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El agravamiento de la crisis | El temor de los inversores

Los mercados dan por segura la suspensión de pagos en Grecia

El Gobierno heleno admite que solo puede abonar salarios públicos y pensiones hasta octubre - El interés del bono a dos años supera el 70%

Las Bolsas y los mercados de deuda sufrieron ayer un serio revés ante la sensación de máximo riesgo de que Grecia pueda suspender pagos. Las medidas urgentes adoptadas el pasado sábado por el Gobierno de Atenas para aumentar la recaudación en unos 2.000 millones fueron completamente ignoradas por los inversores. Las principales Bolsas cayeron entre el 2% y el 4%. El Ibex perdió el 3,4%, para situarse al nivel de marzo de 2009. Las cotizaciones de los bancos europeos, en especial de los franceses, vuelven a estar en cotas parecidas a las que alcanzaron en los momentos de pánico posteriores a la quiebra de Lehman Brothers. En el mercado de deuda, los seguros (CDS) frente al impago de la deuda griega a cinco años reflejan ya una probabilidad de impago cercana al 95%, y los intereses que los inversores exigen a los bonos griegos a dos años están en alturas estratosféricas, por encima del 70%, debido a que se da por descontada una importante quita del principal. La situación es especialmente dramática para el Gobierno, que ha reconocido que tiene la caja vacía.

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Y la prueba del algodón: el euro sigue en caída libre -un nuevo descenso dejó ayer la moneda única en 1,36 euros por dólar- y demuestra que la posible bancarrota de Grecia es algo más que eso.

El clima de desestabilización de los mercados se ha visto suavizado durante los últimos días por las decisivas intervenciones del Banco Central Europeo (BCE). Durante la semana pasada, las compras de deuda de los países con dificultades ascendieron a 13.960 millones. El banco emisor inició sus compras de bonos soberanos de Grecia, Irlanda y Portugal en mayo de 2009, hasta acumular en los meses siguientes un total de unos 73.000 millones. Después de un periodo de inactividad, reanudó sus compras el pasado agosto, ampliándolas a los bonos de Italia y España. El total adquirido desde el principio se eleva a 143.000 millones, lo que pone al BCE en una situación difícil si se produce un accidente en Grecia con consecuencias sobre otros países periféricos. Y lo peor es que esas compras apenas han podido contener la marea vendedora. La prima de riesgo española, o rentabilidad extra que los inversores exigen a su deuda a 10 años frente a la alemana, rondó ayer los 360 puntos básicos. En Italia, superó los 380.

La respuesta de las instituciones europeas fue la de siempre: la quiebra de Grecia no se contempla. "No trabajamos sobre esta hipótesis", dijo el portavoz de Asuntos Económicos y Monetarios. También quitó dramatismo a la situación José Luis Alzola, del Observatory Group. Este experto advirtió: "Puede que los mercados estén exagerando, una vez más". Y en parte porque los acontecimientos del fin de semana ponen de manifiesto el maremágnum al que ha llegado la crisis griega tras más de un año y medio de incendio fiscal: la dimisión del economista jefe del BCE, Jürgen Stark, es la prueba de que el cisma en el banco del euro ha alcanzado cotas preocupantes por las divisiones que suscita la compra de bonos; las declaraciones de varios políticos alemanes acerca de que la quiebra de Grecia debe dejar de ser tabú ponen más leña al fuego. Según el semanario alemán Der Spiegel, el Ministerio de Finanzas, que dirige Wolfgang Schäuble, ha elaborado dos escenarios de suspensión de pagos, que contemplan que Grecia siga en el euro o vuelva a adoptar el dracma. El titular de Economía, Phillipp Rösler, señaló a Die Welt que "para estabilizar el euro a corto plazo no se deben prohibir ciertas opciones", entre las que mencionó "una insolvencia ordenada" de Grecia.

Las medidas a la desesperada del Ejecutivo griego demuestran que Atenas está con el agua al cuello: un alto cargo del Gobierno heleno admitió ayer que el Ejecutivo únicamente tiene dinero para pagar las nóminas de los empleados públicos y las pensiones hasta octubre. Solo el nuevo tramo de ayudas del FMI y la UE permitiría al Gobierno ganar tiempo. Pero los mercados dan por inminente la eventual suspensión de pagos.

De producirse, lo fundamental es, primero, cómo se activa esa suspensión de pagos y, segundo, qué consecuencias tiene. Durante los últimos días Grecia llegó a romper las negociaciones con las instituciones europeas y el FMI y pareció que se iba a tratar de una quiebra desordenada, incluso con una eventual salida del euro. Pero al final Atenas ha vuelto al redil y espera dentro de unos días a la troika (los enviados del FMI, la Comisión Europea y el BCE) con los deberes hechos: un nuevo impuesto sobre la propiedad inmobiliaria y otra rebaja de sueldo a los altos cargos para inyectar 2.000 millones de euros en las maltrechas arcas públicas y cumplir así, en teoría, los compromisos asumidos para descongelar las ayudas.

Alemania también parece haber experimentado un cambio: el Ejecutivo de la canciller alemana, Angela Merkel, no quiere oír hablar de una salida del euro, que provocaría un efecto dominó en la periferia de Europa y un fuerte batacazo de la banca.

"Cuando desaparezca ese componente de histeria se verá que hay problemas, desde luego, pero son esencialmente los mismos que había antes de verano", aseguró Alzola.

Las incertidumbres proceden de varios campos. Por un lado, de las dudas de los inversores acerca de la habilidad de la clase política europea para dar con la solución, con un arsenal (compra de bonos del BCE, reforma del fondo de rescate aún a la espera de la aprobación en varios Parlamentos) que a día de hoy no parece el más adecuado para enfrentarse a los mercados. Por otro, el hecho de que la obsesión por la austeridad que profesa Alemania empieza a tener consecuencias: la recesión en Grecia se agudiza, con una caída del PIB que será superior al 5% este año y que impide cualquier posibilidad de pagar la deuda. Otros países, sin ir más lejos España, pueden sufrir también una recaída en las cifras negativas de PIB.

Los mercados se rigen por datos, pero son también un estado de ánimo, y el sentimiento de los inversores no encaja bien con esos paseos al borde de la recesión. El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, descartó ayer en Basilea una recaída de la economía europea, aunque las previsiones de este organismo reflejan ya una desaceleración, incluso en Alemania. "No vemos en absoluto que esté a la orden del día una recesión, pero sí vemos una ralentización en comparación con lo que se ha observado recientemente", afirmó el responsable de la autoridad monetaria europea.

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