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La crisis financiera

Sólo el BCE tiene capacidad para frenar la ola especulativa

El banco central comunitario lleva cuatro meses sin comprar deuda soberana en el mercado secundario

No hay otra. Ni el enésimo programa de recorte de gasto público ni una reunión urgente de los líderes de la zona euro. Lo único que haría desistir de forma inmediata a los inversores que especulan a la baja con la deuda pública italiana y española es una intervención del Banco Central Europeo (BCE) en el mercado secundario. Tampoco sería la primera vez que la autoridad monetaria de la zona euro funciona de cortafuegos en esta crisis mediante la compra de bonos de los países periféricos. Ya lo hizo para contener el ataque sobre los títulos de Grecia, Irlanda y Portugal. En los tres casos, su actuación sirvió para ganar tiempo mientras se definían las condiciones de los planes de rescate de la UE.

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El acuerdo alcanzado por la Unión Europea el pasado mes de julio tenía una motivación clara: dotar a la zona euro de herramientas que eviten llegar, precisamente, a una situación en la que Italia o España, los países que concentran ahora el ataque de los especuladores, tuviesen que recurrir al auxilio financiero del resto de socios. El enorme volumen de ese hipotético rescate fue lo que animó a la UE a cerrar un pacto que llevaba meses sin fraguar. La cuestión es que ponerlo en marcha llevará aún varios meses más, un periodo incierto que alimenta las apuestas contra los títulos italianos y españoles.

El plan de los líderes de la UE necesita tiempo y solo el BCE puede comprarlo. El asunto será tratado, sin duda, en la reunión mensual que celebra mañana el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo. Y la conferencia de prensa del presidente del BCE, Jean-Claude Trichet será, otra vez, seguida con lupa. "Si los mercados siguen desconfiando de Italia y España, nada, excepto la reapertura por el BCE del programa de compra de bonos para adquirir sin límites títulos italianos y españoles, se interpone entre el mercado de deuda pública y un desastre que podría destruir la zona euro". La advertencia del economista jefe de Citigroup, en un artículo de opinión publicado por el Financial Times (enlace con suscripción), sintetiza, a las claras, la opinión mayoritaria entre los expertos.

Los gestores de bancos de inversión aseguran que, como es frecuente en agosto, hay pocas operaciones en el mercado. En el caso de los títulos italianos y españoles casi todas son órdenes de venta, lo que devalúa el precio de los bonos y, en paralelo, eleva los tipos de interés (cerca ya del 6,5%) y las primas de riesgo (el diferencial con el interés del bono alemán, que ronda esta semana los 400 puntos básicos). En otras ocasiones, la intervención del BCE desencadenó las compras y alivió la prima de riesgo de los países afectados. Ahora, con volúmenes de negociación más reducidos, cualquier gesto podría tener un efecto aún mayor.

Pero la reapertura de ese programa, en el que el Banco Central Europeo se ha gastado ya 77.000 millones de euros para adquirir títulos griegos, portugueses e irlandeses en el mercado secundario, no es fácil. Arrancó a duras penas, tras una dura batalla en la que Trichet pudo imponer sus tesis frente al ala más ortodoxa, liderada por el entonces presidente del Bundesbank, Axel Weber. El recelo alemán ante una iniciativa que encaja con calzador en el mandato del BCE para mantener la estabilidad monetaria y el control de los precios hizo advertir desde el principio a Trichet que era una "medida extraordinaria, y por tanto, temporal". De hecho, a finales de 2010, el Banco Central Europeo ya abortó su estrategia de salida de este programa, ante la presión sobre los títulos portugueses. Pero desde que la UE y Portugal pactaron el rescate, en marzo, apenas hubo alguna compra más. Y desde abril, hace cuatro meses, el programa está en hibernación.

Solo una situación extraordinaria podría persuadir al BCE para volver sobre sus pasos. Aunque a juicio de muchos expertos, como los de Eurointelligence, centro de investigación sobre la economía europea, esa situación ya está aquí. "Si se analiza la prima de riesgo, Italia y España se encuentran ahora en la posición que estaban Irlanda y Portugal antes del rescate; Bélgica está donde España solía estar hace un mes. Y Francia ha escalado a donde solía estar Bélgica. Las piezas de dominó en la eurozona están cayendo. Y la amenaza se abre paso hacia el corazón del área", sostienen en un breve análisis divulgado esta mañana.

La compra de bonos españoles e italianos daría otra dimensión al moribundo programa del BCE. Pero también a las reticencias de los consejeros que no quieren ni oír hablar de otra medida extraordinaria. "Prestamos mucha atención a la gestión de riesgos, pero hablamos de tres economías [Irlanda, Portugal y Grecia] que representan el 6% del PIB de la UE. El 94% restante está en una situación muy diferente", respondía Trichet en una reciente entrevista con este periódico cuando se le inquirió sobre la adquisición de deuda pública de países que no paran de encajar pérdidas de valor en sus títulos y rebajas de calificación. En el peor de los casos, eso podría llevar a una rebaja de rating del BCE (la famosa triple A, que le permite financiarse más barato) y a que el propio banco central se apunte pérdidas.

En otro de esos gestos inusuales tan corrientes en esta crisis, el BCE tuvo que ampliar por primera vez su capital social (hasta los 10.760 millones, casi el doble que la dotación inicial) para cubrirse ante eventuales pérdidas por sus medidas extraordinarias. En lo relativo a la deuda pública, hay dos posibles vías de agua para las cuentas del BCE: los bancos de los países de la zona euro utilizan los títulos de deuda pública como garantía de que devolverán los multimillonarios créditos a corto plazo que les otorga el BCE para respaldar su liquidez. Solo si el crédito no se devuelve y el título de deuda pública se ha devaluado, el banco central se anota pérdidas. En el caso del programa de adquisición de deuda pública en el mercado secundario, mucho más modesto hasta ahora, las posibles pérdidas dependen, de forma directa, de cuándo se revenda los títulos en el mercado secundario. En todo caso, si España e Italia, cuyo PIB conjunto equivale al 21% de la UE, se incorporan a este programa, el riesgo para el BCE aumenta de forma sensible.

El guión habitual del BCE establece que Trichet responderá a las cuestiones de los periodistas con expresiones del tipo "el programa de bonos sigue abierto" (nunca se le dio oficialmente por muerto) o "estamos decididos a mantener la estabilidad de la eurozona". Es lo mínimo para sostener la idea de que una intervención puede ocurrir en cualquier momento, la última barrera de contención ante las apuestas a la baja. Aunque la urgencia de la crisis ha obligado ya en otras ocasiones al presidente del banco central a hacer un discurso menos ambiguo, como cuando adelantó, de forma cristalina, que iba a empezar la subida de tipos de interés (ahora están en el 1,25%), otro debate vivo en el Consejo de Gobierno.

La presión de los mercados se trasladará también a la subasta programada por el Tesoro español para mañana. Está previsto subastar hasta 3.500 millones de euros en títulos a tres y cinco años, y la pérdida de valor que reflejan los mercados secundarios obligaría al Tesoro a pagar tipos de interés sensiblemente más altos (casi un punto porcentual más) que en las últimas subastas de títulos a plazos similares. Portugal, menos asediada ahora, logró colocar hoy 750 millones de euros en letras a tres meses a tipos muy similares (4,9%) a los de la última operación de este tipo.

Jean-Claude Trichet, durante una intervención pública el pasado 21 de septiembre en Lausanne (Suiza).
Jean-Claude Trichet, durante una intervención pública el pasado 21 de septiembre en Lausanne (Suiza).BLOOMBERG

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