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La crisis de la moneda única
Columna
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No dispares contra tus pies

Xavier Vidal-Folch

Angela Merkel: ¡no dispares contra tus propios pies!

¿De qué cifras hablamos?

La deuda griega asciende a unos 300.000 millones de euros.

Este año deben refinanciarse o lanzarse nuevas emisiones por unos 53.000 millones. De esa cantidad, 16.000 millones deben emitirse entre el 20 de abril y el 23 de mayo.

La última emisión, de 5.000 millones, se colocó el 4 de este marzo al 6,4% de interés, el doble del coste de los bonos alemanes, que es el de referencia.

Si todo continúa igual, cuando el total de la deuda esté refinanciado, ese sobrecoste de la carga de la deuda de 300.000 (x 3,2%) sería de 9.600 millones de euros anuales, más del 2,9% del PIB anual griego (unos 324.000 millones de euros). Es decir, se comerá cuatro veces el ahorro salarial (0,7% del PIB) planteado por el Gobierno de Papandreu en su primer plan suave, antes de cercenar pagas extras.

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Esa carga es brutal. Supera al esfuerzo porcentual que realizó EE UU con su Plan Marshall para la reconstrucción de Europa tras la II Guerra Mundial. Supera aún más los pagos por reparaciones de la I Guerra Mundial abonados por Alemania a los aliados entre 1925 y 1932, que ascendieron al 2,4% anual de su PIB. Junto a la alta inflación y el paro, la desmesura de las reparaciones fue el agravio que sirvió al nacionalsocialismo para encender la mecha del odio.

Es, pues, de todo punto insostenible. Alguien, algún día, colocará a Papandreu, por su temple en encajar con flema ese envite, entre los héroes de Europa.

Con los datos, dispersos y aproximados, disponibles, ¿qué ocurre si en vez de forcejear para cumplir, ya con andaderas-UE, ya con muletas-FMI, Atenas, azotada por la especulación, acaba impagando su deuda soberana?

Lo aclaró el viernes, en Francfort, el presidente de la Deutsche Bank. "Si no estabilizamos Grecia, nuestro siguiente problema serán los bancos", sentenció sin florituras Josef Ackermann.

El suyo, entre los primeros.

Volvamos a las cifras. De los 300.000 millones de bonos públicos griegos, cerca de 59.000 están en las carteras de la banca francesa y suiza, por un igual. Y los bancos alemanes son tenedores de otros 30.000: hasta 43.000 millones si se les añaden otros instrumentos financieros (deuda privada, letras...). Los principales acreedores alemanes son una filial del Commerzbank, el nacionalizado HypoReal Estate y la propia Deutsche.

Mucho depende de cómo estén repartidos esos bonos, entidad por entidad. Pero si fuera a partes iguales, el impago de los intereses de los bonos dejaría al banco de Ackermann en beneficio raquítico o incluso en pérdidas en la cuenta de resultados (que en 2.009 volvió a números negros por 5.000 millones).

Pero habría aún otro efecto peor, en el balance: el valor de mercado (y pues, contable) de esos bonos se reduciría. ¿Cuánto? Difícil de responder, hace muchos decenios que no hay impagos de deuda en Europa. Quizá en una horquilla entre el 40% de su actual valor y cero. En el mejor de los casos, el dominó arrastraría a más de un banco alemán. Sin contar con los franceses. Crédit Agricole controla al cuarto griego, el Emborikí (Comercial); y la Societé Générale, el Genikí, activo sobre el que multiplica las provisiones.

Las cifras en juego son de órdago. Pero al mismo tiempo, ridículas. Si el paquete de rescate a Grecia se elevase a una de las estimaciones divulgadas, unos 30.000 millones de euros, y todos fueran a cargo de la UE (sin aportación del FMI), a Berlín le tocaría asumir unos 6.000 millones, pues el peso de la economía alemana en la UE a 27 se acerca al 20% del total.

Comparen esa cifra con el último gran esfuerzo realizado: las ayudas que el Gobierno federal puso con urgencia a disposición de los bancos alemanes en otoño de 2008 subieron a medio billón de euros: 400.000 millones en garantías sobre sus préstamos; 80.000 para recapitalizaciones y 20.000 en provisiones para hacer frente a sus pérdidas. En el caso de Francia, ascendieron a 360.000 millones.

Esta columna se dedica al amable lector Heinz Esses, de Neuss, "ofendido", escribe, porque el subtítulo del artículo "Si todos para uno..." (EL PAÍS del día 15) aludía a que Alemania es el país "más interesado en la estabilidad del euro": "No sólo actuamos por motivos de business", replica. Por supuesto. De lo que se trata es de que la canciller actúe en este caso movida al menos por el noble Interés del país/locomotora de Europa.

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