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El déficit exterior ronda ya el 10% del PIB y se encamina a un nuevo récord

El saldo negativo, el segundo mayor del mundo, llegará a 100.000 millones - Los expertos resaltan las dificultades para endeudarse tras la crisis financiera

Alejandro Bolaños

La economía española ha dejado de cabalgar al galope pero, como viene ocurriendo desde hace cuatro años, su deuda con el resto del mundo no. En 2006, el déficit exterior marcó un récord al alcanzar el 8,5% del PIB con 83.000 millones de euros, un saldo negativo sólo superado por el de Estados Unidos.

Para este año, los expertos vaticinaban que llegaría al 9,5% del valor de la actividad económica española, pero parece que se van a quedar cortos, a tenor de los últimos datos del Banco de España: hasta septiembre, el déficit roza los 75.500 millones, lo que equivaldría a un 9,8% del PIB.

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Los datos del Banco de España permiten anticipar que el descubierto llegará a final de año a los 100.000 millones y seguirá entre los más abultados del mundo. La reiteración de déficits anuales en la última década ha situado la deuda acumulada con el exterior cerca de los 700.000 millones de euros. La pregunta viene por sí sola: ¿es sostenible? Y es cada vez más acuciante, ahora que la crisis originada por las hipotecas de alto riesgo estadounidenses ha estrangulado la financiación internacional.

A encontrar respuestas se han dedicado una docena de economistas, coordinados por el catedrático José Antonio Alonso. Sus trabajos, patrocinados por el Instituto de Comercio Exterior, se acaban de publicar en la revista del Colegio de Economistas de Madrid. "En lo que todo el mundo está de acuerdo es en que la economía española no puede mantener este déficit indefinidamente", sintetiza Alonso.

Los límites de la deuda

El coordinador de los trabajos reformula la pregunta: "¿Dónde está el límite?, ésa es la cuestión del millón". Y la respuesta sigue sin ser fácil: antes de la incorporación al euro, ese límite podía situarse alrededor del 5% del PIB. El mecanismo automático entonces era la devaluación de la peseta. Pero ahora eso ha cambiado: la financiación internacional sigue fluyendo a España y al conjunto de la zona euro, como revela la apreciación de la moneda, porque los inversores confían en su solvencia y en sus posibilidades de desarrollo económico. En suma, confían en que se les va a devolver el dinero con una cierta rentabilidad.

El déficit exterior es la otra cara del enorme esfuerzo inversor de la economía española en los últimos años. La mejora de las condiciones financieras -Las empresas y los hogares españoles pasaron de endeudarse a tipos de interés del 16%, al 3,5% de la zona euro- acompaña e incentiva el ciclo de expansión más largo de la democracia.

La inversión realizada en España supera el 30% del PIB en los últimos años, y el ahorro no pasa del 22%. Una necesidad de recursos privada -la Administración ahorró en la última legislatura-, alimentada por las empresas y las familias (en su caso, para comprar viviendas), que se ha tenido que saciar con recursos externos.

"Las empresas españolas han sido, sin duda, las que mejor han sabido aprovechar las ventajosas condiciones financieras de estos años", asevera el director del Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Para Alonso, las dudas radican en el destino de todos esos recursos.

"Ha habido mucha inversión residencial, y no tanta en sectores productivos y de alto contenido tecnológico", señala. Y, desde 2003, España pierde peso en el comercio internacional, con una cuota de exportaciones que no llega al 1,8% mundial. Datos que ponen sordina a la capacidad de la economía española para devolver todo lo que debe.

Las remesas de inmigrantes superan los 5.900 millones

La insuficiencia de las exportaciones de mercancías para compensar todo lo que España se gasta en importarlas, es decir, el saldo de la balanza comercial, concentran buena parte del déficit exterior. Las ventas al exterior crecen, pero las compras lo hacen mucho más, impulsadas por el tirón de la demanda interna. El déficit comercial se duplicó entre 2003 y 2006 (llegó a los 80.000 millones) y fue la explicación casi exclusiva de la enorme ampliación de la brecha exterior de este lustro.

Pero eso ya no es así. Ahora el déficit comercial -que aumenta sólo al 6,7% anual-,comparte protagonismo con otros saldos negativos, más pequeños, pero que crecen de forma vertiginosa. Es el caso de la balanza de transferencias corrientes. Aquí se deja notar con fuerza la llegada de inmigrantes. En los últimos cuatro años, las remesas a sus países de origen pasaron de 3.475 a 6.807 millones de euros. Y, hasta septiembre, ya suponen 5.943 millones, un 23% más que en 2006.

Menos ayudas de la UE

A la salida de recursos por las remesas se suma el hecho de que España aporta desde hace unos años más transferencias corrientes a la UE que las que recibe. En suma, el saldo de las transferencias ha pasado de ser casi neutro en 2004 a restar 5.750 millones el año pasado. Y entre enero y septiembre, el saldo negativo aumenta a un ritmo del 30%.

Pero más crece aún el descubierto de la balanza de rentas. Aquí se compara lo que paga la economía española por recibir inversiones extranjeras frente a lo que gana por el rendimiento de sus inversiones en el exterior. La evolución de esta balanza es un fiel reflejo del nivel de endeudamiento de España. Los pagos (en esencia, los intereses de esa deuda y los dividendos a los inversores internacionales) se han duplicado desde 2003, y también lo ha hecho el saldo negativo (20.000 millones en 2006).

El déficit comercial supone ahora un 70% de las aportaciones negativas -la balanza de servicios es la única que suma-, cuando hace dos años equivalía al 80%. Los expertos esperan además que la desaceleración rebaje las importaciones. Para las ventas de mercancías, el problema está en la apreciación del euro y en la pérdida de competitividad. Pero los trabajos destacan que, tan importante como el diferencial de precios, puede ser la apertura de nuevos mercados o la especialización en bienes de mayor contenido tecnológico.

Un grifo que se cierra

Los recursos financieros del resto del mundo no sólo han compensado la diferencia entre la inversión y el ahorro en España, el déficit exterior, sino que también ha servido para alimentar una expansión internacional de las empresas españolas sin precedentes.

Como destacan Álvaro Anchuelo y Fernando Becker en el trabajo publicado por el Colegio de Economistas de Madrid, el saldo de la inversión directa en el exterior casi se ha triplicado en los últimos tres años. De modo, que además de financiar el déficit por cuenta corriente, "hay que contrarrestar las compras de activos en el exterior". En 2006, hubo que "atraer capitales equivalentes al 22% del PIB", según los profesores de la Universidad Rey Juan Carlos.

La inmensa mayoría de esos recursos corresponden a inversiones de cartera del resto del mundo en España. O sea, adquisición de acciones de empresas cotizadas españolas, de emisiones de bonos y obligaciones públicos o privados y de títulos de deuda respaldados por las hipotecas de las familias españolas.

Ese maná de recursos llegó a su techo en 2006, con más de 193.000 millones. Y es esta inyección de dinero la que pone en riesgo la crisis de las hipotecas basura de EE UU.

"Cada vez cuesta más colocar emisiones de deuda", afirma Carlos Maravall, de Analistas Financieros Internacionales, que también colaboró en los trabajos. Sin embargo, Maravall cree que la máxima necesidad de financiación de la economía española ya había pasado antes de la crisis. Y que eso se nota "desde marzo", tanto en la inversión directa en el exterior como en la entrada de recursos por la inversión en cartera española. Hasta septiembre, ambas partidas caen un 15% y un 24%, respectivamente.

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