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Crónica:CARTA DEL CORRESPONSAL | Cochabamba
Crónica
Texto informativo con interpretación

Mucho petróleo, poca gasolina

Estampas típicas del oriente boliviano, un carretón de enormes ruedas de madera tirado por bueyes, y del altiplano occidental, una bicicleta montada por una cholita con sus polleras al viento, podrían formar parte, otra vez, de la vida diaria en el inmediato futuro. Al menos mientras no se resuelva el gravísimo problema de la escasez de carburante en este país, que hace sólo seis años se encontraba entre las potencias energéticas de la región y con reservas suficientes para vender a Brasil, Argentina, Chile y hasta California.

La Paz, Cochabamba y especialmente Santa Cruz registran largas filas de vehículos ante las gasolineras y, muy cerca, interminables hileras de bombonas de gas a la espera de los camiones distribuidores, que se demoran lo suyo y enojan a las amas de casa. "Estoy desde la madrugada aquí y no me voy a mover. Tengo que llevar gas para cocinar, mis hijos se fueron sin desayuno a la escuela", casi gime una mujer ante las cámaras. Es el tono característico de la desesperación de muchas mujeres y hombres que aguardan hasta ocho horas de cola y que terminan bloqueando calles para apremiar el reparto.

El carburante escasea en Bolivia, que presume de potencia energética
Los contrabandistas se nutren de combustible subvencionado

El desabastecimiento de diésel afecta con más fuerza al área rural. Los campos agrícolas de Santa Cruz y otras regiones están en plena cosecha de maíz, sorgo, soja y caña, que en conjunto representan casi medio millón de hectáreas cultivadas. Otras tantas esperan la siembra de verano el próximo mes de diciembre. La maquinaria agrícola necesita mucho diésel: entre 200 y 400 litros por día por agricultor.

El ciudadano de a pie no termina de comprender la radical transformación de una potencia regional en hidrocarburos en un país casi importador de gasolina, producto que el boliviano se jactaba de tener a su alcance más barato que una botella de gaseosa.

"Lamentablemente, esta situación se veía venir", reconoció el ex ministro de Energía Carlos Miranda Pacheco al señalar en su columna de opinión la "drástica reducción en el número de pozos perforados cada año después de 2003. De más de 30, hemos descendido a tres en el año 2007".

La inexperiencia y falta de pericia de los cuadros ejecutivos de la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) tras la nacionalización de los hidrocarburos en 2006, se ha sumado a casi un quinquenio de inseguridad jurídica para los inversores extranjeros por cambios en las leyes -anunciados el 2003- y por la negociación de nuevos contratos petroleros y su ratificación en el Parlamento. Las inversiones extranjeras se mantienen pendientes.

No es sólo la producción estancada -cerca de 40 millones de metros cúbicos de gas por día, que cubre la demanda de Brasil (30 millones) y Argentina (7,7) y apenas el consumo local- una de las causas del desabastecimiento. Son los precios subvencionados los que han convertido el combustible en objeto de deseo en los países limítrofes y una tentación para los contrabandistas.

La gubernamental operación Puño de Hierro intenta acabar con el contrabando, y, en su celo, se ha incautado de cisternas de diésel compradas por la petrolera estatal. Con esas perspectivas de producción en el límite y dificultades de acceso al combustible, la mirada se vuelve al pasado: leña para la cocina, carretón o bicicleta para cubrir distancias, al menos hasta que los campos remonten la producción de gas.

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