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La primera crisis del euro | El papel de los bancos centrales

Trichet rectifica y empieza a comprar deuda para calmar los mercados

El BCE adquirirá bonos públicos y privados de los países con dificultades - El eurobanco rechaza que hubiera "presiones políticas" para activar la medida

Claudi Pérez

En el mundo anterior a la crisis, los banqueros centrales eran tremendamente aburridos y, sobre todo, creíbles. Tenían un objetivo (controlar la inflación) y un arma (los tipos de interés). Esa especie de minimalismo se ha acabado por completo. Incluso en el más ortodoxo de los bancos centrales. Cuatro días después de negarse tajantemente a adoptar nuevas medidas extraordinarias -y de avivar así el incendio en los mercados hasta rozar la catástrofe-, el Banco Central Europeo (BCE) se vio obligado ayer a realizar una insólita rectificación. Inició la compra de deuda pública y privada: una medida de emergencia con la que consiguió frenar la espiral en la que había caído la crisis fiscal europea.

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El riesgo de una debacle pesa más que la posible pérdida de credibilidad. Incluso para el BCE. Con esa acción, el eurobanco detiene -por ahora- los ataques especulativos contra los países con peores números. Y levanta un dique para limitar el miedo al contagio de la crisis y una eventual suspensión de pagos, que habría dejado la economía, otra vez, al borde del abismo.

La tensión duró hasta última hora: literalmente, hasta que los funcionarios del BCE empezaron a trabajar. El mercado de deuda pública abrió ayer a las ocho de la mañana como solía: con los tipos de interés de la deuda española, por ejemplo, subiendo ligeramente. Fue un espejismo, o tal vez un aviso: a las 8.30 el BCE empezó a comprar bonos y los tipos bajaron drásticamente. Así se esfumó el ataque sobre la deuda soberana de la eurozona, especialmente en el Mediterráneo.

La compra de deuda es una medida excepcional, que inició Japón para luchar contra la deflación, y de la que EE UU y Reino Unido echan mano desde el inicio de la Gran Recesión: desde que la sequía de liquidez amenazó con hundir el sistema financiero. El BCE se negó entonces a saltarse la ortodoxia en ese punto, como tampoco rebajó los tipos hasta el 0%: prefirió dejarlos en el listón del 1%. Y el jueves pasado, en Lisboa, su presidente Jean-Claude Trichet negó repetidamente -"No; no se ha discutido; no voy a decir nada más al respecto"- la posibilidad de comprar deuda para detener el virus inoculado por la crisis griega.

Medidas excepcionales y rectificaciones dramáticas para una situación que amenazaba ruina. "La urgencia de la crisis, la aceleración demencial de los mercados en los últimos días, obliga al BCE a actuar ante el riesgo de cataclismo", resume Juan Ignacio Crespo, de Thomson Reuters. Paul de Grauwe, de la Universidad de Lovaina, asegura que la medida "es, simple y llanamente, lo que había que hacer: no supone apretar ningún botón nuclear, porque al fin y al cabo otros han hecho lo mismo y es una de las armas que puede usar un banco central". "El problema es que el BCE lleva tiempo diciendo que esas compras eran algo terrible; lo único realmente terrible ha resultado ser la estrategia de comunicación del BCE".

Los expertos lo llaman, con su habitual querencia por los jeroglíficos egipcios, "relajación cuantitativa". La medida se identifica también con "echar dinero desde un helicóptero" o activar la máquina de imprimir dinero, según la definición de Ben Bernanke. En el caso de EE UU y Reino Unido, el objetivo era inundar de dinero un mercado financiero totalmente seco, que amenazaba con ahogar a los bancos. En el caso europeo es estabilizar el mercado de deuda.

Pero en ambos casos, la metodología es idéntica: comprar deuda, desde bonos de empresas o bancos hasta letras del Tesoro y todo tipo de obligaciones del Estado, de manera que el banco central inyecta dinero fresco en el mercado y a cambio se queda esos títulos, con los correspondientes beneficios (o pérdidas, si la cosa no funciona). El BCE lo hace en los países más atacados, en los que los precios de los bonos se han desplomado y los tipos de interés han escalado hasta cotas alpinas. Mediante compras masivas, la reacción buscada es la inversa: que los precios suban y los tipos de interés se relajen, como sucedió ayer.

Pero la operativa genera dudas. En primer lugar, sobre la credibilidad del BCE. Tras negarse el jueves a activar las compras, Trichet reivindicó ayer en Basilea que la decisión final "no es el resultado de presiones políticas". Y evitó dar pistas sobre las cantidades que el banco movilizará: al cabo, se trata de operar contra la tendencia seguida hasta ahora por los inversores, y eso sería enseñar las cartas. Las compras se centrarán "en los países con más dificultades", y el BCE hará "lo que sea necesario", contestó Trichet ante la pregunta de si la cifra final podría alcanzar los 300.000 millones de euros.

Hay más incertidumbres. El BCE es responsable de la política monetaria, y por tanto no debe dedicarse a tapar agujeros fiscales: según algunos analistas, eso supone rebasar la línea que separa la política monetaria de la fiscal. De alguna manera, incuba dudas sobre la independencia del BCE. Además, las consecuencias a corto plazo son positivas, pero si finalmente algún país o entidad suspende pagos puede provocar un enorme agujero en las cuentas del BCE. Por último, los expertos aseguran que hay riesgo de provocar inflación, el gran fantasma de Alemania, que siempre se ha opuesto a estas operaciones. Hasta ahora.

La medida persigue "abordar el mal funcionamiento de los mercados de valores", según aseguró el propio BCE en una declaración inusual, que tal vez no casa con sus principios pero era totalmente necesaria. Además, el eurobanco anunció la extensión de las subastas de liquidez (la barra libre de dinero para la banca a tres y seis meses), y junto con los bancos centrales de EE UU y Suiza se comprometió a reactivar, desde hoy, las líneas de provisión de liquidez en dólares para frenar la caída del euro. La moneda europea escaló ayer por encima de los 1,30 dólares por unidad, aunque a última hora volvía a cotizar en torno a los 1,28, un nivel similar al del pasado viernes. El baile va para largo.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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