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Reportaje:

Dos años de crisis y paro

España generará más de 2,7 millones de desocupados entre 2007 y 2010 - Tras crecer 10 puntos, la tasa de desempleo aún subirá al 20% el próximo año

Manuel V. Gómez

El sueño del pleno empleo estaba al alcance de la mano. La tasa de paro había caído al nivel más bajo de la democracia, un 7,9%. Era España. Un país en el que el desempleo había vivido en niveles históricamente altos en los ochenta y en los noventa. Todo un logro que ahora, cuando sólo han pasado dos años, queda muy lejos. El paro está en el 17,9%. 4.137.500 personas de brazos cruzados. Y, esta misma semana, la OCDE, la organización que agrupa a los países más desarrollados del mundo -es decir, el club de los estados más ricos del planeta- ha dejado claro que la pesadilla todavía no ha acabado, que el paro llegará al 20% el año que viene.

El protagonismo español al hablar del mercado laboral está en boca de todo el mundo. Cuando el miércoles la OCDE presentó su informe anual sobre el mercado de trabajo, su secretario general, Ángel Gurría, definió a España como "un caso especial". La crisis ha generado más parados en Estados Unidos. En concreto, 7,1 millones (por 2,2 millones de España). Pero su población activa ronda los 150 millones de personas frente a los 23 de España.

La recesión empezó cuando el Ejecutivo aún negaba que hubiera crisis
Con la metodología actual, el paro alcanzó el 18,2% en el bajón de 1993
Lo peor es que los altos niveles de desempleo se mantendrán años
La reordenación financiera y el sector inmobiliario lastran la recuperación
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La luz al final del túnel se apaga

Nadie ha visto un aumento del paro como el hispano: duplica la tasa de la Eurozona. En julio de 2007 la tasa de desocupados cayó al 7,9%. El objetivo del pleno empleo estaba al alcance de la mano y así lo proclamó el presidente José Luis Rodríguez Zapatero antes de las últimas elecciones generales. Pero la crisis convirtió el objetivo en una quimera. Lo que iba a ser el principal argumento electoral del PSOE, comenzó a convertirse en una amenaza. Entonces aparecieron promesas electorales como la reducción de 400 euros del impuesto de la renta para todos, independientemente de los ingresos. La promesa se transformó luego en una de las primeras medidas anticrisis. Ahora está en peligro ante el galopante déficit público, que este año se situará en torno al 10% del PIB.

Desde hace dos años el paro sólo sube. Al principio, poco a poco. Antes de que el desempleo desatara toda su virulencia llegó la caída de la vivienda, la de las ventas de coches o la del consumo; la escalada de la morosidad, la del Euríbor o la de los precios del petróleo, y con ella, el choque inflacionario (que meses después ha acabado en amenaza de deflación). Los síntomas de la recesión arreciaban en el segundo trimestre de 2008 -algo que el INE ha confirmado hace apenas unas semanas- cuando el Gobierno andaba empeñado en negar lo obvio. "Es opinable si hay crisis", declaró Zapatero en una entrevista con EL PAÍS en junio de 2008.

Con el desplome de Lehman Brothers, del que se cumple un año ahora, llegó el hundimiento del mercado laboral. La crisis financiera mundial llegó al paroxismo. El grifo del crédito se secó completamente y golpeó con toda su dureza al empleo. El saldo hasta el momento habla por sí mismo: 1,5 millones de puestos de trabajo destruidos, 2,2 millones de parados más y una tasa del 17,9%.

El Banco de España calcula que el porcentaje de desempleados en la crisis anterior, cuando se llegó al máximo histórico del 24,5%, sería del 18,2% con la metodología actual. Es decir, el récord está a la vuelta de la esquina. Claro que ese dato caería ahora sobre un mercado laboral mucho más amplio y robusto que entonces, con 23 millones de trabajadores y 12 millones de empleos fijos, cifras que casi duplican las de 1993.

La fábrica de parados en que se ha convertido España empezó su sádica producción por la construcción. El ladrillo había crecido sin freno en la época de expansión. Los cálculos del banco suizo UBS revelan que entre 1995 y 2007 el peso de la construcción residencial -la civil se ha mantenido estable- en la economía española se duplicó. Llegó al 8%. "No era lógico el tamaño que tenía la construcción en la economía española. Era una especie de monocultivo", razona Miguel Ángel Malo, profesor de Economía de la Universidad de Salamanca. La consecuencia, 851.000 puestos de trabajo engullidos. Tras el ladrillo -con un gran poder de arrastre sobre el resto de la economía- la industria (432.000 empleos perdidos) y los servicios (243.000 puestos desaparecidos).

Pero la fábrica no ha parado todavía. "El sector de la construcción va a echar a más gente y también los servicios", pronostica Sandalio Gómez, profesor del IESE. La OCDE puso una cifra el miércoles. Hasta 2010 en España se contabilizarán 493.000 desocupados más. Menos que los sumados hasta ahora. Sí, pero con 2,2 millones de desempleados más. "El paro no ha tocado fondo, pero el ritmo anterior era tremendo", argumenta Gómez.

Así se explica que Alemania y Francia, menos golpeadas hasta ahora por el desempleo, sufrirán ahora su látigo en mayor medida, según pronostica la OCDE. Por ejemplo, en el primer caso, la destrucción de empleo se ha traducido en menos horas trabajadas. Ahora, llega el turno del desempleo, afirma Ángel Laborda, director del panel de coyuntura de la Fundación de Cajas de Ahorro (Funcas). Claro, que su tasa de paro no se acercará, ni por asomo, a la española. Quedará en el 11,8%.

"No creo que lleguemos a los cinco millones de parados, pero lo más preocupante es que la tasa será alta durante mucho tiempo", abunda Malo. En línea con estas palabras se sitúan las previsiones de Funcas o UBS, que sitúan el paro por encima del 20% en 2010 (en el caso del banco de inversión, lleva este cálculo hasta, al menos 2012). Se repetirá un fenómeno tradicional del mercado laboral español. El desempleo crece de forma vertiginosa, pero se reduce de forma muy lenta y dolorosa. El ejemplo más claro de esto es lo sucedido en las últimas dos décadas: rebajar la tasa de desempleo al nivel en que estaba a finales de los setenta costó un cuarto de siglo.

Estos números se basan en la debilidad y lentitud de la recuperación española. La recesión perdurará hasta mitad de 2010. Mientras, Francia, Alemania o Portugal ya han salido de ella y el conjunto de la Unión Europea y Estados Unidos se prevé que lo hagan este trimestre. Hasta 2011 no llegará un crecimiento que permita detener la destrucción de empleo. Laborda calcula que para ello se necesita un incremento del PIB en torno al 1,5% o el 2%.

La famélica recuperación española adolecerá de los mismos desequilibrios que han precipitado una crisis más dura para el empleo que para el resto de países europeos, pese a sus menores caídas del PIB. "El sector inmobiliario ha originado durante años una sobreoferta y ahora la demanda está muy débil. Además, aunque empiece a resucitar, el número de viviendas por vender todavía es muy alto, en torno a un millón", explica Laborda. "Esto va a ser una losa que va a detraer crecimiento".

Al omnipresente problema de la construcción, España suma un problema financiero y un sector por reordenar. Tarea pendiente que obstruirá la necesaria irrigación de crédito -ahora en contracción- a la economía. La intervención de Caja Castilla La Mancha y la aprobación antes de agosto del Fondo de Reordenación Ordenada Bancaria, conocido por sus iniciales, FROB, prueban la existencia de unos deberes por hacer.

El otro lastre que señala Laborda es el paro mismo. Consecuencia de la crisis en principio, acaba por transformarse en causa y rémora. La persistencia de tasas altas de desempleo mina la confianza de las familias y limita su gasto. Inevitablemente cae el consumo, lo que en una economía como la española -con un PIB dependiente en más del 60% de la demanda interna- es una losa muy pesada por levantar.

En este escenario, el paro vuelve a aparecer como un problema estructural de la economía española. Un problema que no afecta a todos por igual. Inmigrantes, mujeres y jóvenes lo sufren en mayor medida. Sobre todo estos últimos. El paro entre los menores de 25 años es del 38,15%. Datos como éste, que ofrecen un futuro más oscuro aún a quien más futuro tiene, llevaron al máximo responsable de la OCDE, Ángel Gurría, a advertir el miércoles contra uno de los peligros que trae consigo una crisis con efectos devastadores sobre el empleo: la aparición de una "generación perdida".

Medidas que no detienen la hemorragia

La herida del paro ha requerido de grandes y urgentes medidas que taponaran la hemorragia. Pero la sangría es demasiado grande y a lo más que han llegado es sólo a contenerla; no a pararla. Lo demuestra la caída del paro registrado entre mayo y julio. Un alivio temporal. Ya en agosto el desempleo ha vuelto a subir.

La más importante de las iniciativas ha sido la del fondo para inversiones locales. 8.000 millones de euros destinados a obras municipales que han creado 400.000 empleos. Esta misma semana la OCDE lo reconocía. No obstante, la organización calificaba de "modestos" los resultados del esfuerzo fiscal español contra el empleo, sobre todo, al compararlos con los de Australia, Japón o Estados Unidos, donde las medidas fiscales adoptadas por el Ejecutivo han tenido un efecto mayor.

Entre los expertos, pocas críticas recibe esta medida. "La urgencia era la urgencia", afirma Miguel Ángel Malo, de la Universidad de Salamanca, quien admite que hubiera preferido que los proyectos financiados deberían haber sido más selectivos.

Ahora el Ejecutivo prevé otro fondo similar. En esta ocasión la inyección será de 5.000 millones. Según advirtió la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, generará menos puestos de trabajo porque las inversiones serán más selectivas y destinadas a impulsar el cambio de modelo productivo, algo que no preveía el primer fondo local.

No ha sido la única, ha habido otras. Como la contratación de 1.500 orientadores laborales o la ampliación de la plantilla de los servicios públicos de empleo para agilizar los trámites de solicitud de la prestación por desempleo.

La última, la de otorgar una ayuda de 420 euros al mes a los parados sin ingresos, trata de evitar la exclusión social de los desempleados en peor situación, algo que de forma genérica ha demandado la OCDE en su informe de esta semana. Pero su implantación se ha visto rodeada de polémica por la fecha de comienzo. Tras aprobar un decreto que sólo beneficiaba a quienes perdían la prestación y el subsidio a partir del 1 de agosto, el Gobierno se vio forzado por oposición y sindicatos a rectificar. Lo ha llevado hasta el 1 de enero. "Una medida bien intencionada, pero mal aplicada", resumía esta semana un alto dirigente sindical.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.

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