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La crisis del euro
Columna
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El juego de la ruleta rusa

Xavier Vidal-Folch

En el juego de la ruleta rusa, cada disparo sin cartucho aproxima el disparo fatal. La cumbre europea que empieza hoy amenaza con cumplir esa secuencia. Si solo sigue el guión del encuentro Merkel-Sarkozy en Deauville, aprobará el Fondo de rescate permanente (histórico); una factura secundaria para los privados (justo y proporcional): una decisiva, telegráfica (y quizá espinosa) reforma del Tratado; unas sanciones semiautomáticas (y a buen seguro desiguales), contra los incumplidores fiscales.

Es un paquete notorio, incluso muy notable considerado en sí mismo. Salvo que se promete insuficiente para calmar a los mercados de deuda. A los inversores de buena fe que optan por bonos soberanos extraeuropeos (emergentes, por ejemplo) para sortear la incertidumbre generada por el run-run y porque Eurolandia debe refinanciar 560.000 millones en 2011, según Unicrédito. Y a los especuladores de mal fario que apuestan contra el euro. Porque creen que Deauville no basta. Aunque sea sustancioso y contundente, le ven, como todos, fisuras y falta de ambición. Es un problema político. No financiero.

Hay recetas para lograr liquidez y para sortear la debacle del euro. Solo falta velocidad política
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De modo que hay que poner algo más sobre la mesa. Hay muchas recetas disponibles para romper la parálisis de liquidez y evitar la debacle del euro.

Unas condimentan el Fondo de rescate (trienal) actual. Es gigantesco (750.000 millones), pero debe serlo más para atemorizar a los apostantes (debe mantener su alta calificación AAA, por lo que garantiza lo que avala, al 120%). Lo sugirió con acierto el halcón del Bundesbank, Axel Weber; ofreció duplicarlo hasta 1,5 billones el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn. Otros, como España o la presidencia belga, sugieren que el fondo sea "preventivo", compre bonos de países sufridores o les adelante créditos a corto plazo, liberando así al Banco Central Europeo (BCE) de esas tareas, al parecer menos ortodoxas.

Otra receta es que el BCE multiplique sus compras de bonos, ya aumentadas por Jean-Claude Trichet los peores días (2.667 millones la semana pasada, un 37,5% más que la anterior). Algo meritorio dado su entorno talibán; pero mínimo (un 10% más/menos) comparado con la liquidez que inyecta la Reserva Federal de EE UU.

La tercera es emitir bonos europeos. Puede hacerlo el Fondo de rescate, vía artículo 4.5 de la Facilidad intergubernamental de 440.000 millones (7 de junio). O el Banco Europeo de Inversiones (BEI), como propone el profesor delorsiano Stuart Holland. El BEI ha cuadriplicado sus préstamos hasta 80.000 millones; podría aún duplicarlos hasta lograr un Plan Marshall.

Los padres de esta propuesta, el jefe del Eurogrupo Jean-Claude Juncker y el italiano Giulio Tremonti (FT, 6 de diciembre) ofrecen cláusulas para que los nuevos eurobonos no premiasen a los dilapidadores, con el objeto de serenar a Berlín. Como ya hicieron sus abuelos, los académicos Paul de Grauwe, Daniel Gros, Stefano Micossi o Jacques Delpla (sus papeles, en las webs de CEPS y Bruegel) o Jacques Laterne (Le Monde, 6 de marzo). Hay doctrina.

Todo depende de la voluntad/velocidad política. ¡Por fin irrumpe una voz alemana distinta! La socialdemócrata de Stenmeier y Steinbrück (FT de ayer), que claman por un paquete "conjunto" de casi todo ello, sin olvidar la disciplina fiscal. Agresivo, europeísta, al contraataque de los mercados. Sin esperar el fatal azar de la ruleta rusa.

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