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París insiste: la situación de Londres es "muy preocupante"

El FMI llama a la unidad para evitar otra Gran Depresión

La tentación de la dialéctica estilo Juana de Arco, unida a la estrategia de la cortina de humo, parece haber poseído al inquieto Gobierno francés, que lleva 48 horas despejando balones hacia Gran Bretaña, a quien parece querer culpar de la anunciada pérdida de la triple A, la máxima calificación crediticia. Mientras Fitch imitaba a Moody's y a S&P y ponía la deuda francesa en perspectiva negativa, el ministro de Economía, François Baroin, redobló la dosis lanzada el día anterior por el gobernador del banco central, Christian Noyer, y estigmatizó la situación económica de Londres calificándola de "muy preocupante".

"Es preferible ser francés que británico en este momento", comentó Baroin en una entrevista radiofónica, contestando con una semana de distancia a la frase que pronunció David Cameron tras la cumbre de Bruselas, cuando afirmó que estaba "feliz de estar fuera del euro".

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París tiene también apuntadas en el debe de Gran Bretaña las palabras del ministro del Tesoro británico, George Osborne, que hace unos días dijo que Francia tiene "el mismo predicamento que Grecia" en cuestiones económicas. Y probablemente se siente dolida porque un portavoz de Cameron ha confirmado que su país no aportará recursos adicionales al FMI, "a no ser que la eurozona haga más para fortalecer su cortafuegos".

La pipa de la paz tendida por el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, que prometió al premier británico que Reino Unido podrá asistir como observador a las reuniones de la eurozona para reformar el Pacto de Estabilidad, no sirvió para calmar las agitadas aguas.

Desde Washington, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, también pareció enviar un mensaje subliminal al Gobierno del que formó parte, al recordar que todos los países deben trabajar juntos para resolver la crisis. Según Lagarde, "no estamos ya ante una crisis que pueda ser resuelta por un grupo de países", y es necesaria la aportación de "todas las regiones". La directora del FMI advirtió de que si la crisis no se ataja "con decisión", las consecuencias serán similares a las de la Gran Depresión de los años treinta.

En realidad, la disputa francobritánica es perfectamente estéril. Si bien los datos macroeconómicos de Gran Bretaña son iguales o peores que los de Francia, la segunda economía del euro no está para presumir. Mientras los políticos hablan de la pérfida Albión, Francia está a punto de entrar en recesión.

Según la estimación del Instituto Nacional de Estadística, la economía gala se encogerá un 0,2% en el último trimestre de 2011 para disminuir un 0,1% entre enero y marzo de 2012, y emprender después una magra recuperación del 0,1%. El PIB aumentará el año que viene, como máximo, un 0,5%, contra el 1% que mantiene el Gobierno, lo que dificultará el compromiso de reducir el déficit al 4,6% en 2012.

Baroin descarta un nuevo plan de ajuste para el año electoral de 2012, aunque la ministra de Hacienda, Valerie Pécresse, señaló que hará falta convocar un debate presupuestario en el Parlamento a principios de año para discutir el nuevo pacto de estabilidad. La oposición, que cree que Bercy aprovechará ese momento para revisar sus previsiones, calificó el estado de la economía nacional como "muy muy frágil".

Los economistas franceses sí consideran lógico que las agencias de calificación amenacen la nota de Francia y en cambio respeten la de Reino Unido. La razón, según explicó Frédéric Bonnevay, del Círculo de Economistas, es que "el Banco de Inglaterra, contra lo que hace el Banco Central Europeo, puede actuar como prestamista de último recurso".

Y en lo que puede verse como un aviso a Francia, anoche Moody's rebajó dos escalones la calificación de la deuda de Bélgica. La agencia la degradó de Aa1 a Aa3. Así la nota belga queda a la altura de la japonesa y un peldaño por encima de la española.

Lagarde, durante una intervención pública el pasado jueves en Washington.
Lagarde, durante una intervención pública el pasado jueves en Washington.SOMODEVILLA (AFP)

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