redactora jefa de Economía, sección en la que se incorporó al periódico, en 2008. Licenciada en Periodismo y en Comunicación Audiovisual, ha realizado el máster UAM-ELPAIS y posgrados de información económica y gestión.

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