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La máquina del dinero divide al BCE

Las medidas extraordinarias para inyectar liquidez siembran la discordia entre quienes quieren ir más allá y quienes lo consideran demasiado arriesgado

Claudi Pérez

Antes de la crisis, los banqueros centrales tenían fama de serios, de predecibles, incluso de ser algo aburridos. Eso se acabó. La profundidad de la recesión en Europa y la entrada del banco central en territorio comanche -tipos de interés cada vez más próximos a cero y medidas no convencionales como la máquina de imprimir dinero- han resquebrajado la unidad en el consejo del Banco Central Europeo (BCE), donde se sientan 22 miembros de todas las nacionalidades y de formación muy diversa.

En el BCE hay un debate soterrado sobre los llamados brotes verdes: algunos de sus consejeros ven esos signos de luz, mientras otros advierten de que la crisis puede ir a más. Pero lo que de veras ha sembrado la discordia es la impresora de billetes.

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El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, explicó hace unos días que el banco central adquirirá 60.000 millones de euros en cédulas hipotecarias. Y se dedicó a ganar tiempo: aseguró que los detalles de esa operación -que en la práctica supone inundar de liquidez ese mercado para tratar de reactivarlo, y rebajar así los tipos de interés reales en la economía- se conocerán en la reunión de julio.

Eso ha abierto la caja de los truenos: de nuevo aparece la guerra entre halcones -los más ortodoxos en cuestiones de política monetaria, arracimados alrededor de Alemania y la sombra del Bundesbank- y palomas, los consejeros más proclives a seguir la senda tomada por Estados Unidos para ampliar el arsenal del banco central y atacar la recesión y la crisis del crédito con medidas tan atrevidas como, según sus detractores, arriesgadas.

"No veo necesidad de más compras ni de ampliar las adquisiciones a otros activos", aseguró Axel Weber, presidente del Bundesbank. "Esos 60.000 millones son suficientes por el momento", aseguraron tanto el austriaco Ewald Nowotny como el holandés Nout Wellink. Pero el BCE destila cualquier cosa menos consenso. El consejero esloveno Marko Kranjec explicó que el BCE probablemente gaste más que esos 60.000 millones propuestos inicialmente. Se abrió la veda en toda Europa: el eslovaco Iván Sramko afirmó a Reuters que no puede excluirse nada. Ni siquiera la compra de papel comercial -como hace EE UU- o de otro tipo de activos. El español José Manuel González Páramo se apresuró a aclarar que el BCE "no considera" ampliar el programa de compra a otros activos "por el momento".

"El consejo del BCE parece un campo de batalla", resumió gráficamente a Bloomberg Laurent Bilke, economista de Nombra Internacional en Londres. En medio del huracán financiero y de la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, la disparidad de las opiniones sugiere que el consejo del BCE dista mucho de tener una posición común acerca de cómo afrontar los problemas en el sector bancario.

Los economistas han criticado con dureza tanto el retraso como el trasfondo de las medidas del BCE a lo largo de la crisis. Ahora, el eurobanco se enfrenta a un test de credibilidad aún mayor. Al elegir las cédulas, beneficia básicamente a Alemania, Francia y España, los países que más han usado ese instrumento respaldado por hipotecas. Trichet no consigue poner orden en el gallinero porque en los detalles que anunciará en junio están las claves de la medida: hay que decidir qué tipo de activos entran y cuáles no, y cómo se llevará a cabo la adquisición, lo que puede beneficiar a unos países en detrimento de otros. El nerviosismo es evidente: una muestra más de que la crisis está muy viva.

"El BCE está tremendamente influido por Alemania, junto con Francia y, en menor medida, España", asegura Santiago Carbó, consultor de la Reserva Federal estadounidense. "El caso es que Alemania tiene problemas bancarios pero no tiene burbuja inmobiliaria ni los problemas de otros. Como sus bancos, al igual que los españoles, cuentan con numerosos activos hipotecarios titulizados, ha dado vía libre para las medidas no convencionales, pero instrumentadas en la compra de estas cédulas hipotecarias y hasta el límite anunciado. Ése ha sido probablemente el requisito que ha puesto Alemania para la política monetaria laxa que ahora exhibe el BCE, incluso para la bajada de tipos y posibles rebajas futuras", asegura.

La fórmula definitiva que adopte la máquina de imprimir dinero en Europa afectará de forma muy diferente a los 16 países de la zona euro, que tienen problemas muy distintos. Para Carbó, hay dos ganadores claros: "En este caso la medida ha beneficiado a Alemania y a España y será difícil que haya medidas muy distintas de éstas en las próximas semanas". Pero las espadas están en todo lo alto.

Entretanto, la banca española empieza a moderar la demanda de financiación al BCE. En abril requirió 67.434 millones de euros, un 7,2% menos que en marzo.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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