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Reportaje:Economía global

La lucha por el 'oro' ártico

El calentamiento global abre el camino a las petroleras para explotar nuevos yacimientos

Miguel Ángel García Vega

En las gélidas aguas del Ártico, las empresas petroleras y gasistas empiezan a librar la gran batalla energética de este siglo. Este frágil y bello ecosistema de agua, hielo y vida alberga el 30% del gas y el 13% del petróleo mundial de reservas posibles. En concreto, en el área ártica habría entre 20.000 y 46.000 millones de barriles de petróleo y entre 36 y 83 billones de metros cúbicos de gas, acorde con las cifras que aporta Antonio Sánchez, profesor de Economía en la Universidad de Valencia. Otras fuentes las elevan aún más.

El Servicio Geológico de EE UU (USGS, por sus siglas en inglés) las ha estimado en 90.000 millones de barriles de crudo y en 1.670 billones de pies cúbicos de gas. Según cálculos independientes, hablaríamos, solamente para el petróleo, de un valor de mercado de unos 5,5 billones de euros.

El 70% de las reservas potenciales de crudo están en territorio ruso
La subida de las temperaturas abre nuevas rutas para el transporte

Pese a las diferencias entre las estimaciones, el extraordinario potencial de la zona no se pone en duda. "El Ártico es una de las áreas clave para la industria", afirma Adam E. Sieminski, economista jefe de Energía de Deutsche Bank. "Todas las grandes petroleras están interesadas en esta región", dice Paul Isbell, director del programa de Energía y Cambio Climático del Real Instituto Elcano. Es un interés obligado. Hace apenas una generación, recuerda este experto, las grandes petroleras tenían acceso al 80% de las reservas de petróleo probadas del mundo. Hoy, al estar la mayoría de estos recursos en manos de los Estados productores, solo pueden acceder a un 15%.

Las petroleras necesitan, pues, nuevos yacimientos de extracción libre, y el Ártico -a diferencia de lo que sucede en la Antártida- no está blindado frente a la explotación comercial. Una nueva fiebre del oro se empieza a desatar en estas tierras.

Así que el miércoles pasado, cuando se conoció que Rusia y Noruega habían conseguido, tras 40 años de disputas, fijar su frontera común en el Ártico, todos los analistas supieron de inmediato que detrás estaba el gas y el petróleo. Al fin y al cabo, el 70% de las reservas potenciales árticas de crudo están en territorio ruso, sobre todo en la zona más occidental. Allí se han descubierto yacimientos gigantes de petróleo (Prirazlom) y gas (Shtockman, Led, Rusanov y Liningrad).

Las petroleras han visto en el Ártico el gran filón energético de las últimas décadas, pero lo quieren explotar sin hacer ruido. Lo que le ha sucedido a BP en el golfo de México ha sido una lección para todas. "Estamos evaluando la exploración en las aguas árticas de Groenlandia y Canadá. Sin embargo, ahora no tenemos en marcha ninguna exploración en el Ártico", contesta por correo electrónico Patrick McGinn, portavoz de ExxonMobil. Y añade: "No damos a conocer los detalles de nuestros programas de exploración, incluyendo costes y calendarios". Junto a Exxon, otro gigante, Chevron, también está preparando los permisos para hacer prospecciones, señala Sara Pizzinato, miembro de Greenpeace.

Más transparente se muestra Repsol, que tiene en propiedad 90 bloques de estudio, aún sin desarrollar, en el mar de Chukchi (Alaska). "Están pensados a largo plazo y no se explotan todavía", explican en la petrolera. Próximas a esta área, BP tiene varias licencias de exploración en la demarcación canadiense del mar de Beaufort. ¿Perforarán? "En función de los resultados decidiremos qué hacer", dicen en la multinacional.

Sin embargo, ya hay alguna compañía que ha pasado de las palabras a los hechos. La petrolera escocesa Cairn tiene en funcionamiento dos pozos de exploración en la bahía de Baffin, entre Groenlandia y Canadá. Y cuenta con permisos para explorar ocho bloques más.

Esta explotación petrolera ártica despierta reticencias, y no solo entre los ecologistas. "Es una locura dejar a las petroleras explotar el Ártico cuando no están colaborando en una transición eficiente del modelo energético mundial", critica Paul Isbell, del Real Instituto Elcano.

Lo paradójico es que el cambio climático se ha convertido en un inesperado aliado de las petroleras. "La modificación del clima y el deshielo que provoca favorece la creación de nuevas rutas para el transporte del gas y el petróleo", explica Mariano Marzo, catedrático de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona. Además, la subida de temperaturas facilita las condiciones en las que se extraen los hidrocarburos.

Y mientras esto sucede, Rusia es consciente de las posibilidades que este descenso térmico podría dar a su vital (recorre la costa ártica) ruta marítima del norte. Hasta ahora, esta vía tenía que soportar temperaturas en invierno de entre -30º y -60º, lo que complicaba en extremo el transporte de hidrocarburos. Pero con un clima más benigno, merced al cambio climático, este recorrido "puede suponer una alternativa al transporte que utiliza el canal de Suez o el de Panamá. En concreto, esta ruta podría reducir la distancia entre Europa y Extremo Oriente en casi un 40%, y bajar el 40% los costes del transporte de petróleo obtenido en el norte de Rusia", explica el profesor Antonio Sánchez en el artículo Rusia y la geoestrategia del Ártico, publicado por el Real Instituto Elcano.

La ecuación es sencilla. La pérdida del hielo en el Ártico -el Centro de Datos del Hielo y la Nieve de EE UU estima que la extensión de la capa ártica ha alcanzando su tercer nivel más bajo desde 1979- y el consiguiente ascenso de temperaturas abren nuevas vías para el gas y el petróleo.

Pero, al margen de los logísticos, la extracción de hidrocarburos árticos genera otros interrogantes. ¿Cómo se explota un pozo de petróleo y un gas que en buena parte están congelados? ¿Y qué efecto tendría su emisión a la atmósfera al pasar a estado gaseoso?

A estas preguntas responde el proyecto Pergamon, una ambiciosa iniciativa multinacional de la que España forma parte. "El volumen de gases hidratados en los océanos se estima entre 30.000 y 49.000 trillones de pulgadas cúbicas, que es una cantidad ingente si la comparamos con las reservas de gas convencional de 13.000 trillones", indica Luis Somoza, investigador del Instituto Geológico y Minero de España, que participa en Pergamon. Solo en el norte de Alaska se calculan unas reservas de 85,4 trillones. -

El rompehielos de la Guardia Costera canadiense <i>Henry Larsen</i>, en la bahía Resolute.
El rompehielos de la Guardia Costera canadiense Henry Larsen, en la bahía Resolute.REUTERS

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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