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Termina el World Economic Forum: el ejemplo de China para Europa

"Estamos ante la peor crisis financiera desde el crack del 29 y la gran depresión". Así de radical hablaba en el salón plenario del Foro Económico Mundial William R. Rhodes, el mandamás de Citibank, uno de los 10 mayores bancos del mundo a la misma hora en que comenzaba el debate Obama/McCain en el otro extremo del globo. El presidente de la mayor televisión de India, Prannoy Roy, le respondía "Eso es una exageración. En los últimos 20 años la bolsa de los países emergentes ha caído en 10 ocasiones más de un 25%. Al cabo de un año había vuelto a subir a los niveles anteriores. ¿Estamos realmente ante una crisis de larga duración o veremos estos días dentro de un año como la mayor oportunidad de inversión de la década?".

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Impresiones desde el World Economic Forum

Los alemanes tienen una palabra para describir la sensación de alegría ante el infortunio ajeno: Schadenfreude. Los dirigentes y reguladores asiáticos, después de décadas oyendo críticas desde Washington pidiendo menor regulación de los mercados financieros asiáticos ahora parecen sentir un cierto Schadenfreude ante la situación en EE.UU. Los bancos asiáticos, los más intervenidos y regulados del mundo, son los que menos han sufrido la crisis por ahora. El Fondo Monetario Internacional, tan atento a cualquier problema financiero en los países en desarrollo y constantemente dando consejos a cualquiera por encima del hombro, ha tenido un descuido garrafal en esta crisis. La arrogancia intelectual del FMI le impidió ver que el mayor peligro para el sistema financiero internacional no venía de Asia ni Latinoamérica. El problema se estaba cocinando en EE.UU. nada menos, debajo de sus narices.

Para América y Europa la crisis es evidente. Empezó el verano pasado con el desastre de las hipotecas subprime, de ahí pasó a la desconfianza en los bancos y la caída de los mercados financieros. Ahora está llegando a la economía real con rápidos incrementos del paro y un desplome en las ventas de consumo, automóviles, casas, etc. Pero para los países emergentes esta crisis parece sólo un bache en el camino. En China preocupa mucho más la subida del precio de los alimentos o el trágico terremoto de Sichuan que los problemas de la banca americana. La crisis se ve con distintos ojos en distintas partes del mundo.

En un momento dado, en el salón plenario del World Economic Forum, ante cientos de líderes políticos y económicos de todo el mundo, se ha planteado si el plan de rescate que el presidente Bush intenta sacar adelante este fin de semana es una buena idea. Votando a mano alzada la mitad de la sala pensaba que sí, principalmente americanos y europeos. El resto de participantes pensaba que es una mala idea. En palabras de Liu Mingkang, el presidente de la comisión que regula la banca en China "El plan de rescate es como fast-food, una solución rápida que parece solucionar un problema pero perjudica tu estómago. Sería mejor una buena y bien pensada cocina lenta, como en Asia".

Personalmente el momento más revelador del World Economic Forum ha sido la intervención del primer ministro chino, Wen Jiabao. Hablando ante una sala a rebosar ha resumido los 30 años de reformas en China como un constante esfuerzo de liberalización y apertura a la globalización. En estos 30 años han conseguido que China pase de suponer menos del 1% del comercio mundial a más del 8%. Me ha dado un escalofrío. Liberalización y Globalización. Justo lo que necesitaría la economía europea para crecer y crear empleo. Justo lo que los votantes europeos parecemos querer evitar a toda costa. Los votantes europeos tenemos miedo a la globalización y la liberalización de los mercados, por eso nuestros políticos no se atreven a hacer ningún cambio sustancial. La presión y el lobby de las empresas nacionales sobre los políticos nacionales hace que el mercado único europeo sea una realidad sólo en parte. Si las empresas europeas compitiésemos para bajar el precio a los consumidores con la intensidad que se compite en China tendríamos mayor crecimiento, más empleo y más exportaciones. En Europa tenemos demasiados intereses creados, demasiados mercados nacionales con cuasimonopolios y demasiadas tarifas e impuestos. No es cuestión de reducir los costes laborales sino de acabar con los privilegios que hacen comodonas a las empresas.

Parece que a los europeos sólo nos interesa ver las noticias negativas de China: los dentífricos contaminados, las fábricas que se van a China, la situación en Tibet, el tema de la leche en polvo tóxica, el plagio de las firmas de lujo, la contaminación, los desastres naturales, la falta de derechos humanos. China tiene sin embargo mucho que enseñarnos. Mientras Europa lleva años con crecimientos raquíticos y aumento del desempleo, China crece con potencia. Sería cómodo pensar que es sólo gracias a los bajos costes laborales pero no es cierto. Algo tienen que enseñarnos. La liberalización y la globalización han permitido a China crecer, sólo en el último año un tamaño equiparable al tamaño total de la economía española. La arrogancia de mirar a China con aires de superioridad no conduce a nada, salvo desempleo y pérdida de poder adquisitivo. Para competir con China hay que aprender lo que hacen bien: liberalización y globalización. El socialismo con rasgos chinos, como la fraseología del partido define su política económica, es el capitalismo al que debería aspirar Europa

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