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El hombre de los 5.000 millones

Jêrome Kerviel, el operador de Bolsa que endeudó a la Société Générale, recibe ofertas para dar cursos en Harvard o ser estrella de la publicidad

Antonio Jiménez Barca

Hace un año, Jêrome Kerviel, un tipo oscuro de inteligencia medio-alta, de 32 años, con un cierto aire a Tom Cruise, que ni en la escuela ni en ninguna parte destacó por nada, se convertía en el personaje más buscado de Francia: el 24 de enero de 2008, cuando la economía mundial empezaba a ir cuesta abajo, el presidente del banco en el que trabajaba Kerviel, la Société Générale, confesaba que el operador de Bolsa había creado un agujero de 4.900 millones de euros a base de comprar y vender acciones sin red y sin permiso.

Un año después, Kerviel ya no es el mismo hombre desconocido de pinta confusa: ha cambiado de abogado, se ha enfrentado a la instrucción de su caso, a punto de acabar, y ha acusado a su antigua empresa de hacer la vista gorda y de dejarle en paz mientras ganaba dinero. No sólo eso. Se ha dejado retratar con los brazos cruzados y la mirada desafiante, más parecido que nunca a Tom Cruise. Además, ha recibido ofertas de Harvard para dar cursos y de marcas de coches y de ropa para encarnar campañas de publicidad.

Ha denunciado a sus superiores por permitirle desbarrar
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¿Quién es en realidad? ¿Cómo empezó todo?

Hace unos días Kerviel lo confesó en una larga entrevista exclusiva a Le Parisien: "De agosto a diciembre de 2007 gano todos los días. Y esto me crea una especie de adicción. Pierdo poco a poco la noción real de las sumas que andan en juego. (...) Para mí, una jornada de un millón de euros era nada. A veces, consigo ganancias astronómicas que me procuran casi un placer orgásmico".

Empezó en el departamento de control. Ahí aprendió los mecanismos de los bancos para vigilar a sus propios empleados. Luego saltó a la arena, a comprar y vender en un torbellino de millones que acabó por engullirle. También, según cuenta, a ver el mundo entero reducido a una pantalla de números que subían y bajaban.

De agosto a diciembre, gané todos los días. Esto me creó adicción

"El día de los atentados de Londres, en julio de 2005, yo gané 500.000 euros para el banco gracias a que había operado con acciones de una aseguradora días antes. Era el premio gordo. Y yo estaba encantado. Pero luego me di cuenta de que me estaba divirtiendo con algo que, en el fondo, había matado a personas con unas bombas. Y me fui al baño y vomité", prosigue en la entrevista.

Una de sus prácticas consistía en comprar enormes cantidades de acciones de una empresa, en Tokio o en Hong Kong, y venderlas inmediatamente después, en París o Nueva York, aprovechándose de pequeñísimas diferencias de cotización, a veces de céntimos de euro por acción. Movía enormes sumas de dinero de ida y vuelta porque si no, el beneficio sería ridículo. Los bancos permiten a sus operadores esas transacciones siempre y cuando se cubran las compras con las ventas casi al momento, para evitar riesgos astronómicos.

"Cuando dejé el control y pasé a operar se me cruzaron los cables. No existía otra cosa que el banco. Pensaba en el banco por la mañana y por la noche. No había nada más en mi vida. (...) Cambié de vida. Me separé de mi novia", añade.

También comenzó a saltarse las reglas. Compraba grandes paquetes de acciones, pero luego no las vendía inmediatamente. Las aguantaba confiando en su olfato financiero y porque sabía cómo esconderlas. No en vano conocía los controles que se efectuaban para evitarlo. Él mismo se había pasado años vigilando a los demás.

Ya no es el que era: "Volví a nacer cuando me pidieron explicaciones"

Confió en que el mercado subiera. Pero no preveía (nadie lo preveía) que la economía mundial caminaba hacia el abismo y que las Bolsas caerían durante varios meses. Cuando el mercado fluctuaba, esto es, subía y bajaba, los enjuagues de Kerviel salían adelante. Pero con las Bolsas despeñándose, empujadas por una crisis imparable, era imposible salir ileso. Él mismo lo confesó en la citada entrevista: "Mi problema es que no me di cuenta de que el periodo de las grandes ganancias había llegado a su fin".

Para tapar el inmenso agujero que tenía entre manos, emprendió la huida hacia delante: se embarcó en lo que dentro del mundo bursátil se llama mercado de futuros. Ahí te comprometes, en un plazo determinado, semanas o meses, a vender o comprar un número ingente de acciones. Es como jugar doble, como apostar sobre el ya inestable mercado de valores.

Kerviel arriesgó su mentira a un futurible. Llegó a tener comprometidos 50.000 millones de euros, más de lo que ganaba su banco en 10 años. Una suma que él manejaba en la cuerda floja cuando fue descubierto, el 18 de enero de 2008.

El banco comprobó con horror el alcance de la grieta. E intentó arreglarlo todo vendiendo a toda prisa las acciones de Kerviel en un mercado en caída libre, que la decisión a la desesperada de Société Générale, a su vez, contribuyó a hundir un poco más.

En la instrucción del proceso, Kerviel denunció hace una semana a sus superiores por permitirle desbarrar. "Era como si yo pilotara un Ferrari con el motor de un cohete. Yo paso por delante de ellos a 3.000 kilómetros por hora. Ellos me ven, y no dicen nada. ¿Quién se lo cree?".

A veces conseguí ganancias que me producían casi un placer orgásmico

Su superior inmediato, Eric Cordelle, le espetó en un careo: "Estoy harto de tener a un mentiroso delante de mí". El abogado del banco encuentra oscuro el móvil último de Kerviel. Hay quien sospecha que en el trasiego de miles de millones que durante meses se trajo entre manos, a espaldas del banco, pudo desviar una suma a una cuenta secreta. Como buen ex controlador sabe bien borrar el rastro del dinero. Hay otros que consideran que el ex operador de Bolsa sólo pretendía incrementar las ganancias del banco para embolsarse la recompensa de los porcentajes. El hecho de que la policía francesa no haya encontrado todavía dinero alguno en las cuentas de Kerviel parece refrendar la segunda hipótesis.

De cualquier manera, este hombre se enfrenta a la posibilidad de una sentencia de hasta ocho años de cárcel. Ya pasó un mes en prisión, cuando se entregó, a los pocos días de convertirse en el hombre de los 5.000 millones. Salió en libertad provisional, acusado de falsificación, intrusión informática y abuso de confianza. Desde entonces se ha dedicado, exclusivamente, a desentrañar la instrucción para encarar el juicio que se avecina. También a estudiar las ofertas que le llegan para convertirse en profesor en Harvard o en estrella de la publicidad.

Ya no es el que era hace un año. Él lo dice: "Yo volví a nacer el 18 de enero de 2008, el día en que fui requerido por el banco para que me explicara".

Pero tampoco se ha transformado por completo, según afirma en la única entrevista que ha concedido: "El banco y mi actividad de operador de Bolsa me falta. La echo de menos. Sobre todo con esta crisis. A veces me sorprendo mirando las cotizaciones y diciéndome: 'hay que comprar esto o vender lo otro".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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