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Sarkozy incumple todas sus previsiones económicas

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, sostuvo en julio de 2007, ante el escepticismo de los ministros económicos de la UE, la verosimilitud de sus previsiones. Ni una de ellas se ha materializado. El Gobierno elaboró su Presupuesto de 2008 sobre una previsión de crecimiento del 2,25%, que no se cumplirá. En 2007 no superó el 1,9% y ahora la ministra de Economía y Finanzas, Christine Lagarde, habla ya de una horquilla entre el 1,7% y el 2%, pese a que muchos analistas la rebajan a entre el 1,4% y el 1,5%.

Tampoco el déficit se ha podido controlar. Los ministros y el propio presidente, Nicolas Sarkozy, habían prometido a los socios europeos un déficit del 2,4% del PIB para finales de 2007, pero supera ya el 2,7%. La deuda pública, que se esperaba poder disminuir para que no cruzase la frontera del 60% del PIB, tal y como exige la UE, es de un 64,2%.

Y lo peor está por venir, dicen los más pesimistas. En efecto, el modesto crecimiento francés descansaba en el consumo interno. La balanza comercial lleva tres años siendo deficitaria y el consumo de las familias retrocede a niveles desconocidos desde que se creó ese índice en 1987.

El contexto internacional explica la mala situación de la economía francesa, pero sólo en parte. Para el ministro Eric Woerth, responsable del Presupuesto, el "déficit se debe a la falta de control del gasto público, sobre todo por parte de las administraciones locales", que, según él, aportan dos décimas del déficit.

Regalos fiscales

La oposición atribuye la situación "a los regalos fiscales", de entre 13.000 y 15.000 millones de euros, a favor de los más ricos. Sea cual sea el origen principal del problema, el Gobierno afronta el futuro -que comporta la presidencia de la UE a partir de julio- con muy escaso margen de maniobra. Los grandes proyectos sociales serán aplazados o abandonados y otras reformas no irán más allá del "centro piloto experimental".

En enero, Sarkozy confesó que "las arcas del Estado están vacías". Ahora llega el momento de renunciar a las promesas electorales, entre ellas la de una mayor reducción de la presión fiscal.

En ese horizonte tan sombrío, la única buena noticia es la reducción del paro (siete décimas menos en febrero), pero el mérito es de la curva demográfica, que tiene la mala consecuencia de que aumenta el monto global de las pensiones.

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