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Economía global | ECOnomismo
Columna
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Un nuevo modelo de rescate

Tenía razón José Carlos Díez, colaborador habitual de este blog, cuando decía en el debate de esta semana que "Angela Merkel y su Gobierno deben estar callados durante seis meses para estabilizar los mercados europeos". No es condición suficiente, pero sí necesaria -imprescindible, diría yo-, para avanzar en el salvamento de los tres países que se han tenido que acoger al plan de rescate europeo y cuyo futuro vuelve a estar en entredicho estos días tras las declaraciones, rumores y noticias surgidas en Alemania.

Los días 16 y 17 de mayo (lunes y martes de esta semana), los ministros de Economía del Eurogrupo tienen que decidir si aprueban el plan de rescate de Portugal (78.000 millones de euros), además de evaluar la marcha del salvamento de Grecia (110.000) y estudiar la posibilidad de bajar los tipos de interés a los préstamos concedidos a Irlanda (85.000). El fantasma de la reestructuración de la deuda griega estará presente en unas reuniones en las que, aunque no lo reconozcan todavía, los ministros saben que el modelo de rescate está haciendo aguas y que hay que modificarlo.

Se impone replantear los planes para hacerlos efectivos, flexibles y rápidos en su ejecución
Los fallos de diseño y gestión del rescate han dificultado una salida rápida a la crisis griega

El domingo pasado, Guillermo de la Dehesa explicaba en estas mismas páginas los "fallos de diseño y de gestión del área euro". El presidente de CEPR enunciaba tres fallos de diseño y seis de gestión. Y dentro de estos últimos afirmaba, entre otras cosas, que el retraso de más de seis meses (desde octubre de 2009 a mayo de 2010) en el rescate a Grecia, la negativa inicial al EFSF para comprar deuda de los países con problemas de solvencia, los altos tipos de interés de los créditos (5,8%) y el rechazo a crear un mercado de eurobonos similar al de EE UU agravaron el contagio a otros países y dificultaron una salida rápida de la crisis a Grecia.

El caso es que, cuando se cumple un año exacto del primer rescate, los responsables económicos de la Unión Europea se enfrentan a decisiones difíciles que, además, exigen unanimidad en un momento en el que cada país europeo está saliendo de la crisis a un ritmo muy diferente y con unas prioridades distintas.

La buena noticia es que Finlandia ha anunciado que apoyará, aunque con condiciones, el rescate de Portugal, que inicialmente había rechazado azuzado por el ascenso de la ultraderecha en ese país. Esencialmente, lo que pide Finlandia es que Portugal garantice la devolución de los préstamos (hasta 78.000 millones) mediante la venta de propiedades públicas y que se incluya la participación de los inversores privados en el programa de rescate.

La primera petición tiene sentido y es incluso oportuna, teniendo en cuenta que, el pasado jueves, el Fondo Monetario Internacional (FMI) animaba a Grecia a acelerar su plan de privatizaciones, por valor de 50.000 millones de aquí a 2015. Y la segunda ya está contemplada en el Mecanismo de Estabilidad Europea (ESM), que entra en vigor en 2013, pero no en el fondo de rescate en vigor (EFSF). Aunque me imagino que será vista con buenos ojos por Alemania y Francia, teniendo en cuenta que sus bancos están a la cabeza en exposición bancaria en Grecia (59.400 millones, los bancos franceses, y 40.300, los alemanes).

Respecto al rescate de Irlanda, el debate se planteará en función de los tipos de interés. Los créditos acordados por la UE y el FMI (85.000 millones) en noviembre se fijaron con un tipo del 5,8%, superior al inicial de Grecia, fijado en mayo de 2010 (5,2%), que además fue rebajado en marzo pasado al 4,5% al alargar los plazos de amortización. Parece claro que el excesivo precio del rescate dificulta la recuperación de la solvencia de los países en apuros. Aunque la UE aprovechará el momento para pedir a Irlanda concesiones fiscales a cambio de bajar el tipo de interés de los créditos.

Por último, el Eurogrupo tendrá que analizar la marcha del plan de rescate de Grecia. Después de varios días de mensajes cruzados entre Alemania y Grecia que volvieron a encender los mercados europeos, los responsables de la UE afirmaron el martes que antes de nada hay que conocer el informe que está realizando la misión de expertos de la CE, el BCE y el FMI sobre el cumplimiento del plan de ajuste comprometido por el Gobierno de Yorgos Papandreu.

A falta de esas conclusiones, lo que ya se sabe es que Grecia ha recibido hasta la fecha 53.000 de los 110.000 millones comprometidos por la UE y el FMI y que está pendiente de recibir otros 12.000 millones en breve. A cambio, se ha comprometido a un plan de ajuste fiscal adicional de 23.000 millones de euros y a un plan de privatizaciones por valor de 50.000 millones. La deuda griega se situó en diciembre de 2010 en los 328.000 millones de euros, lo que supone más del 140% de su PIB (170.000 millones). Por su parte, el Gobierno heleno ha conseguido reducir el déficit público hasta el 10,5% del PIB, aunque su crecimiento económico seguirá en números rojos hasta 2012 y el paro haya superado el 14% de la población activa.

Ante este panorama, los mercados empezaron a especular con la posible flexibilización de las medidas de saneamiento o con posibles ayudas adicionales, y se llegó a hablar, en pleno frenesí bursátil, de la salida de Grecia del euro, e incluso, de default. Una vez calmada la tempestad, lo que parece que se planteará en las próximas semanas serán préstamos adicionales por valor de entre 30.000 y 60.000 millones, según las distintas fuentes.

Pase lo que pase, se impone un replanteamiento de los planes de rescate de la UE para hacerlos más efectivos, flexibles y rápidos en su ejecución; que permitan la compra de bonos en los mercados primario y secundario; que se desarrolle un mercado de eurobonos amplio y líquido; que se escuche al sector privado en el diseño de los planes; y, por supuesto, que se revise el precio y los plazos de los créditos.

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