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Reportaje:

La decadencia del dólar

La moneda de EE UU pierde fuerza como divisa de referencia, con una caída sostenida que dura ya más de seis años

Claudi Pérez

Los norteamericanos suelen decir que Dios protege a los niños, a los tontos, a los perros y a los Estados Unidos de América. Pero la protección divina no parece incluir al dólar: el billete verde inició en 2002 un declive sostenido que no acaba de detenerse. En aquel momento, con un euro se obtenían 86 céntimos de dólar. Ahora, el cambio sale por 1,57.

Y la cuestión es hasta dónde puede seguir cayendo. La supermodelo brasileña Gisele Bundchen, los anticuarios de Manhattan, los vendedores de entradas del Taj Majal y hasta el rapero Jay Z han sido noticia en los últimos meses por un denominador común: no aceptan dólares o prefieren cobrar en euros ante la caída del billete verde. El dólar sigue siendo la moneda internacional de referencia, pero los inversores ya no le tienen la misma fe. Los países exportadores de petróleo -junto a las grandes economías asiáticas- empiezan incluir el euro en sus ingentes reservas, en detrimento del dólar. Algunos, como Irán, incluso tienen previsto cobrar el crudo en euros, por razones económicas pero también políticas.

La creciente debilidad de la economía estadounidense y un déficit exterior galopante tiran a la baja del billete verde

Detrás de esa decadencia del dólar está la debilidad de la economía estadounidense. La crisis financiera iniciada con las hipotecas basura el pasado agosto ha desembocado en la temida recesión y ha acentuado el perfil bajo del billete verde con respecto al euro y a otras monedas, como el yen y la libra. Hay más razones. Los norteamericanos han vivido durante años por encima de sus posibilidades, con un déficit exterior galopante, que ronda los 750.000 millones de dólares, más del 5% del producto interior bruto de Estados Unidos.

Aun así, es difícil que el dólar pierda estatus. El financiero George Soros apostó en 1992 contra la libra esterlina y ganó: la moneda británica se derrumbó. Los ataques especulativos fueron habituales a lo largo de los años noventa: México, Tailandia, Rusia, Brasil y un poco más tarde Argentina sufrieron el acoso de los especuladores sobre sus monedas. España, también. Pero, en principio, el dólar está en otra categoría.

"El declive del dólar es evidente, por la propia desaceleración de la economía americana. Y las autoridades de medio mundo han empezado a diversificar sus reservas. Pero ese es un proceso que viene de lejos, y que va a seguir siendo muy gradual. Difícilmente puede haber correcciones drásticas porque al fin y al cabo la economía de Estados Unidos empezará a recuperarse en la segunda mitad de este año", asegura Pablo Guijarro, de AFI. En otras palabras: es normal el castigo, que ha llevado el dólar a niveles nunca vistos, pero no se espera una debacle. "Además, el dólar débil le viene de lujo a EE UU: sus exportaciones son más baratas y permiten rebajar el déficit exterior", añade Guijarro.

José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, destaca que Estados Unidos "necesita en estos momentos un dólar a la baja para salir del paso". "Pero no va a dejar de ser la moneda de referencia mientras la primera economía del mundo siga liderando las ganancias mundiales de competitividad", asegura.

Tras la inestabilidad en los tipos de cambio hay siempre desequilibrios comerciales. Y los desequilibrios de balanza de pagos no han dejado de incrementarse en los últimos años: los más de 700.000 millones de dólares del déficit estadounidense contrastan con los holgados superávit de economías como Japón, China y otros países emergentes. Un superávit sostenido suele suponer, a la larga, la apreciación de la moneda, como en el caso de Alemania durante los años sesenta y setenta. Y de igual manera, cabía esperar que el déficit de EE UU desembocara en una depreciación de la moneda.

Hasta ahora, eso ha sucedido a medias: el dólar pierde valor con respecto al euro, el yen y la libra esterlina, pero no con relación a las divisas de las economías emergentes, en parte por su rol como divisa de referencia. Sin embargo, para Paul Donovan, de UBS, ese papel del dólar como moneda en la que se acumulan reservas "está en franco declive". "Al dólar le va a suceder algo parecido a lo que le pasó a la libra hace 90 años", augura.

Los tipos de cambio, claves en la reunión del G-7

En los últimos 25 años ha habido un puñado de operaciones de salvamento en los mercados cambiarios. En 1985, los acuerdos del Plaza -la reunión del entonces G-5 en el hotel Plaza de Nueva York- permitieron que el dólar, por aquel entonces fortísimo, empezara a deslizarse por la senda de la depreciación. Nadie espera nada parecido, pero el dólar será uno de los temas estrella en la próxima reunión del G-7, el grupo que reúne a las siete mayores economías del mundo, que se celebra en Washington a partir del viernes.

El Banco Central Europeo repite desde hace meses el mismo soniquete con respecto a las monedas. Básicamente, que los tipos de cambio deben reflejar los fundamentos de las economías y que movimientos excesivos en las cotizaciones "no son bienvenidos". "La excesiva volatilidad y los movimientos desordenados" de las monedas perjudican el crecimiento, en opinión de Jean-Claude Trichet, presidente del BCE.

Las autoridades estadounidenses no han dejado de mostrarse partidarias de un dólar fuerte, pero sin el poder de convicción de antaño. "El Gobierno puede hablar acerca de que le interesa un dólar fuerte, pero no sigue las políticas adecuadas", asegura el influyente Warren Buffet. Las sucesivas reducciones de los tipos de interés tiran a la baja del dólar. "Sobre todo cuando el BCE sigue sin tocar los tipos", añade José Carlos Díez, de Intermoney. "A nadie le interesa un desplome aún mayor del dólar. No es probable una actuación del G-7, pero sí es posible que los bancos centrales coordinen sus políticas monetarias para evitar males mayores", apunta.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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