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Crisis financiera mundial | La intervención de Washington

El Tesoro y la Fed urgen el apoyo al plan para evitar una severa crisis

Paulson y Bernanke intentan convencer al Congreso de EE UU de la gravedad de la situación, en medio de las críticas de senadores republicanos y demócratas

Henry Paulson, secretario del Tesoro, y Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal (la Fed), fueron contundentes: la inacción tendrá un impacto "severo" en toda la economía. Por eso urgieron al Congreso de EE UU a que llegue a un acuerdo sin dilación sobre el plan lanzado el viernes para estabilizar el mercado financiero con la compra masiva a los bancos de activos contaminados por las hipotecas subprime utilizando dinero público. La duda está en si funcionará.

Wall Street miró ayer más que nunca hacia el Capitolio, donde se juega su futuro. Paulson, convertido en el brazo fuerte ante la crisis, y Bernanke, en su fiel escudero, tenían que marcar ante del comité bancario del Senado una línea casi imposible entre el impacto para los que van a pagar el plan (el contribuyente) y los que se van a beneficiar de la intervención (los bancos). A su lado se sentaba Christopher Cox, presidente del regulador bursátil.

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El presidente de la Fed fue contundente: "Si las condiciones financieras no mejoran rápido, las implicaciones para el conjunto de la economía serán severas". "Se perderán empleos, la tasa de paro crecerá, más viviendas serán desahuciadas y el PIB se contraerá", precisó Bernanke, que con su mensaje sugirió que no tenían otra salida que apoyar la intervención del Gobierno si querían mantener abierta Wall Street.

La cara de Bernanke lo decía todo. Paulson explicó que el colapso de las hipotecas subprime creó una "reacción en cadena" que acabó congelando el crédito, y que empresas ajenas al sector financiero empezaron a tener problemas para dotarse de capital para costearse sus operaciones, porque los inversores desconfiaron de la habilidad de los fondos de dinero para soportar las pérdidas. "Si esta situación persiste, amenazará a todas las partes de la economía".

Cox, por su parte, pidió que se adopten medidas para regular y supervisar los movimientos en el mercado de las garantías de deuda, donde se mueven sin control 58 billones de dólares (39,4 billones de euros). El presidente de la SEC considera que los inversores están desprotegidos ante la manipulación de estos productos, un factor clave en el colapso de Bear Stearns y Lehman Brothers. El Estado de Nueva York se dispone a introducir reglas para dar transparencia a este mercado.

Pero el grueso del debate rotó sobre el plan para movilizar hasta 700.000 millones de dólares para comprar activos sin liquidez que están contaminando las cuentas de los bancos, y evitar así que sigan salpicando al resto de la economía. Bernanke dijo que retirar estos activos de los balances "ayudará a restaurar la confianza en el sistema financiero" y hará fluir el crédito. Señaló que no se pagarán a precio de ganga, sino teniendo en cuenta su valor intrínseco, esto es, más caros.

"Dennos el bazuca, porque lo necesitamos", imploró Henry Paulson. Los senadores, tanto demócratas como republicanos, tienen claro que deben encontrar una fórmula que permita llevar el plan de rescate del papel a la práctica. Pero lo que no se quiere es que ese bazuca vaya dirigido al bolsillo del contribuyente. "Todos reconocemos la gravedad de la situación", dijo el presidente del comité, el demócrata Christopher Dodd.

El dinero del público, exigió, debe usarse de forma "correcta y responsable". "Sí, tenemos que actuar, pero debemos hacerlo de forma inteligente", añadió Charles Schumer, que prefiere una aplicación escalonada del plan. Los demócratas quieren introducir otros elementos. Dodd mostró su preocupación porque el Tesoro no incluya una ayuda directa a los propietarios de vivienda o que no se castigue de alguna manera a los responsables de la crisis.

También se quiere introducir en el debate una medida para limitar la compensación a los ejecutivos. Pero si hay frustración entre los liberales, que no quieren caer en la misma trampa que supuso la guerra de Irak, también emergen voces discordantes entre los conservadores, que están más preocupados por el tamaño financiero del plan de Paulson.

"Que Dios creara el mundo en siete días no significa que debamos aprobar una legislación en siete días", dijo el republicano Joe Barton, mientras Jim Bunning calificaba el plan de "socialismo financiero". Richard Shelby, el líder de la oposición republicana en el comité, pidió "garantías creíbles" de que contribuirá a resolver la crisis actual. Shelby es un firme oponente a la intervención pública, por eso dijo: "Antes de poner mi firma, quiero saber si se han agotado todas las alternativas".

Paulson respondió diciendo que "la gran protección para el contribuyente es que funcione", porque el coste de la inacción "será mucho peor". A pesar del descontento y las diferencias, el objetivo es que el plan de rescate de Wall Street, el mayor desde la Gran Depresión, sea consensuado en el Congreso para final de esta semana. "El viernes o el lunes, lo importante es que el mercado entienda que hacemos progresos", concluyó el demócrata Barney Frank.

Ben Bernanke, en el centro, con el secretario del Tesoro, Henry Paulson, izquierda, y el presidente de la SEC, Chris Cox, ayer en el Senado de EE UU.
Ben Bernanke, en el centro, con el secretario del Tesoro, Henry Paulson, izquierda, y el presidente de la SEC, Chris Cox, ayer en el Senado de EE UU.REUTERS

"No es un gasto, es una inversión"

El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Paulson, reconoció ayer ante el Senado en Washington que hay "cierto grado de experimentación" en su plan para rescatar a Wall Street, porque dice que es una situación con la que no se había lidiado antes. Y presentó al Departamento del Tesoro como un jugador más en el mercado, que espera hacer dinero. "Esto no es un gasto, es una inversión", dijo Paulson, que explicó que conforme la economía crezca y la vivienda se recupere, "los activos ganarán valor".

Pasó en 1979, cuando se movilizó dinero público para salvar a uno de los grandes fabricantes de automóviles de Detroit, Chrysler. Lo que no está tan claro, tres décadas después, es que le vaya a salir bien la apuesta con la compra de activos contaminados por las hipotecas basura, las ya famosas subprime, por importe de 700.000 millones de dólares (cerca de medio billón de euros). Y eso preocupa a los inversores, porque de utilizarse todo ese dinero, los economistas dan por hecho que la deuda nacional superará el 70% del producto interior bruto (PIB), su nivel más alto desde 1954.

El techo de endeudamiento está establecido en 10,6 billones de dólares. Paulson está pidiendo llevarlo a 11,3 billones. La deuda se espera que alcance este año los 9,6 billones, un 68% del PIB.

El déficit, entre tanto, podría superar el billón en 2009. Eso equivaldría al 7% del PIB, un punto más que el máximo marcado durante el mandato de Ronald Reagan, en plena escalada del gasto militar por la Guerra Fría en los años 80. Y no se descarta que pueda alcanzar el 10% del PIB si no hay una recuperación de la economía.

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