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Reportaje:Economía global

La libra entra en terreno desconocido

La divisa británica acelera su caída entre especulaciones sobre nuevas bajadas de tipos de interés

La libra ha marcado un nuevo mínimo histórico esta semana al cotizarse el pasado jueves a 95,56 peniques por euro. La moneda británica, que cotizaba a 70,73 peniques cuando nació el euro el 1 de enero de 1999 y llegó a marcar un máximo histórico de 57,86 peniques por euro en mayo de 2000, ha acelerado esta semana su caída entre especulaciones de que el Banco de Inglaterra va a seguir recortando los tipos de interés.

La debilidad de la libra es consecuencia de una serie de factores: los bajos tipos de interés y la posibilidad de que aún se recorten más, las malas perspectivas de la economía británica, el espectacular y creciente deterioro de las cuentas públicas y los movimientos de especuladores que en las últimas semanas están apostando por un deterioro adicional de la divisa británica y están comprando masivamente euros contra libras. Algunos comentaristas no descartan que la libra esterlina pueda llegar a la paridad con el euro, algo simplemente increíble hace unos meses.

La paridad con el euro, que parecía imposible, está cada día más cerca
¿Significa eso que la libra está condenada a entrar en el euro?

Para hacerse una idea de la magnitud de la caída de la libra es útil hacer los cálculos a partir de las pesetas: la libra llegó a cotizarse casi a 290 pesetas en su momento más álgido frente al euro, costaba 229 pesetas las pasadas navidades, 201 pesetas a principios de este mes y 174 pesetas el jueves pasado. La divisa británica no sólo cae frente al euro. La divisa británica se pagaba por encima de los 2 dólares en julio y ahora cotiza en torno a los 1,5 dólares.

Significativamente, el hundimiento de la libra -que supera con creces la caída que padeció durante las famosas tormentas monetarias de 1992- es tratada con suma delicadeza por la prensa británica. También el Gobierno huye del debate, con el argumento de que cualquier comentario político puede tener consecuencias no buscadas en la cotización de la divisa nacional. Y la oposición, que en el pasado fue acusada de ayudar a la caída de la libra con sus comentarios, también prefiere estar callada.

Sin embargo, el hundimiento de la esterlina está animando el debate tanto económico como de política ficción. Desde el punto de vista económico, los analistas no se ponen de acuerdo sobre sus efectos. Por un lado, la ortodoxia dice que una moneda débil es reflejo de una economía débil y la caída de la libra sería consecuencia directa del deterioro económico y de las extravagantes cifras de endeudamiento aprobadas por el Gobierno para activar la economía.

Otra ortodoxia es la que invita a creer que la bajada de la libra es una excelente noticia para las manufacturas porque cortará de cuajo las importaciones y alentará las exportaciones de productos británicos. Pero ésa es sólo una verdad a medias. En el actual contexto de parálisis económica global, las compañías exportadoras no encuentran fácilmente mercados a pesar de que sus precios son ahora mucho más competitivos. Y las manufacturas que no están orientadas a la exportación ven incrementado el coste de la importación de materias primas.

Pero el debate más interesante tiene sobre todo perfiles políticos: ¿el hundimiento de la libra significa que a largo plazo está condenada a entrar en el euro o, al contrario, es una prueba de la flexibilidad que mantiene la economía británica precisamente por encontrarse fuera de la divisa europea? Los que defienden la segunda posición se enfrentan a la contradicción de que, oficialmente -y así lo reiteró el pasado viernes el primer ministro británico, Gordon Brown-, ni el Banco de Inglaterra ni el Tesoro tienen una política específica sobre la paridad de la divisa y su caída es más el reflejo de una economía débil que de una política deliberada de ganar competitividad mediante una devaluación. Los defensores del euro creen que esta crisis ha demostrado que la libra no puede sobrevivir por si sola en una economía cada vez más global y sería más estable si formara parte de la divisa europea. Y, a la larga, la estabilidad es mejor que la inestabilidad. Al menos para la economía.

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