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Société Générale suspende el plan de 'stock options' para sus directivos

La entidad aplaza el cobro hasta que no necesite recibir ayudas del Estado

Antonio Jiménez Barca

Presionados por el Gobierno y convertidos en blanco de todas las iras sociales en Francia, los dirigentes del banco Société Générale aseguraron ayer que renuncian, temporalmente, a cobrar sus miles de opciones sobre acciones (stock options) de 2009. Lo hacen, según ellos, "en aras de favorecer la serenidad en el debate sobre la remuneración a largo plazo de los dirigentes". Su decisión tiene plazo: hasta que el banco deje de precisar ayuda pública. A finales de 2008, Société Générale recibió una inyección de capital público de 1.700 millones de euros y ha solicitado otra de idéntica cantidad.

El miércoles, la emisión de un simple comunicado del banco francés funcionó como una bomba de relojería en una sociedad francesa alterada y sensible, maltrecha por el paro creciente, que se preparaba para una huelga general al día siguiente. En el texto, la entidad anunciaba que los máximos dirigentes iban a gozar de un incentivo para 2009 en forma de opciones sobre acciones de la empresa. El presidente, Daniel Bouton, iba a contar con 70.000; el director general, Fréderic Oudéa, con 150.000. Otros dos altos cargos se reservaban 50.000 cada uno. En total, un 0,06% del capital de SG.

El Gobierno francés cree que estos incentivos son "indecentes"

El jueves, el día de la huelga general, ya empezaron a oírse voces críticas provenientes de varios lados. El secretario general del sindicato CGT, Bernard Thibault, manifestaba lo siguiente, horas antes de acudir a la manifestación: "En este momento, los dirigentes de los bancos se permiten el lujo de adjudicarse dividendos cuantiosos". Desde el otro lado de la barrera también les llegaban avisos a los altos ejecutivos de Société Générale de que el sobresueldo no era bien recibido por nadie. Eric Woerth, ministro del Presupuesto, calificaba la medida de "inoportuna". Mientras tanto, la ministra de Economía, Christine Lagarde, pedía a los dirigentes de la entidad bancaria que no se aprovecharan de esas opciones sobre acciones mientras el banco dependía o se dejaba ayudar del dinero del Estado.

Ayer, viernes, después de una protesta social en la calle cuantificada por los sindicatos en tres millones de personas, se intensificaron las presiones. El portavoz del Gobierno, Luc Chatel, calificó de "indecente" lo que los dirigentes de Société Générale tenían pensado hacer.

Al final, poco antes de que el presidente de la República, Nicolas Sarkozy, hablara desde Bruselas, otro comunicado del banco anunciaba que los dirigentes renunciaban, temporalmente a sus opciones sobre acciones. Esto no impidió a Sarkozy, que se enfrenta a una protesta social creciente que le reclama medidas para los trabajadores y unos sondeos que le muestran a la baja, criticar los sobresueldos de los banqueros y así sacudirse él mismo buena parte de la denuncia social. " son inadmisibles cuando estos bancos se aprovechan de la ayuda pública. Y si piensan que me estoy refiriendo a un banco en concreto, pues aciertan", dijo el presidente de la República.

El banco precisó en el comunicado que las opciones sobre acciones de los dirigentes de Société Générale, en todo caso, no eran convertibles hasta 2012 y que no sólo la cabeza visible del banco se aprovechaba de este sistema e incentivos sino "cerca de 4.500 colaboradores, dentro y fuera de Francia".

No es la primera vez que el Gobierno francés presiona para que los dirigentes de los bancos ayudados por el Estado renuncien a sus sobresueldos. En enero, Sarkozy, personalmente, en una reunión en el Eliseo, puso esa condición (renunciar a sus bonus, esto es, a la parte variable de su sueldo) si querían recibir nuevas inyecciones económicas públicas. Todos aceptaron.

Oficina de Société Générale en París.
Oficina de Société Générale en París.REUTERS

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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