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El liderazgo de Wall Street se tambalea

La estricta normativa estadounidense y el auge de otras Bolsas resta atractivo a la neoyorquina

La primacía de Nueva York como capital financiera del mundo está en peligro. La complejidad de la normativa estadounidense, la estricta regulación de las compañías cotizadas, la facilidad para interponer demandas arbitrarias y las restricciones a la entrada en el país de trabajadores extranjeros restan cada vez más atractivo a Wall Street.

Y no sólo frente a Londres, tradicional rival financiero, sino frente a otras plazas en auge como Dubai, Hong Kong o Tokio. Así se desprende de un informe encargado por el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, a la consultora McKinsey.

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"Si no hacemos nada, dentro de 10 años seguiremos siendo un importante centro financiero, pero ya no seremos la capital financiera del mundo". El alcalde de Nueva York resume así, la "escalofriante" conclusión del estudio realizado por McKinsey.

Bloomberg, que en los setenta fue socio del banco de inversión Salomon Brothers (hoy integrado en Citigroup) y que luego fundó la agencia de información financiera que lleva su nombre, sabe mejor que nadie el riesgo que eso supone. El sector de servicios financieros representa el 8% del PIB estadounidense y aporta el 5% de los puestos de trabajo. En Nueva York supone el 10% del PIB y origina uno de cada nueve puestos.

El informe de McKinsey señala que los mercados europeos y asiáticos, aunque menores que los estadounidenses, están creciendo mucho gracias a la progresiva liberalización económica y a la regulación favorable. El estudio, realizado a partir de 50 entrevistas a directivos de entidades financieras, consumidores y otros sectores, desvela que Nueva York ha perdido atractivo frente a Londres en los últimos tres años y en que lo seguirá perdiendo en los próximos tres.

La consultora ofrece datos que lo demuestran. Así, las grandes empresas de todo el mundo ya no buscan de forma prioritaria cotizar en la Bolsa de Nueva York o el mercado tecnológico Nasdaq. En los primeros 10 meses de 2006, las ofertas públicas de venta -medidas en capitalización bursátil- lanzadas en EE UU fueron apenas la tercera parte que en 2001. Por el contrario, los mercados europeos aumentaron su cuota un 30% y los asiáticos la duplicaron.

Según McKinsey, la razón hay que buscarla, en parte, en que las plazas europeas y asiáticas son ya suficientemente "profundas" para satisfacer las necesidades de capital de las grandes compañías.

Pero hay una razón más preocupante: la ley Sarbanes-Oxley. Esta norma fue aprobada tras los escándalos contables que sacudieron los cimientos del sistema empresarial estadounidense a principios de esta década (Enron, WorldCom, Tyco...). La ley obligó, entre otras novedades, a que el consejero delegado y el director financiero de una compañía cotizada certifiquen con su firma la veracidad de las cuentas que presentan al mercado.

La consultora hace referencia a un requisito de esa ley, la obligación de que el informe de control interno sea auditado, como uno de los principales factores que llevan a descartar Nueva York como plaza para una salida a Bolsa y a elegir Europa. Esa disposición está en el punto de mira de los críticos de la ley, por el mayor coste que supone para las empresas.

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