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Columna
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La crisis más larga e intensa

Joaquín Estefanía

De acuerdo con las proyecciones, la actual crisis económica puede ser de las más largas e intensas de la historia: casi un lustro de padecimientos desde ese agosto de 2007 en que comenzaron las dificultades con un problema tan focalizado como los créditos subprime en EE UU, que sólo suponían el 15% del sistema hipotecario de ese país. Levantarse será una tarea muy larga para la que se requiere el concurso de las fuerzas políticas y agentes sociales. Los Gobiernos, por sí solos, serán incapaces de encontrar una senda de crecimiento adaptada a las nuevas circunstancias.

El problema no es si se ha tocado fondo sino hasta cuándo durarán las estrecheces. Mirar hacia adelante, hacia lo que aún espera. Una de las mayores unanimidades obtenidas es que para salir de la gran recesión la condición necesaria es recuperar la sanidad del sector financiero. Muchos países parecen haber superado la mayor parte de los problemas de liquidez y solvencia de sus bancos a fuerza de avales públicos, compra de activos, grandes inyecciones de liquidez y de que los Gobiernos se quedasen con el capital de las entidades (socialización de pérdidas). Se utiliza el condicional "parece" porque el Fondo Monetario Internacional (FMI) advierte de que aún quedan bastantes activos tóxicos sin desvelar en las tripas de los bancos. En EE UU, una decena de grandes bancos han pedido permiso para empezar a devolver el dinero público utilizado en sanearlos, con el objeto de recuperar la libertad de acción perdida con la intervención gubernamental.

Levantarse será una tarea ardua para la que se requiere el concurso de las fuerzas políticas y agentes sociales

En España, por la fortaleza de su sistema financiero y la intensidad de su supervisión, apenas hemos tenido en el pasado esos quebraderos. La paradoja es que pueden llegar ahora, cuando los demás los están superando. Casi agotadas las provisiones genéricas (el colchón de que se dotaron en tiempos de bonanza), el sector empieza a padecer con toda la intensidad los efectos de la recesión en materia de morosidad particular (por el crecimiento del desempleo), impagos inmobiliarios (concursos de acreedores de las grandes promotoras y parón de la construcción y compraventa de viviendas), reducción de los márgenes por la caída de los tipos de interés y la revisión de muchas hipotecas y créditos para adaptarlos a la caída del Euríbor, etcétera. El futuro parece menos esplendoroso que el presente.

Para abordar estas cuestiones y evitar un riesgo sistémico, el Gobierno quiere disponer de un nuevo instrumento, a añadir a los avales a las emisiones privadas, la compra de activos, las fusiones de entidades y el uso de las inyecciones del Fondo de Garantía de Depósitos. Se trata de la creación de un Fondo de Reestructuración y Ordenación Bancaria (FROB), con capacidad de hasta 90.000 millones de euros, utilizables en la recapitalización de las entidades más débiles. Conforme avanzan las dificultades crece la urgencia de disponer de este instrumento, que necesita del consenso parlamentario para ponerlo en práctica.

Pero los problemas que tenemos por delante no se ajustan al sector financiero. El cuadro macroeconómico presentado por el Gobierno el pasado viernes señala con toda su crudeza la magnitud de la recesión. Según estas previsiones, el paro seguirá afectando en el largo plazo (al menos hasta el año 2012) a más del 17% de la población activa, una cifra estructural que dobla a la de cualquier país de nuestro entorno, con caídas del consumo privado, la inversión, la demanda nacional, las exportaciones y las importaciones, y un déficit público que este año puede llegar al porcentaje récord del 10% del PIB. En este entorno se puede prever que las subidas de los impuestos que afectan al tabaco y al alcohol tan sólo serán las primeras de otras varias, como está sucediendo unánimemente a nuestro alrededor. Máxime si la prioridad de la política económica del Gobierno sigue siendo, como tantas veces ha expuesto el presidente, proteger a los más afectados por la recesión.

El mismo día en que el Consejo de Ministros rebajaba de forma drástica las previsiones económicas para la economía española, el FMI revisaba al alza, por primera vez desde el estallido de la crisis, sus cálculos de crecimiento mundial (un 2,4% en el año 2010), y el Banco Central Europeo indicaba que la recuperación llegará a Europa a mediados del año próximo. Lo que subraya explícitamente el retraso del ciclo económico en nuestro país. Lo que tenemos por delante va a ser más largo que lo que ya hemos pasado.

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