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El agravamiento de la crisis | Las distintas recetas globales

Míster estímulo contra Frau ajustes

EE UU no consigue que Merkel se olvide de la obsesión por la austeridad - La eurozona rozará la recaída en el segundo semestre, con Grecia hundida

Claudi Pérez

Bruselas es un lugar raro. Capital de un continente cuyas instituciones son incapaces de gestionar la crisis, pero sobre todo capital de un país sin Gobierno, el bullicio de sus calles invita a echar un vistazo a sus estadísticas: Bélgica crecerá a un ritmo cercano al 2% este año, y en el segundo trimestre creció mucho más que Alemania y que la eurozona en su conjunto. ¿Las razones? Una de las más chocantes, que Bélgica carece de Ejecutivo desde hace 500 días (récord mundial) y por lo tanto no puede aprobar planes de recorte, según afirma, entre otros, Philippe Ledent, economista de ING. Bélgica, en fin, es una especie de extraño símbolo de lo que sucede en Europa. La presión sobre Grecia fue el plato fuerte de la visita a Europa de Tim Geithner, secretario del Tesoro norteamericano. Pero no el único. La presencia de Geithner en Wroclaw (Breslavia en castellano viejo) pone sobre el tapete una diferencia esencial entre Europa y EE UU en la lucha contra la inacabable crisis.

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El presidente norteamericano, Barack Obama, acaba de anunciar un nuevo paquete de estímulo para crear empleo y evitar una doble recesión en su país, y puede que también a escala mundial. ¿Qué hace la vieja Europa al respecto? Simplificando: en los lugares en los que no hay Gobierno (Bélgica), crecer; en el resto del continente, la amenaza de la recesión es algo más que un fantasma a causa de una combinación de plagas bíblicas -el incendio griego y la desconfianza sobre los bancos, en las Bolsas, la deuda y todo lo que huela a Europa-, pero también por esa sobredosis de austeridad que se empieza a instalar incluso en las Constituciones. El problema de los estímulos es cómo financiarlos: en el norte de Europa hay margen, pero en el sur los mercados imponen condiciones de financiación draconianas.

Súbanse de golpe los impuestos, despídase a miles de funcionarios, recórtese el gasto público a toda velocidad, rebájense los salarios... Métanse todos esos ingredientes en el cóctel de la política económica y quien utilice esa receta tendrá una suerte de devaluación interna (muy probablemente acompañada de una recesión inicial) para después salir del pozo por la vía de las exportaciones. Suecia usó ese purgante económico en los noventa (con la inestimable ayuda de la depreciación de su moneda) y le fue estupendamente. Ahora bien, si eso lo hacen todos los países a la vez, el resultado será una recesión generalizada, según cuenta el FMI, uno de los máximos defensores de la austeridad de las últimas décadas, en un interesante informe reciente. Esa es la receta escogida por Europa, con Grecia como mascarón de proa de un barco que, o mucho cambian las cosas, o va de cabeza a un pedazo de hielo en forma de recaída en la recesión.

En Grecia el primer problema es indiscutible: el país está al borde del impago. Pero en el fondo el debate es exactamente el mismo. La situación económica es simplemente terrible. El PIB se contrajo un 7,3% en el segundo trimestre. El consumo se redujo casi un 7% y la inversión un 17%. El alza de las exportaciones de los últimos meses se ha agotado. Los bancos están con el agua al cuello. El desempleo, según las estimaciones más fiables, supera ya el 20% (oficialmente roza el 17%). Esas son las consecuencias de una economía que ha vivido muchos años por encima de sus posibilidades, sin duda: pero también de las condiciones excesivamente leoninas en las ayudas de la UE y del FMI. "Grecia está en la peor situación desde la II Guerra Mundial. Eso es consecuencia de errores propios, pero también de las políticas que han impuesto el Gobierno, la UE y el FMI: impuestos, recortes y todo tipo de ajustes, despidos y recortes de sueldo en varias oleadas. Eso es una locura que condena a Grecia a una depresión: mayor caída de la demanda, desempleo aún más alto y más que probable incumplimiento de los objetivos de déficit, además de la completa pérdida de control sobre la dinámica de la deuda pública. Con una consecuencia que tal vez sea la más importante: el país se enfrenta ahora a disturbios sociales sin precedentes", explica el economista Costas Lapavitsas, de la Universidad de Londres.

En esas condiciones, los economistas griegos -y no griegos- empiezan a apuntar a un impago masivo, incluso a una posible salida del euro. "Sin una transferencia de fondos -más allá de esas ayudas que son en realidad créditos-, Grecia suspenderá pagos. Esa transferencia es poco probable, y en cambio es muy posible que el impago acabe llevando a Grecia fuera del euro. Atenas debe continuar financiando déficits altísimos: la única forma de hacerlo es creando dinero (con el nuevo dracma), que además permitiría sobrevivir a los bancos, y crecer vía exportaciones", sostiene Charles Calomiris, de la Universidad de Columbia. Barry Eichengreen, de Berkeley, dispara contra el pianista al preguntarse por los culpables. "Europa, y no solo Grecia, está otra vez frente al precipicio. La UE debe cuidar de sus bancos y facilitarle las cosas a Grecia, pero en general debe cambiar la obsesión por el déficit por la obsesión por volver al crecimiento: rebaja de impuestos en Alemania, estímulo fiscal coordinado en el Norte de Europa, rebaja de tipos de interés, lo que haga falta".

Grecia y el debate sobre su probable suspensión de pagos, en definitiva, es también parte de esa pugna entre estímulos y austeridad que caracterizará la política económica de los próximos años. Pero ya hay indicios de por dónde van los tiros: incluso en los mercados el péndulo se ha dado la vuelta. El primer objetivo es ahora crecer para después pagar las deudas, cuando hasta hace poco la receta mágica era recortar. Un cambio de prioridades fundamental. Richard Koo, economista jefe de Nomura, explica que el peligro es caer en un círculo vicioso japonés: "Los esfuerzos por los ajustes en plena recesión causada por un periodo de sobreendeudamiento tienen un único resultado: debilitar la economía. Un estímulo fiscal sería lo adecuado. La UE debería cambiar de perspectiva: no se pueden resolver los problemas con la misma forma de pensar que generó esos problemas; algo así decía Einstein".

Europa sigue enferma y el tratamiento solo consigue elevar la fiebre, pero las instituciones europeas encajan ese cuadro médico con una calma surreal. Pese a los continuos reveses que muestran los datos económicos, la receta sigue resumiéndose con una sola palabra: recortes. Si Europa se ha equivocado, el euro lo pagará caro. Si es EE UU quien está en un error gastando demasiado para prolongar la agonía, su descenso de los altares como primera potencia será más rápido y quizá más traumático de lo que se pensaba. De todo eso, y sobre todo de la agónica situación de Grecia, se habló en Wroclaw, cuna del Barón Rojo, el despiadado aviador alemán de la I Guerra Mundial -"atacar y derribar, todo lo demás son tonterías"- que, según el gran Jacinto Antón, tras derribar el avión enemigo al menos dejaba escapar a sus víctimas malheridas. Veremos cómo sale de esta la malherida Grecia. Y cómo encaja el ataque el resto de Europa.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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