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Reportaje:

Los 'bonos de la muerte' resucitan

Las grandes firmas de Wall Street promueven la titulización de seguros de vida - La rentabilidad es mayor cuanto antes mueren los asegurados

Ramón Muñoz

¿Quién dijo que el capitalismo financiero había muerto con la recesión? No sólo no ha muerto, sino que es capaz de utilizar la muerte como la principal garantía de un novedoso y controvertido producto de inversión que ya estudian las principales firmas de Wall Street. Técnicamente se llama Life Settlement Securitizations o titulización de seguros de vida, aunque en el mercado se conocen como los bonos de la muerte. Deben ese macabro nombre a que su rentabilidad depende de que la esperanza de vida del propietario de la póliza sea corta. Así, como suena: cuanto antes muera el asegurado, mayor es la rentabilidad del bono.

Su funcionamiento es relativamente sencillo. El titular de un seguro de vida que pasa por apuros económicos o quiere disfrutar de un mejor nivel de vida tras jubilarse vende su póliza con un descuento. La compañía que lo adquiere sigue pagando la póliza hasta que su titular muera y pueda cobrar el seguro. Los bancos de inversión titulizan las pólizas adquiridas, es decir, emiten bonos cuya garantía son precisamente los seguros. El inversor recibe unos intereses periódicos por su título, que cotiza además en el mercado secundario.

En España, estos productos están estrictamente prohibidos
El mercado potencial en EE UU es de unos 300.000 millones de euros

El valor de los títulos depende de que la esperanza de vida del titular sea modesta, porque si se alarga mucho, la rentabilidad cae por el pago de la póliza que le ha sido comprada. De esta forma, las firmas financieras buscarán para su cartera de pólizas a asegurados con enfermedades graves o de avanzada edad. El ideal, según estudios preliminares de Goldman Sachs, es que duren menos de 10 años. Además, para minimizar la inseguridad, hay que empaquetar miles de pólizas, cuantas más, mejor.

Aunque el riesgo de estos instrumentos financieros es innegable, la idea está siendo apadrinada por las grandes firmas de Wall Street, justamente las que causaron la última crisis financiera. Han constituido una asociación -Institutional Life Markets Association (ILMA)- con el fin de hacer lobby para promocionar este producto y convencer de su bondad tanto a los legisladores como a los potenciales inversores. Sus fundadores son JPMorgan Chase, Credit Suisse, Goldman Sachs, Mizuho International, WestLB y UBS.

El mercado potencial es enorme. Los estadounidenses tienen suscritos seguros de vida con una cobertura por 23 billones de dólares (15,3 billones de euros) y cada año, las aseguradoras reciben 142.000 millones de dólares en primas. El sector calcula que de ese gran pastel, habría un mercado potencial de asegurados dispuestos a revender sus pólizas en torno a 500.000 millones de dólares (333.155 millones de euros).

El negocio tiene similitudes evidentes con el de las subprimes que derivaron en el último desastre financiero, salvo que en este caso la garantía de los títulos son pólizas de seguro en lugar de hipotecas.

Tal vez por eso, el director de regulación de la ILMA, Jack Kelly, en su comparecencia del pasado día 24 de septiembre ante el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, se apresuró a señalar que el riesgo es mucho menor, puesto que las subprime dependían de una hipoteca cuyo plazos de pago se alargaban en muchos casos durante décadas, mientras que las pólizas tienen una vida menor y sólo hay que predecir la longevidad del asegurado: "El propietario de la póliza recibe el dinero en el mismo momento de venderla. Si la titulización resulta fallida, el único perdedor es el inversor, a diferencia de lo que ocurre con las hipotecas en las que los propietarios pierden su vivienda y los inversores sus ahorros".

En España, este producto financiero es inviable. La legislación prohíbe la titulización de cualquier tipo de seguros para su cotización en los mercados secundarios. Y va más allá, puesto que ni siquiera está permitido que el titular de la póliza la revenda con descuento, una práctica muy común en EE UU, según fuentes de Unespa, la patronal española de seguros. El mercado potencial también sería importante: hay suscritas 23,7 millones de pólizas de riesgo, con unas indemnizaciones a favor de los beneficiarios de 650.000 millones de euros.

Los peligros de este producto financiero son indudables. Curiosamente, el más grave tiene que ver con los avances de la ciencia médica. Como las pólizas más apetecibles son las suscritas por personas con enfermedades graves (cáncer, dolencias cardiacas, alzhéimer, leucemia, etcétera), el descubrimiento de un remedio o de un medicamento eficaz para combatirlas, supondría un desastre para estos productos, al alargar inesperadamente la vida de los asegurados, devaluando el valor de los títulos. El ejemplo más claro que ponen sus detractores es que, por ejemplo, si se hubieran titulizado pólizas en los años ochenta de enfermos con SIDA, habrían sido muy rentables al principio, pero un desastre financiero a partir de los noventa, cuando se descubrieron paliativos que impidieron que la enfermedad fuera mortal.

La dificultad de realizar una estadística fiable puede pesar también en el ánimo de los inversores. Por eso, en diciembre de 2007, Goldman Sachs desarrolló un índice, similar a otros baremos bursátiles, que clasifica los seguros de vida recomprados, tratando de medir los riesgos de la longevidad y mortalidad de una forma "transparente y razonable". El proyecto se frenó al coincidir con el estallido de la crisis de las subprime. Pero ahora las firmas financieras intentan rescatar este producto para revitalizar sus carteras.

Por su parte, las aseguradoras dudan de que éste sea un buen negocio para ellas. En primer lugar, porque desnaturaliza el sentido mismo de los seguros de vida, que es el de compensar económicamente a los parientes o allegados del asegurado cuando éste muere. Y, en segundo lugar, porque podría disparar el fraude en torno a las pólizas.

En mayo pasado, el ILMA organizó una conferencia para inversores en Londres, que tituló: "La longevidad como inversión alternativa". Los inversores ya saben a qué atenerse. Pero tal vez deban tener cuidado con los accidentes.

Señal que indica la dirección de Wall Street, a las afuertas de la Bolsa de Nueva York.
Señal que indica la dirección de Wall Street, a las afuertas de la Bolsa de Nueva York.REUTERS

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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