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El agravamiento de la crisis

La crisis de Dexia reaviva el debate sobre la salud de la banca europea

El riesgo de contagio acapara los debates de los ministros de la UE - Francia y Bélgica garantizan los depósitos de la entidad

Volvemos a otoño de 2008. La nueva crisis del banco franco-belga Dexia ha despertado una vez más las alarmas sobre la fragilidad de algunas entidades financieras europeas y la necesidad de su recapitalización a pesar de las ingentes ayudas públicas recibidas. Los ministros de Economía de la UE, reunidos ayer en Luxemburgo, dedicaron la mayor parte del encuentro a valorar el impacto de la crisis de la entidad, cuyos activos de 577.000 millones de euros representan el 150% del PIB de Bélgica. El primer ministro belga, Yves Leterme, intentó tranquilizar a los clientes del banco asegurando que "ningún ahorrador va a perder ni un céntimo de euro". Los teléfonos de Dexia se vieron ayer colapsados por las llamadas de clientes angustiados.

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Dexia cayó ayer un 22,4% en Bolsa, dejando su capitalización en 1.964 millones. La crisis del banco, especializado en conceder financiación a las entidades locales, deriva de sus dificultades para obtener liquidez en el mercado interbancario, agravadas por el deterioro de la situación en Grecia. La entidad tiene una exposición de unos 20.900 millones a deuda soberana emitida por Grecia, Italia y otros países en dificultades.

El comisario de Mercado Interior y Servicios, Michel Barnier, fue más cauteloso sobre el futuro de la entidad, asegurando que "es prematuro especular sobre lo que va a pasar con Dexia". El Gobierno belga se reunió anoche para estudiar las posibles ayudas y el troceamiento de la entidad.

El ministro de Finanzas francés, François Baroin, abandonó la reunión de la UE a media mañana para atender otros encuentros en París. El ministro aseguró que Francia y Bélgica habían decidido ofrecer todas las garantías necesarias para mantener la entidad en pie. "Los Estados [belga y francés] responderán como en 2008", dijo Baroin. "Pase lo que pase", añadió, "daremos una solución rápida y eficaz".

Por su parte, el ministro de Finanzas de Bélgica, Didier Reynders, aseguró que se estaban barajando varios tipos de ayuda, además de la oferta de garantías, inyecciones de capital o préstamos.

En noviembre de 2008, Dexia recibió una inyección de capital público de 6.000 millones, garantías por valor de 150.000 millones y ayudas para sanear activos dañados por valor de otros 13.000. En ese sentido, el vicepresidente de la Comisión y comisario de Competencia, Joaquín Almunia, advirtió de que cualquier nueva ayuda pública requiere el examen y la autorización previa de la Comisión. Almunia recordó que desde octubre de 2008 la Comisión ha aprobado un total de 25 reestructuraciones y la liquidación de 11 entidades. "Ahora mismo estamos trabajando en planes de reestructuración para otros 21 bancos y no podemos excluir que ese número crezca en el futuro", añadió.

Consciente de que las turbulencias en la crisis de deuda están poniendo contra las cuerdas a muchos bancos -Dexia es el ejemplo más claro-, la vicepresidenta y ministra de Economía, Elena Salgado, declaró: "Verdaderamente hay muchos bancos sometidos a presión. Particularmente, los que tienen deuda griega. No es el caso de la banca española, pero tiene efecto sobre todos los países. Por eso es buena idea que los bancos tengan más capital, por eso nosotros hemos recapitalizado nuestro sector financiero". El objetivo sería "cortar la ligazón entre la crisis de deuda y los balances de los bancos", según las palabras de Salgado, que dijo que de la segunda recapitalización de los bancos no se habló "formalmente" en la reunión pero "sí en los corrillos".

Salgado, a su salida del Ecofin, también defendió la credibilidad de las pruebas de resistencia publicadas en julio, a pesar de que Dexia fue una de las entidades que mejor nota sacó. "No se hizo una valoración de la deuda soberana", declaró la ministra de Economía. "Ahora vemos que es una carencia que habría que solucionar en el futuro".

La Autoridad Bancaria Europea no contempló la hipótesis de un impago o quita de la deuda soberana, por lo que no admitía pérdidas más que en la cartera de negociación, y no en el conjunto del balance. Por esto Dexia obtuvo un sobresaliente, con una solvencia del 10,4% (se exigía un 5%) en el peor escenario previsto, la tercera mejor nota entre las entidades de más de 100.000 millones de euros en activos, informa Manuel V. Gómez.

Durante todo el día, las autoridades francesas y belgas intentaron tranquilizar a trabajadores, ahorradores e inversores, aunque la sensación de que Dexia se ha convertido en el primer gran banco europeo que sucumbe a la crisis de la deuda pública era casi unánime entre los analistas. La crisis de Dexia provocó fuertes caídas en las Bolsas europeas, lastradas por los valores bancarios, aunque los retrocesos se moderaron por la tarde.

Con cerca de 70.000 millones de activos tóxicos, el Consejo de Administración comunicó a los sindicatos que la solución va a consistir en dividir la entidad, especializada en créditos a instituciones locales francesas, separándola en varios trozos: varios bancos sanos situados en Luxemburgo, Bélgica y Turquía, y un banco malo que quedaría establecido en Francia y contaría con la garantía de los Estados francés y belga.

La Caisse des Dépôts (CDC, brazo financiero del Estado) y la Banca Postal (entidad pública francesa) serán los avalistas principales del grupo franco-belga, un gigante con los pies de barro.

Dexia, que está dirigido desde 2008 por Pierre Mariani, exasesor del presidente francés Nicolas Sarkozy, estuvo cerca de la quiebra hace ya tres años, cuando las autoridades belgas, luxemburguesas y francesas corrieron a inyectar en sus arcas cerca de 6.400 millones tras la caída de Lehman Brothers. Después de eso, el banco recibió 96.000 millones más, pero su desequilibrio estructural (captaba ahorros en Bélgica y Turquía y los invertía en Francia, donde no tiene banca comercial) y la marea de la deuda han acabado suspendiendo al alumno que se marchó de vacaciones de verano con un sobresaliente.

Un empleado de Dexia, en una oficina de la entidad en Bruselas.
Un empleado de Dexia, en una oficina de la entidad en Bruselas.GEERT VANDEN WIJNGAERT (AP)

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