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Entrevista:NIALL FERGUSON | Catedrático de Historia Económica en Harvard | Economía global

"El problema de Europa no son las cajas, sino la banca alemana"

Claudi Pérez

Interior, día. Niall Ferguson (Glasgow, 1964) se sienta unos minutos con este periódico con un ejemplar de su último libro (La vida del banquero Siegmund Warburg, aún no publicado en España) en la cartera. Niall Ferguson polemiza con Paul Krugman y critica a los neokeynesianos, cita con profusión al padre del neoliberalismo -"pase lo que pase, los Gobiernos no deben dejar que sus bancos quiebren" (Milton Friedman)- y sigue pensando que hizo bien apostando por John McCain frente a Barack Obama en las elecciones estadounidenses. Niall Ferguson, en fin, es un tipo tan brillante como controvertido, capaz de dejar un par de fogonazos que se salen del tibio regazo de la opinión predominante: "El problema de Europa no son las cajas españolas, sino los bancos alemanes; y el problema del mundo no es la crisis fiscal europea, sino la crisis fiscal estadounidense que se avecina". Al cabo, el Commerzbank alemán acumula más vencimientos este año que todos los bancos y cajas españoles juntos; la deuda y el déficit estadounidenses están varios cuerpos por encima de la media europea.

"La preocupación mundial tendría que ser la crisis fiscal de EE UU"
"Europa debe recapitalizar sus bancos, no imponer tanta austeridad"
"Los alemanes no pueden seguir pretendiendo que esto no va con ellos"
"El Gobierno español ha empezado a hacer los deberes"

Se le considera un fundamentalista del liberalismo (aunque cambia de opinión a menudo y eso no parece importarle demasiado) y se le acusa de revisionista en lo relativo al colonialismo y al imperialismo; desde su cátedra de Harvard sostiene que la globalización es la nueva forma de dominio que ha inventado EE UU. Y además escribe como los ángeles, se ha hecho millonario -y famoso- con sus libros y conferencias y, sobre todo, supone un contrapunto a una mayoría de expertos anglosajones que tiende a minusvalorar los potenciales peligros de la laxitud macroeconómica y de repetir los errores del pasado. Además acaba de reunirse con José Luis Rodríguez Zapatero en medio de ese viraje que ha llevado al presidente español a ser uno de los grandes adalides de la austeridad, de las reformas y demás exigencias de los mercados; algo en lo que Zapatero puede contar con Ferguson como aliado.

Pregunta. La crisis fiscal parece estar acabando con parte del romanticismo que rodeaba la idea de Europa. ¿Ve en la UE el mayor riesgo para la economía?

Respuesta. Queda crisis europea para rato, pero ese no es el mayor problema: la preocupación de la economía mundial debería ser la crisis fiscal estadounidense que se avecina. Además es un error decir que lo de Europa es en puridad una crisis fiscal. Hay dos cosas más importantes: la crisis bancaria, que no está ni mucho menos cerrada, y la divergencia entre los costes laborales de Alemania y el resto. La crisis fiscal es consecuencia de esos dos problemas. En una unión monetaria debe haber transferencias fiscales del centro a la periferia o un mercado laboral completamente integrado; nada de eso ocurre en Europa.

P. Pero se ha impuesto el discurso de la austeridad, una especia de Consenso de Berlín.

R. Es inquietante que los líderes europeos estén luchando contra los síntomas de la enfermedad, no contra las verdaderas causas. El problema son las diferencias de competitividad. Y el problema son los bancos alemanes, y no las cajas españolas. Europa debería resolver el problema recapitalizando esos bancos, no proponiendo ese doloroso proceso de austeridad en medio de la crisis.

P. ¿Por qué entonces el mercado pone ese énfasis en las cajas?

R. Los landesbanken [bancos regionales alemanes] se endeudaron más incluso que los bancos de EE UU; se metieron en subprimes, en activos tóxicos; desde luego, están en más líos que las cajas. Por el simple hecho de ser alemanes se les está tratando mejor que a las cajas, y esa es una lógica discutible. España ha puesto en marcha una reforma que va en la buena dirección, aunque no sé si lo suficientemente ambiciosa. Pero el orden de magnitudes de las cajas es inferior al agujero de los bancos alemanes. Y, sobre todo, lo increíble es esa atmósfera política que se ha instalado en el norte de Europa y que parece no tener en cuenta que los problemas de la banca en los países del sur inciden directamente en la banca del norte, que tiene una enorme exposición al riesgo en esos países.

P. ¿La respuesta política está siendo la adecuada?

R. El escenario más preocupante es que Europa siga arrastrando los pies detrás de los mercados; que se sigan identificando los problemas de Portugal y sobre todo de España con los de Irlanda y Grecia, algo completamente desafortunado. Y que prosiga esa política casi masoquista desde las instituciones europeas, que no acaban de encontrar soluciones pese a que están totalmente identificadas. Eso incluye tanto a Bruselas como al BCE: el banco central tiene una responsabilidad, debe continuar comprando bonos de los países periféricos para reducir la presión si no quiere que prosiga ese juego tan peligroso entre política y mercados.

P. ¿Alemania es el problema?

R. Los alemanes no pueden seguir pretendiendo que el problema no va con ellos. La crisis fiscal de la periferia europea es definitivamente su problema. Es el problema de sus bancos. Y es el problema de su economía: sus exportaciones van hacia esos países; sin la eurozona, si el marco existiera, Berlín tendría un problema fenomenal, con una apreciación de su tipo de cambio que acabaría de un plumazo con el superávit del que Alemania presume tanto. Por eso es tan desafortunada esa cacofonía de voces en la que desafina a menudo el discurso alemán.

P. Hay quien ha profetizado el final del euro. ¿Lo ve posible?

R. No lo creo. Los costes de salir del euro son muy superiores a los beneficios de esa salida para cualquier país. Pero estamos en un momento crítico, a la espera de las reuniones en Bruselas en marzo y de un verdadero liderazgo en Berlín que faciliten las cosas a Lisboa y a Madrid. Sin la respuesta adecuada, la integración de los últimos años puede revertirse para dar comienzo a un proceso de desintegración.

P. Hace justo un año usted hablaba de una situación a la griega en EE UU. ¿Sigue pensándolo?

R. Está más cerca: el momento de la verdad llegará este año o a lo sumo en 2012, porque no creo que Obama vaya a centrarse en recortar el déficit en plena campaña electoral.

P. En sus libros cuenta cómo España suspendió pagos 14 veces entre el siglo XVI y finales del XVII. El último Davos empezó con pesimismo sobre España, aunque esa música ha cambiado por las reformas. ¿Qué espera usted?

R. La situación española es muy diferente de la de Grecia e Irlanda. Ni la crisis fiscal es comparable a la griega, ni la bancaria -pese a la burbuja inmobiliaria- a la irlandesa. El Gobierno ha empezado a hacer los deberes. El riesgo es el efecto contagio, pero confío en que al final los alemanes -y no hay que olvidar que hay un francés al frente del BCE- hagan lo adecuado para que la crisis no llegue hasta Madrid. La alternativa es terrorífica. España es una economía enorme: todo el mundo saldría perdiendo -y mucho- si eso pasara. No veo nada parecido a lo que ocurrió hace 300 años: España es hoy un país muy diferente. Soy optimista.

Niall Ferguson, durante su intervención en el Foro Económico Mundial 2010, celebrado en Davos (Suiza).
Niall Ferguson, durante su intervención en el Foro Económico Mundial 2010, celebrado en Davos (Suiza).GETTY IMAGES

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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