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Las consecuencias de la crisis
Columna
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La caída de Saulo

Xavier Vidal-Folch

Austeridad y a la vez, estímulo. Acelerar y frenar. Echar combustible a la locomotora para que cobre velocidad, pues renquea, y al tiempo detraérselo porque resulta caro y los proveedores amenazan con bloquear el suministro. Ésa es la cuadratura del círculo que afronta el Gobierno.

El dilema planteado por esas dos necesidades contradictorias es universal. Lo estilizó en Davos el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn: "Si abandonamos los planes de estímulo demasiado tarde, la deuda pública será más alta; pero si los abandonamos demasiado pronto, afrontamos el riesgo de una recesión en dos fases". Y en ese último caso, el de un rebote en la caída, "no sé qué podríamos hacer porque ya hemos utilizado todas las herramientas; la probabilidad es baja pero el riesgo es alto".

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La respuesta doméstica a esta ecuación ha sido asumir ambas cosas a la vez: añadir a los programas de relanzamiento vigentes (automóvil, Plan E, FROB, paquete de sostenibilidad...) un plan de estabilidad para 2010 (que corrige el optimista Presupuesto) y un programa de austeridad (para el trienio siguiente) que supone un fuerte hachazo a la inversión pública prevista.

Este cambio de rumbo sucede a una caída de Saulo, el judío perseguidor de cristianos que al hendirle la luz del Señor cayó del caballo y se convirtió, y se llamó (san) Pablo. ¿Por qué el Gobierno cayó desde el optimismo antropológico al suelo de la realidad, tras driblar a organismos internacionales y fuerzas vivas económicas? Porque desde que aprobó los Presupuestos (26 de septiembre) han sucedido al menos cinco cosas:

1. Unos datos mucho peores. El cierre del ejercicio de 2009 ha sido alarmante, desautorizando los pronósticos para 2010. El gasto se multiplicó. Habrá superado en un 22% lo presupuestado (en gran medida para paliar el desempleo), contra unos ingresos declinantes. Y así, como saldo, el déficit llegará al 11,4% (nivel casi griego o norteamericano), casi dos puntos más que el 9,5% previsto.

2. La soledad en derredor. España ha quedado como última gran economía aún inmersa en la recesión. Y ésta continuará en este ejercicio (-0,3% según el Gobierno; -0,6% según el FMI).

3. La contaminación griega. Grecia se ha abocado al abismo, por culpa de sus cifras aún más dramáticas (amén de poco fiables), y empujada por agencias de calificación discriminatorias o por organismos sesudos. Amenazaba con contaminar a los otros euro-sureños. Aunque Bruselas le da un respiro, el hervor de la prensa anglosajona, el talibanismo del Bundesbank y el desespero de los griegos por no quedar aislados, balizaban nuevos peligros.

4. Una defensa poco útil. Los argumentos, ciertos, de que la crisis española era similar a la de EE UU (y nadie les amenaza) y más suave que la de Alemania (y tampoco) valieron para poco. Porque EE UU goza del señoriaje monetario del dólar, y político del imperio; y Alemania tiene su economía exportadora intacta, presta a cabalgar al recuperarse la demanda mundial. Y el de España no es, ay, ni uno ni otro caso.

5. Estrategias "de salida". En los últimos meses menudeó la consigna de ultimar "estrategias de salida de la crisis", con el retorno a la ortodoxia fiscal, tras un año gastador. Prédica que pone sordina a la que insiste en seguir estimulando la recuperación.

Amásense estas cinco causas, y llega la austeridad. Primero como mensaje a los mercados, que ya logró la semana pasada recuperar buena parte del diferencial con los bonos alemanes. Y ahora, como receta ineludible de un Ejecutivo que se quiere poner las pilas por imperativo de los hechos.

La incógnita asociada a la austeridad es hasta dónde llegará su efecto contractivo: a menos inversión pública, menos consumo, menor crecimiento, menos ingresos públicos. Todo ello, empeorable en cuanto aumente el IVA.

Pero juega a favor el repunte de la confianza de los consumidores (alza de cuatro puntos desde el hoyo de agosto, según el ICO) y la esperable mejora de las exportaciones, gracias a la recuperación de los vecinos europeos.

La cuadratura del círculo se sirve de una (hábil) pirueta temporal para cohonestar la reducción del gasto y su aumento. El grueso de la austeridad (reducción del gasto en 45.000 millones) se fía al trienio 2011-2013. Sólo un 10%, 5.000 millones, va para 2010. Es el mismo truco periodificador usado por Obama en el debate sobre el estado de la Unión. Un encaje de bolillos. ¿Servirá?

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